Sobre La Libertad
motto19 de Septiembre de 2011
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uemos, e incluso, aunque ellos pudieran encontrar nuestra conducta
tonta, mala o falsa. En tercer lugar, de esta libertad de cada individuo resulta,
dentro de los mismos límites, la libertad de asociación entre los individuos; la
libertad de unirse para la consecución de un fin cualquiera, siempre que sea
inofensivo para los demás y con tal que las personas asociadas sean mayores
de edad y no se encuentren coaccionadas ni engañadas.
No se puede llamar libre a una sociedad, cualquiera que sea la forma de su
gobierno, si estas libertades no son respetadas por él a todo evento; y ninguna
será completamente libre, si estas libertades no existen en ella de una manera
absoluta y sin reserva.
La única libertad que merece este nombre es la de buscar nuestro propio bien
a nuestra propia manera, en tanto que no intentemos privar de sus bienes a
otros, o frenar sus esfuerzos para obtenerla. Cada cual es el mejor guardián
de su propia salud, sea física, mental o espiritual. La especie humana ganará
más en dejar a cada uno que viva como le guste más, que en obligarle a vivir
como guste al resto de sus semejantes.
Aunque esta doctrina no sea en absoluto nueva y pueda tener, para algunas
personas, aspecto de perogrullada, no existe ninguna otra que se oponga más directamente a la tendencia general de la opinión y de la costumbre existentes. La sociedad se ha preocupado tanto, con arreglo a sus luces, de tratar de
obligar a los hombres a seguir sus nociones de perfección personal, como en
coaccionarles a seguir sus nociones de perfección social. Las repúblicas de la
antigüedad se creían con derecho (y los filósofos apoyaban su pretensión) de
reglamentar toda la conducta humana por medio de la autoridad pública, con
el pretexto de que la disciplina física y moral de cada ciudadano es de un
profundo interés para el Estado. Esta manera de pensar podía ser admisible
en las pequeñas repúblicas rodeadas de enemigos poderosos, en peligro
constante de ser atacadas, o de ser sumidas en una conmoción interior. En
tales Estados, fácilmente podía ser funesto el que la energía y el dominio de
los hombres sobre sí mismos se relajasen por un solo instante, y por tanto no
les era dado esperar los efectos permanentes y saludables de la libertad. En el
mundo moderno, la importancia cada vez mayor de las comunidades
políticas, y, sobre todo, la separación de la autoridad espiritual de la temporal
(colocando la dirección de la conciencia del hombre en manos diferentes de
las que controlan sus asuntos mundanos), impidieron una intervención
grande de la ley en los detalles de la vida privada; pero el mecanismo de la
represión moral fue manejado más enérgicamente contra las discrepancias de
la opinión reinante acerca de la conciencia individual que en los asuntos
sociales; por otra parte la religión, habiendo sido gobernada casi siempre por
la ambición de jerarquía y por un anhelo de gobernar todos los
departamentos de la conducta humana, o por un espíritu de puritanismo, es
uno de los más poderosos elementos que han contribuido a la formación del
sentimiento moral. Algunos de los reformadores modernos, entre los que más
violentamente han atacado a las religiones del pasado, no se han quedado
atrás con respecto a las iglesias y las sectas, al afirmar el derecho a un
dominio espiritual. Citaremos en particular a M. Comte, cuyo sistema social,
tal como lo expone en su Systéme de politique positive, tiende a establecer (más
bien, es verdad, por medios morales, que por medios
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