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PRINCIPIO DE NO MALEFICENCIA EN LA ÉTICA DE ENFERMERÍA.


Enviado por   •  15 de Marzo de 2014  •  2.350 Palabras (10 Páginas)  •  1.108 Visitas

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INTRODUCCIÓN

La ética ha sido desde siempre un factor muy importante en la medicina occidental, así como para los grandes pensadores como lo son los sofistas quienes desarrollaron la ética en el contexto de la filosofía de la Antigua Grecia, que se extiende desde el Siglo V a. C., hasta el siglo II a, C. En las reflexiones de estos filósofos griegos, se encuentran todos los aspectos que conforman la moral y moralidad del individuo, aunque es en las últimas décadas cuando lo es principalmente al desarrollo de la tecnología sanitaria y al avance en los derechos de los usuarios de los servicios socio sanitarios, porque ha influido en el establecimiento de normas que regulan las conductas relacionadas con la salud y, de forma específica, en las profesiones sanitarias.

La ética no es el conjunto de principios, ni tratados, ni leyes que obligatoriamente debamos acatar y cumplir, sino más bien una orientación armónica que nos va a ayudar a orientar a la conducta en la vida. Mientras que para los sofistas es el conjuntó de la moral y moralidad del individuo, concebido este como miembro de una polis o Ciudad-Estado de ese conjunto de reflexiones surge la ética, por lo tanto, el estudio y reflexión de vivencias pasadas que nos marcan para establecer así una conducta a seguir ante los hechos diarios. La ética nos preocupa por la bondad o maldad de las acciones humanas, trata de conocer por qué un acto es moralmente bueno o malo y analiza los actos humanos enmarcándolos en unos principios o valores morales.

Desde los comienzos del arte médico, la ética se ha caracterizado porque en la relación sanitario-paciente ha imperado un modelo paternalista que en el caso de los médicos ha recibido el nombre de paternalismo médico y en el caso de los profesionales de enfermería, el maternalismo enfermero. Se entiende a este último como la actitud del profesional que considera al enfermo incapacitado para poder decidir sobre su propia situación de enfermedad y para la aplicación por sí mismo de los cuidados y de los procedimientos y técnicas que le pueden ser de ayuda. Su actitud ha tendido a ser no dar ninguna información al enfermo sobre lo que se le realizaba, y restar importancia a su situación de enfermedad con el propósito de evitarle sufrimiento, pero dejando al enfermo sin poder decidir, por desconocimiento de la realidad, sobre temas que atañen a su existencia. A esto ha contribuido también la actitud del enfermo y su familia, que venía dejando en manos de los profesionales sanitarios la toma de decisiones con total confianza en su decisión, y desentendiéndose de su propia responsabilidad.

El modelo paternalista de relación se ha ido modificando a medida que la sociedad se ha vuelto más pragmática y el individuo más autónomo junto con la magnitud de los cambios cuantitativos y cualitativos producidos en la sociedad, como consecuencia principalmente

del enorme desarrollo científico, que ha obligado a revisar los planteamientos individuales y colectivos en torno a numerosas cuestiones que afectan al ser humano. Estos factores hacen que la toma de decisiones frente a los nuevos problemas éticos que surgen en el marco sociosanitario de atención sean cada vez más complicados. Dice Drane que “la asistencia médica no puede prestarse en un entorno de incertidumbre ética en el que los médicos y profesionales de enfermería se limiten a dejarse llevar por sus preferencias personales. El modo en que se trata al paciente no puede depender de quien realiza en tratamiento o dónde se lleva a cabo”.1

Junto con las nuevas técnicas aparecidas en los últimos años (diálisis, transplantes, mantenimiento artificial de las funciones vitales, etc.), que hacen que cada vez más se muera “deshumanizadamente” en los hospitales, aumentan las enfermedades crónicas y se disparan los gastos sanitarios por la mayor demanda, haciendo que el ciudadano medio asista y contemple todo con asombro y miedo. Todo ello hace que nos replanteemos el papel desempeñado por la atención sanitaria, haciendo de ésta una relación conflictiva. Frente a toda esta situación, la sociedad y los individuos reivindican y exigen, a través de “la defensa de los consumidores”, y “derechos de los pacientes”, una relación adulta, de personas que mutuamente se necesitan y respetan. De este contexto histórico surge la 1ª Carta de Derechos del paciente (1973) 2 que de alguna manera viene a salvaguardar la autonomía del enfermo frente al hospital. A partir de este momento el consentimiento informado 3 es una obligación ética y legal. La propia Constitución de 1917 4 reconoce el carácter prevalente al “bien fundamental de la libertad” sirviendo de cobertura legal al consentimiento informado en cuanto “derecho de autodisposición” que ejerce el usuario ante todos los profesionales sanitarios, incluido el personal de enfermería.ART 5.

Por lo que se realiza el presente ensayo de principio de no maleficencia en la ética de enfermería ya que se identifico que en la actualidad se ha perdido el aspecto de valores éticos en la enfermería principalmente el de no maleficencia que simplemente es el” no hacer daño al prójimo” puesto que las tecnologías han desplegado el aspecto de valores mientras a la personas de cuidado no se le ve de forma tri esferal sino de forma biológica o de maquinaria.

Dice Colliére: “Desempeñando el rol de enfermera del que está investida, la enfermera experimenta en el curso de su formación y durante el ejercicio profesional la influencia de corrientes predominantes que contribuyen a orientar de forma determinante los imperativos de su rol”.5

Dentro del Código Deontológico de 1989 parte de una concepción integral del ser humano que impregna todo su contenido, expresándose a este respecto en el mismo prólogo lo siguiente: “el hombre como unidad indisoluble compuesto de cuerpo y mente, sujeto a los diferentes efectos que estos elementos producen sobre él, es a su vez, un ser eminentemente social, inmerso en un medio que le influye positiva o negativamente dependiendo de múltiples factores que pueden ser políticos, económicos, geográficos, culturales, etc., y estableciéndose una relación entre él y su entorno que determinará su grado de bienestar; de ahí que resulte fundamental contemplarlo desde un punto de vista integral”. Y se menciona por todo ello, entendemos que el hombre es un ser bio-psico-social dinámico, que interactúa dentro del contexto total de su ambiente, y participa como miembro de una comunidad. La salud se concibe como un proceso de crecimiento

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