Origen De La Vida
sofiatrujillo25 de Febrero de 2013
2.755 Palabras (12 Páginas)468 Visitas
ORIGEN DE LA VIDA / BIOGÉNESIS
Si bien la teoría de la evolución explica el desarrollo y la formación de las diversas especies vivas sobre la tierra, presupone la previa existencia de la vida, lo que conduce inevitablemente a preguntarse por el concepto mismo de qué es la vida, y al problema de su origen o problema de la biogénesis. La integración de una teoría sobre la biogénesis en el seno de una teoría evolutiva haría de ésta una vasta teoría relativa al proceso de transformación de la materia desde el origen del universo; proceso que integraría, pues, tanto la evolución de la materia inorgánica, como la de la materia orgánica.
De esta manera, mientras las teorías evolutivas remiten al problema del origen de la vida, la biogénesis remite a las teorías cosmológicas relativas al origen del universo. El problema del origen de la vida se ha planteado desde diversas perspectivas, que, obviamente, en sus inicios, fueron especialmente de tipo mítico y religioso, pero que, ya desde la aparición de la filosofía, intentaron evitar recurrir necesariamente al mito, lo que preparó el terreno para explicaciones de orden científico. Dentro del contexto mítico religioso, se concebía el problema de la biogénesis como una extrapolación de la experiencia del origen de la vida individual: nacimiento, desarrollo y muerte y, por ello, se buscaba, como en la vida del individuo, un progenitor, identificado generalmente con Dios.
En la tradición más extendida en occidente -la concepción dominante durante siglos, ligada a las creencias religiosas de matriz judeo-cristiana, se concebía el origen de la vida como un acto de creación divina, creación que podía entenderse como hecha de una vez por todas, o como una creación más o menos continua, lo que explicaba la generación espontánea. No obstante, esta última creencia (generalmente aceptada en el siglo XVIII e, incluso, en el siglo XIX), también podía explicarse a partir de un modelo mecanicista o reduccionista (fruto de la organización misma de la materia a partir de causas estrictamente naturales), sin necesidad de apelar a una creación.
En la filosofía antigua, Demócrito podría representar la corriente materialista, que explicaba la generación espontánea como el fruto de la reunión al azar de determinados átomos capaces de engendrar la vida, sin necesidad de sustentar la intervención de los dioses ni de ningún mecanismo teleológico. También Lucrecio proclamaba que «dondequiera que la materia inmensa encuentre un espacio que la contenga, no habrá dificultad ninguna para su desarrollo, y hará nacer la vida bajo formas variadas».
En cambio, la teoría hilemórfica de Aristóteles sustentaba la necesidad de la intervención de un principio formal estructurante de la materia, y se hacía eco de las concepciones que atribuían al alma la existencia de la vida. En el caso de los seres vivos, este principio formal era, según Aristóteles, las diversas almas: vegetativa, sensitiva e intelectiva. Debido a la gran influencia de este autor y a la preponderancia del pensamiento religioso, las concepciones vitalistas y animistas fueron las más extendidas durante siglos. Pero, en siglo XVII, a partir de la obra de Galileo y, especialmente, de Descartes, se concibió la posibilidad de entender los fenómenos vitales como reducibles a leyes mecánicas (lo que para los cartesianos, seguidores de una concepción dualista entre mente y materia, no era aplicable al caso del ser humano). El modelo del animal-máquina (que La Mettrie extendió al hombre en su hombre-máquina) daba el primer empuje a concepciones no estrictamente animistas. No obstante, la constatación de la complejidad de los organismos vivos (Malpighi) ponía en entredicho este fácil reduccionismo mecanicista. Por ello, en el siglo XVIII hubo un renacimiento de concepciones organicistas, vitalistas y animistas (Stahl), revitalizadas por la Naturphilosophie y la filosofía de Schelling. La aparición de la teoría celular, en cambio, revitalizó las concepciones reduccionistas (que explicaban los fenómenos vitales a partir de las reacciones físico-químicas) frente a las de corte más vitalista. Así, durante todo el siglo XIX la pugna entre mecanicismo y reduccionismo, por una parte, y vitalismo y emergentismo, de otra, fueron constantes.
