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Enviado por   •  31 de Marzo de 2015  •  Informes  •  1.531 Palabras (7 Páginas)  •  112 Visitas

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Uniformados de la ley, periodistas y personalidades de la política colombiana, fueron las piezas más importantes que utilizó Escobar, como el “anzuelo” para obtener lo que ambiciosa e interesadamente deseaba, “la no extradición de colombianos a Estados Unidos” sobretodo y la aprobación en la Carta Magna de La Constitución Nacional de la República de Colombia, de la ley que derogara la entrega de nacionales al gobierno norteamericano.

Don Pablo –como le llamaban sus sicarios- marcó sutilmente su guerra al gobierno colombiano, con la propuesta de su destitución al movimiento Nuevo Liberalismo, fundado en 1979 por el candidato a la presidencia de Colombia, Luis Carlos Galán, en virtud de renovar y modernizar las deterioradas costumbres políticas del Partido Liberal, además de ser la fuerza más seria y energética contra el narcotráfico y a favor de la extradición de nacionales.

Desde ese momento, Luis Carlos Galán, líder del movimiento Nuevo Liberalismo, firmó su sentencia a muerte ante el patrón, quien desde aquella vez ya había sido considerado como un enemigo más de Pablo Escobar Gaviria, a causa de sus señalamientos en contra del Capo, el narcotráfico y la gran aceptación del pueblo colombiano para que próximamente ocupara la silla presidencial de la república.

Fue entonces que Galán, es asesinado durante su campaña presidencial para 1990-1994, un 18 de agosto de 1989, a manos de uno de los 2 mil sicarios de Escobar, por autoría intelectual del mismo Pablo y Gonzalo Rodríguez Gacha.

Como ironías de la vida, por más de 10 años, las víctimas del narcoterrorismo que se vivía en las calles de Colombia, no solo fueron asesinados, ultrajados, amenazados y secuestrados por criminales al servicio del narcotráfico, sino por hombres quienes en cada actuar, encomendaban el éxito de sus delitos al Divino Niño de Atocha, a quien le rendían devoción; a la Virgen de la Medalla Milagrosa, para que les protegiera en todo momento y a Dios; el mismo Dios al que todos los colombianos, suplicaban misericordia para que acabara con la guerra entre el gobierno nacional y los carteles de la droga.

La mezcla entre astucia, codicia y cocaína; fueron lo que hicieron que el mismo hombre tan querido y admirado por muchos, debido a las tantas donaciones de dinero que hacía, construcción de casas y barrios, incluso reconocimiento a los jóvenes y equipos de futbol, también se fuera convirtiendo en el más temido y odiado asesino y narcotraficante, no solo del gobierno, sino también de toda la nación colombiana y demás carteles existentes para entonces.

Pasado solo tres semanas de la toma de posesión del presidente Cesar Gaviria, el 30 de agosto de 1990, se da el primer secuestro de aquel lapso de calamidad con el que ya se contaba.

Una entrevista con el cura Manuel Pérez, comandante supremo del Ejército de Liberación Nacional (ELN) era la oportunidad perfecta para que la directora del noticiero de televisión, Criptón y de la revista Hoy x Hoy de Bogotá Diana Turbay de Uribe, estuviera por fin, en las nefastas manos del patrón.

Azucena Liévano, editora de Criptón, el redactor Juan Vita, Richard Becerra y Orlando Acevedo camarógrafos del noticiero, y el periodista alemán, Hero Buss quien se encontraba radicado en Colombia, formaban el equipo de trabajo de Turbay y sus próximos compañeros de secuestros, en aquella tarde de agosto de 1990.

Poco menos de un mes, en septiembre del mismo año, Marina Montoya, hermana del ex secretario general de la Presidencia de la República, Germán Montoya, es secuestrada, tras un forzoso ataque de parte de los sicarios, cuando cerraba el restaurante Donde las Tías, en su propiedad, en el sector del norte de Bogotá.

Lo que poco se esperaba para esa misma tarde, era que horas después el jefe de redacción del diario El Tiempo, Francisco “pacho· Santos, fuera también secuestrado por los extraditables.

Para Luis Guillermo Pérez Montoya, hijo de Marina, solo podría haber una interpretación sobre el secuestro de su madre: había sido tomada, como represalia, por el incumplimiento del gobierno, a los acuerdos entre Germán Montoya y los Extraditables.

Sin embargo, para Pérez Montoya, era más seguro, mantener trato directo con el mismo Pablo Escobar, si quería la liberación de Marina, por lo que prefirió actuar sin compromisos con las autoridades colombianas.

Eran las siete y cinco de la noche en Bogotá, cuando Maruja Pachón de Villamizar, directora general de Focine, esposa del conocido político, Alberto Villamizar y hermana de Gloria Pachón, viuda de Luis Carlos Galán, se disponía a volver a su casa, después de una jornada de trabajo, junto a Beatriz Villamizar, su cuñada, esposa de Alberto; cuando ocho de los sicarios de Escobar, las asechaban para dar inicio a la peor pesadilla vivida por esta familia… el secuestro de Maruja y Beatriz.

