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Reporte De Lectura Sobre Vazquez


Enviado por   •  1 de Junio de 2014  •  2.130 Palabras (9 Páginas)  •  340 Visitas

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Jaques Derridá y Jean Lucke Ferry retoman un mismo problema y el antagonismo entre la imposibilidad de aprender a vivir, y la posibilidad de aprender a vivir, presentados en sus respectivos documentos titulados, aprenderé a vivir en fin y aprenderé a vivir.

Vázquez expone su deseo de retomar algunas cuestiones del libro de Jaques Derrida, para luego dar paso con mayor énfasis, a las ideas de Luc Ferry.

FILOSOFÍA Y APRENDER A VIVIR

Retoma de Jaques Derridá sus ideas en relación al hecho de poder aprender a vivir, considerando que esta frase lleva como significado “madurar”, mientras que aprender y sobre todo de sí mismo, lleva como significado “educar”. ¿Se puede aprender a vivir?, ¿Se puede enseñar a vivir?, son los cuestionamientos que hace Derridá; sin embargo, al referirse a su persona indica entonces que permanece ineducable en lo que respecta al saber vivir, o a la sabiduría de saber morir, pues para él lo mismo da una cosa que otra, cuando se “acorta el plazo de manera acelerada”.

Vázquez se pregunta a quien van dirigidas las palabras de Ferry en relación a que:

“Debemos aprender a vivir y amar como adultos, buscar la forma de lo que conviene hacer aquí y ahora para disfrutar con aquellos a los que amamos. La sabiduría del aquí existe y es la culminación de un humanismo desembarazado de las ilusiones de la metafísica y de la religión”

Considera que el sentido de estas palabras es de orientación, y es el resultado de su propia experiencia y de la enseñanza que desea transmitir a posteriores generaciones a la suya, para no incurrir en los errores que los más adultos lamentan, pues van dirigidas a un público integrado por generaciones posteriores a la suya, que demandan de la filosofía APRENDER A VIVIR, situación que ha sido difícil de satisfacer pues existe una distancia considerable entre el público y los productos de la filosofía académica.

Rescata la intervención del marketing editorial hacia la venta de 100,000 ejemplares en Francia en menos de dos meses, pues se imprime un título como el ya mencionado y se incluye en la contraportada, información acerca de la facilidad para comprender las visiones del mundo que han forjado la historia del pensamiento; hecho que no sucede con la mayoría de los textos filosóficos, pues van acompañados de una “prolija y técnica historia efectual, escasamente digerible”. Existe una pretensión hacia corregir la imagen pública del filósofo ante el lector, es decir, reducir la distancia entre ambos, a través del fenómeno de la difusión y divulgación.

Complementa lo anterior, con el comentario de Roger Pol-Droit, quien advierte que “los filósofos no son extraterrestres, sino gente como nosotros, con sus temores, sus emociones, sus esperanzas y sus ideas fijas”, no son Dioses ni son aburridos, y es necesario visitarlos con frecuencia. Y hacer ver así mismo, la nueva ubicación de los libros de filosofía en las librerías, junto a los libros de religión, de literatura esotérica, de autoayuda o de pedagogía, producto de la necesidad del hombre por recurrir a una lista de autores que aconsejan como debe el hombre aprender a vivir; destacándose autores como Jorge Bucay, Ramiro Calle y José A. Marina.

“Toda obra de filosofía debe permitir la popularización; si no, probablemente, disimula absurdidades bajo una nube de aparente agudeza”; así lo expresaba Kant, ya desde entonces. Sin embargo, es necesario dar respuesta al afán de conocimiento filosófico. ¿Cuál es el sentido del mismo?

Quizá la filosofía fue capaz de ofertar en su momento lo demandado, sin embargo, estas antiguas cosmovisiones se muestran impotentes en la actualidad y se hace necesario por lo tanto, forjar una visión compartida del mundo, de tal forma que dé respuesta a cuestiones vitales y cuya comprensión sea capaz de orientar un contexto cada vez más desorientado.

Con ello, se decreta el final de los grandes relatos que ofrecían una versión accesible del sentido ahora ausente y se da paso a la vida al lugar que filosóficamente se le había negado de un tiempo a esta parte, pues se creía estaba fuera de juego. Se esboza entonces su centralidad manifiesta como ejemplo, en el discurso biográfico, en sus modalidades de biografía o autobiografía, y como una aliada de la memoria y antídoto del olvido.

El retorno de lo biográfico, es significado de vuelta a la vida y su centralidad, el tránsito de un logocentrismo deconstruido a un biocentrismo de alcance aún incierto, donde todo parece cooperar a favor de la superviviencia. Se considera entonces al siglo XX el siglo de la vida, incluidas sus manifestaciones, problemas y sus límites; sin olvidar que ello no significa la desaparición de la filosofía, sino la actualización que la vida de la filosofía, su supervivencia o continuidad, reconociendo el lugar central de la vida, y suscribiendo la lógica del biocentrismo.

Su retorno se debe a que se han venido abajo las certezas acumuladas sobre ella, al igual que los saberes que la disciplinaban, convirtiéndola en una fuente de perplejidades antes que seguridades. Se puede decir que nunca se había ido, pues nos lo recuerdan hechos como que: “nos ha sido impuesta, nos resulta demasiado pesada, nos depara sufrimientos, decepciones, y empresas imposibles entre otros; y para soportarla nos apoyamos en lenitivos o muletas, que según Freud( citado en Vázquez, 2009) existen estrategias que nos hacen tolerable la vida intolerable. Entre ellas: distracciones poderosas que nos hacen parecer pequeña nuestra miseria, satisfacciones sustitutivas que la reducen y narcóticos que nos tornan insensibles a ella.

Sin embargo, más allá de todo ello y no considerarlo como una Luc Ferry destaca tres dispositivos mayores mediante los cuales la cultura de occidente ha hecho frente a la carga de trabajo, que la vida representa: la religión, la tradición, la educación.

La religión aporta sentido en la medida en que se acepte la lógica de la fe y se comulgue con los supuestos de la revelación y comienza cuando el discurso de la filosofía se aboca al silencio. Ambas se consideran competidoras a la hora de orientar un mundo de vida humano, capaz de proyectar sentido a una vida sin sentido.

La tradición concluye en un mundo tecnificado en el que se clausuran o invierten los antiguos ideales, no se alcanza la perfección de su cumplimiento, pues se ha perdido cualquier tipo de control sobre el mismo. Ello conduce a un mundo sin idea de sí, que constituye su actual realidad, lo que puede llamarse un control descontrolado.

La educación por su parte, constituye el conocimiento refugiado en la

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