Ocho edades del hombre

Se explican las denominadas 8 edades del hombre a través de distintas etapas considerando la edad del individuo, llevando con una linealidad estas edades, siendo la primera “la confianza básica versus desconfianza básica”, expresa que la primera demostración de confianza social de un niño es en la facilidad de su alimentación, su primer logro social es la de alejarse de la madre sin experimentar ningún tipo de ansiedad o rabia, proporcionándose un sentimiento de identidad, la confianza en esta edad implica en la mismidad y continuidad tanto con personas externas y uno mismo.

En psicopatología, la mejor manera de estudiar la ausencia de confianza consiste en observarla en la esquizofrenia infantil, el psicoanálisis supone diferenciación entre adentro y afuera siendo el origen de la proyección y la introyección siendo estos considerados como mecanismos de defensa. En la introyección sentimos y actuamos con bondad exterior convirtiéndola en certeza interior. En la proyección atribuimos a personas significativas el mal que en realidad existe en nosotros, ambos están modelados en el niño y quieren externalizar el dolor e internalizar el placer.

La cantidad de confianza depende de la relación materna. Las madres crean en sus hijos un sentimiento de confianza mediante el cuidado de las necesidades individuales del niño y con sentido de confiabilidad personal, esto crea en el niño la base de identidad para ello también los padres no solo deben de guiar a través de la prohibición y el permiso, sino que también deben de representar una convicción profunda de que todo lo que hace tiene un significado.

La segunda edad es “autonomía versus vergüenza y duda”, esta expresa que para las actitudes básicas alternativas tales como confianza y desconfianza se usa el término “sentimiento de” que se infiltra en el consciente y en el inconsciente, siendo estas maneras de experimentar o maneras de comportarse. Entra la maduración muscular que prepara dos series simultaneas de modalidades sociales que son aferrar y soltar estas pueden llevar a expectativas y actitudes hostiles o bondadosas. Aferrar puede significar retener o restringir en forma hostil, y puede significar tener y conservar, en patrón de cuidado. Soltar puede convertirse en una liberación hostil de fuerzas o bien en un dejar pasar y dejar vivir.

El control exterior en esta etapa debe ser firmemente tranquilizador donde el niño debe sentir la fe básica sin que corra peligro ante su cambio de actitud y de elegir por su propia cuenta entra en juego la firmeza la cual debe protegerlo de su sentido de discriminación, contra las experiencias arbitrarias y carentes de sentido de la vergüenza y la temprana duda.

Si se niega al niño la experiencia gradual de la libre elección aquel volverá contra sí mismo toda urgencia de discriminar y manipular, desarrollará una conciencia precoz, llegará a obsesionarse con su propia repetitividad.

La vergüenza es una emoción insuficientemente estudiada y absorbida fácilmente por la culpa. La vergüenza supone que uno está consciente de uno mismo, y se expresa desde muy temprano en un impulso a ocultar el rostro. Se utiliza en el método educativo, consistiendo en “Avergonzar”, La vergüenza visual precede a la culpa auditiva, siendo un sentimiento de maldad que uno experimenta en total soledad y con la voz del superyó.

La vergüenza no lleva al niño a una corrección genuina sino a tratar de hacer las cosas sin que nadie lo vea. La duda es hermana de la vergüenza, puede estar dominada por la voz de otros. El “atrás” es como se denomina al área del cuerpo que puede ser dominada e invadida por el poder de la autonomía de otros.

Esta etapa se vuelve decisiva para la proporción de amor y odio. Un sentimiento de autocontrol sin la perdida de la autoestimación da origen a un sentimiento perdurable de buena voluntad y orgullo mientras que un sentimiento de pérdida del autocontrol y de un sobrecontrol da origen a una propensión perdurable de duda y vergüenza.

Un sentimiento de dignidad apropiada y de independencia legitima por parte de los adultos, proporciona al niño de buena voluntad la expectativa confiada, no llevará a una duda o vergüenza indebida en la vida posterior y esto servirá para la preservación en la vida económica y política.

La tercera edad es la “iniciativa versus culpa” donde se expresa la iniciativa como la que agrega a la autonomía la cualidad, el planeamiento y el ataque de una tarea.

La etapa ambulatoria y de la genitalidad infantil agregan modalidades de conquistar y buscar el propio beneficio, aquí radia un sentimiento de culpa respecto a las metas planeadas y actos iniciados en el propio placer, mientras la autonomía puede llevar a una rabia llena de celos, los celos y la rivalidad infantiles alcanzan ahora su culminación por una posición de privilegio frente a la madre, el fracaso lleva a la resignación, a la culpa y a la ansiedad.

La etapa del complejo de castración es el temor por los genitales que han sufrido un daño como castigo por las fantasías relacionadas con su excitación, perpetua de los potenciales del crecimiento y un grupo correspondiente a los padres que sustenta e incrementa la autoobservacion, la autoorientacion y el autocastigo. Cuando el niño esté dispuesto a sobremanipularse puede desarrollar gradualmente un sentido de responsabilidad moral y encuentra un logro placentero.

El superyó del niño puede ser primitivo, cruel e inflexible hasta el punto de autoanulación.

Uno de los conflictos más profundos es el odio hacia el progenitor. La suspicacia o la ambigüedad, hace del hombre moral un gran peligro para su propio yo, y para el de sus semejantes.

La sensación de virtud más tarde puede volcarse intolerantemente de modo que el empeño predominante llega a ser la prohibición. El niño no está en ningún otro motivo tan dispuesto a aprender rápida y ávidamente, está ansioso y es capaz de hacer las cosas en forma cooperativa, construir y planear.

La cuarta edad “industria

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