La tarde del siete de noviembre de 1990, las cuñadas Villamizar, iniciaron a formar parte del grupo de rehenes, que se encontraban en manos de los extraditables, organización creada por los capos de la droga en Colombia en los años 80, presidida por el mismo Escobar Gaviria junto a Gonzalo Rodríguez Gacha, Fabio Ochoa y Carlos Enrique Lehder Rivas.

Para el amanecer del jueves 24 de enero de 1991, poco tiempo después del secuestro de Maruja y Beatriz, ya era eminente que los intentos de Luis Guillermo Pérez, habían resultado en vano; el cadáver de su madre, es hallado en un terreno baldío al norte de Bogotá, con la cabeza cubierta por una capucha y el cuerpo casi desbaratado por los seis tiros disparados desde más de cincuenta centímetros, sicarios al servicio de los extraditables, habían acabado con Marina.

Como si fuera poco el enero sombrío que había vivido la opinión pública y el gobierno colombiano, el 25 de enero del 91, a solo un día después del asesinato de Montoya y a consecuencia de varias llamadas anónimas que había recibido la policía, sobre movimiento de civiles armados en la vereda de Sabaneta y en especial en las fincas de Altos de la Cruz, Villa del Rosario y La Bola, los uniformados deciden hacer un operativo de guerra, con intención de hacer los allanamientos.

Era precisamente, en ese lugar donde se encontraban Turbay y su camarógrafo Richard secuestrados; el operativo resultó ser muy notable para los guardianes, por lo que todos parecían enloquecidos por el ruido de los helicópteros y el enfrentamiento de tiros en el que se encontraban.

Para Nydia Quintero, madre de Diana, ya era sobrentendido lo que podría suceder a parir de cualquier intento por la fuerza armada, el rescate de los secuestrados, por lo que ya había advertido al presidente Gaviria mediante un escrito, una súplica para que cesasen los operativos: “lo sabe el país y lo saben ustedes, que si en uno de los allanamientos tropiezan con los secuestrados, se podría producir una horrible tragedia”, señalando con la firme convicción de que el tiempo que transcurría sin hacer algo y los ejecutantes que siempre resultaban desfavorables, representaban cada vez más, la zozobra y el peligro para todos.

La misma mañana en la que había escrito Nydia Quintero al presidente Gaviria, la noticia sobre la muerte de los hermanos David Ricardo y Armando Alberto Prisco Lopera, cabecillas de la banda “Los Priscos”, acusados de sietes magnicidios de aquellos años y de ser los cerebros de los secuestros como el de Diana Turbay y su equipo, precipitó la paciencia de Escobar, al representar una pérdida irreparable para el patrón, y muy pronto sería demostrado con hechos.

El asesinato de Montoya, fue la primera alerta de venganza por la muerte de los sicarios del Capo.

A sabiendas de estos, la desesperanza y frustración ya, se habían apoderado de la madre de Diana, no cabía duda que las noticias que pronto recibiría de Turbay, no resultarían agradable.

Efectivamente, los operativos realizados por la policía, habían sido otro fallo más para las familias de los secuestrados y el gobierno colombiano. Diana Turbay, directora de Criptón y de la revista Hoy x Hoy de Bogotá, muere desangrada en un intercambio de balas entre sicarios y uniformados en medio de los operativos.

Beatriz Villamizar, fue liberada en febrero del 91, con el compromiso de Escobar y para acercar contacto con Alberto Villamizar, al momento su entrega. La liberación de Maruja Pachón, y Pacho Santos en mayo del mismo año, marcó el “inicio del fin” del narcotraficante más temido de Colombia. Pablo Escobar, se entrega a las autoridades colombianas, en Medellín.

Diez secuestrados, 2 asesinados y más de 2 mil víctimas de muertes, es saldo que Don Pablo dejó como factura por la lucha que siempre mantuvo, pero que nunca logró disfrutar sin escaparse de su propio desenlace mortal.

A pesar del terrorismo y narcotráfico sembrados y cosechados por el duro, el Robin Hood de las personas pobres del vecindario, el propio Dios de sus 2 mil sicarios y demonio de la nación colombiana, el capo, el patrón o Don Pablo, experimentó la mayor ironía de un narcoterrorismo… la misma cocaína que le dio todas sus riquezas, fue la misma cocaína que nunca llegó a probar; los más de 5 mil muertos a su causa, nunca los llegó asesinar con sus propias manos.

Conclusión

En conclusión, el dolor y la tristeza que dejan estos acontecimientos es muy difícil de remover, pero ahora no podemos pensar en eso, sino que debemos unirnos para acabar con esto, y así permitir que las nuevas generaciones vivan

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