En este contexto de pugna tuvo lugar la aparición y desarrollo del darwinismo o teoría evolucionista de Darwin. Pero si la teoría de la evolución, a pesar de sus muchas lagunas, daba explicaciones suficientemente satisfactorias para la aparición de las especies, la elaboración de una teoría científica sobre el origen de la vida no se desarrolló hasta bien entrado el siglo XX. No obstante, ya en el siglo XIX un hecho fundamental fue la síntesis de materia orgánica a partir de materia inorgánica (concretamente la síntesis de la urea), que abrió la posibilidad de explicar por causas puramente naturales el origen de la vida, ya que se demostraba la posible continuidad entre materia inorgánica y orgánica.
Así, podemos señalar que desde finales del siglo XIX las diversas concepciones para explicar el origen de la vida eran fundamentalmente las siguientes:
1) Las que le atribuían un origen divino: hipótesis religiosas compatibles tanto con el creacionismo como con otras modalidades de creencia religiosa, y compatibles también con la creencia en la generación espontánea, ya que ésta podía incluirse dentro de los planes de la divinidad. (En este contexto cabría situar la concepción biogenética de Teilhard de Chardin).
2) Las que atribuían a la vida un origen eterno. Evidentemente, aquí el término «origen» no tiene sentido, ya que si hay origen debe haber novedad y comienzo temporal. Aquello que es instantáneo o eterno no puede, pues, tener origen Así, si se declara la vida como eterna desaparece el problema del origen de la vida.
3) Las que la atribuían a la generación espontánea, que eran compatibles tanto con las doctrinas biogenéticas de origen divino, como con las doctrinas independientes de toda intervención sobrenatural (como en el mencionado caso de Demócrito, por ejemplo).
4) Las que le atribuyen un origen en una creación no divina: hipótesis del azar creador.5) Las que incluyen el origen de la vida dentro de un vasto proceso evolutivo que iría desde los componentes últimos de la materia hasta la vida. De este modo, se daría una cierta continuidad entre ambos polos. Actualmente, a partir de J.B.S.Haldane, Oparin, Melvin Calvin, H.Urey, Stanley Miller, y otros relevantes científicos, se da prioridad al enfoque evolucionista de la vida, englobando el problema de la biogénesis dentro de una vasta teoría evolutiva que iría desde el Big Bang hasta el ser humano y sus producciones culturales. A partir de los autores mencionados se ha considerado que la vida puede surgir como un fenómeno de autoorganización de la materia en unas determinadas condiciones prebióticas (es decir, previas a la aparición de la vida). Por otra parte, los estudios contemporáneos sobre sistemas alejados del equilibrio (Prigogine) han señalado la posibilidad de fenómenos de autoorganización en la cuales, a partir de un caos se genera espontáneamente un orden. El descubrimiento de la existencia de materia orgánica fuera de la Tierra, particularmente en algunos cometas, ha engendrado, por una parte, la hipótesis de un origen extraterrestre de la vida (panspermia), y, por otra parte, ha corroborado la posibilidad de la aparición de materia orgánica altamente organizada (aminoácidos, por ejemplo), en condiciones prebióticas en la misma Tierra, por lo que la aparición de materia orgánica como los aminoácidos que forman el ADN -molécula fundamental de la vida tal como la conocemos-, se muestra como un proceso plenamente natural. Recientemente se ha considerado, a partir del análisis de un meteorito de origen marciano, la posibilidad de la existencia de vida en Marte o, al menos, de la existencia pasada de fenómenos vitales en dicho planeta, lo que vendría a ser la primera evidencia científica, en el caso de comprobarse dicha hipótesis, de existencia de vida extraterrestre.
Concepciones eternalistas de la vida e hipótesis de la panspermia
Las concepciones eternalistas de la vida defendidas a finales del siglo XIX y comienzos del XX, surgieron principalmente para oponerse a las corrientes vitalistas. Precisamente, por afirmar que la vida era una propiedad de la materia, la consideraban eterna como ésta. Pero está claro que, declarar eterno el «origen» de la vida, es un contrasentido puesto que, por la misma definición de eternidad, nada eterno puede tener origen. Por ello, la declaración de eternidad de la vida, supone eliminar el problema de la biogénesis más que afrontarlo.
Ya Engels se había opuesto a esta concepción, al declarar en Dialéctica de la naturaleza que un materialismo
...