Resumen Obra La Isla Misteriosa- Jv
andradereinita13 de Julio de 2015
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10. Librodot La isla misteriosa Julio Verneatravesar las líneas sitiadoras y llegar al campo de los separatistas. El gobernador autorizó la tentativa. Un aerostato fue fabricado ypuesto a disposición de Jonathan Forster, al que le debían acompañar enel viaje aéreo cinco compañeros armados para defenderse en dondeaterrizaran, en caso de ser atacados, y víveres, por si la excursión seprolongaba. La partida del globo había sido fijada para el 18 de marzo. Debíaefectuarse durante la noche, y con un viento de nordeste de medianafuerza los aeronautas creían que en pocas horas llegarían al cuartelgeneral de Lee. Pero el viento del nordeste no fue más que brisa; el día 18 pudoobservarse que se convertiría en huracán. Sobrevino la tempestad, y lapartida de Forster fue aplazada, ya que era imposible arriesgar elaerostato y a los ocupantes en medio de los desencadenados elementos. El globo, hinchado en la plaza de Richmond, partiría al calmarse elviento, y en la ciudad había impaciencia porque la atmósfera no semodificaba. Transcurrieron el 18 y el 19 de marzo sin que se produjera ningúncambio en la tormenta, y costó ímprobo trabajo mantener el globoamarrado y evitar que lo destrozara el huracán. Pasó también la noche del 19 al 20; por la mañana, el huracán hacíaque la partida fuera imposible. Ese día se acercó al ingeniero Ciro Smith, en una de las calles deRichmond, un hombre a quien no conocía: era un marino llamadoPencroff, de treinta y cinco a cuarenta años de edad, fuerte, de rostroatezado, ojos vivos y parpadeantes, pero de buen aspecto. Pencroff eraun norteamericano que había corrido todos los mares y le había sucedidotodo lo que puede ocurrir a un bípedo sin plumas. Es inútil decir que erade carácter emprendedor, capaz de todo y que no se admiraba de nada.Pencroff, a primeros de año, había ido para asuntos particulares aRichmond, con un joven de quince años, Harbert Brown, de NuevaJersey, hijo de su capitán, un huérfano al que amaba como a su propiohijo. No habiendo podido abandonar la ciudad antes de las primerasoperaciones del sitio, se encontró bloqueado con gran disgusto y sólopensaba escaparse como fuera. Conocía la reputación del ingeniero CiroSmith y sabía que esperaba lo mismo que él deseaba. Así, pues, no vacilóen acercarse a él diciéndole sin rodeos: -Señor Smith, ¿está usted cansado de Richmond? -El ingeniero miróal hombre que le hablaba así, y que añadió en voz baja-: Señor Smith,¿quiere usted escapar? -¿Cuando...? -respondió el ingeniero, y se puede afirmar que estarespuesta se le escapó, pues aún no había examinado al desconocido quele había dirigido la palabra. Pero después de haber observado con una mirada penetrante la lealfigura del marino, no pudo dudar de que se hallaba en presencia de unhombre honrado.
11. Librodot La isla misteriosa Julio Verne -¿Quién es usted? -preguntó. Pencroff se dio a conocer. -Bien -respondió Ciro Smith-. ¿Y cómo? -Con ese globo holgazán que no hace nada, y que juraría que nos estáinvitando... El marino no tuvo necesidad de acabar la frase. El ingeniero le habíacomprendido desde la primera palabra. Asió a Pencroff de un brazo y lellevó a su casa, donde el marino desarrolló su proyecto, muy sencillo. Noarriesgaba más que su vida. El huracán estaba entonces en toda suviolencia, pero un ingeniero diestro y audaz, como Ciro Smith, sabríaconducir bien su aerostato. Si él, Pencroff, supiera manejarlo, no habríavacilado en partir (con Harbert, se entiende). ¡Había visto otras y no leasustaba una tempestad más! Ciro Smith había escuchado al marino sin decir palabra, pero sus ojosbrillaban. La ocasión se le presentaba y no quería dejarla escapar. Elproyecto era muy peligroso, pero realizable. Durante la noche, a pesar dela vigilancia, podría acercarse al globo, deslizarse en la barquilla y cortarlas cuerdas que le retenían. Claro está que se exponían a morir, perotambién había alguna
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