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Enviado por   •  17 de Julio de 2012  •  814 Palabras (4 Páginas)  •  636 Visitas

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El Salvador: La masacre de “El Mozote”: memoria en tiempos de paz

Sol Yánez

Rebelión

El día en que en el Mozote los militares en un operativo de tierra arrasada asesinaron y quemaron a más de mil personas- la mitad niños y niñas menores de doce años y el resto mujeres-, apareció una luna llena, muy llena; como queriendo alumbrar tanta oscuridad. Y esa misma luna llamó a miles de luciérnagas que subieron hacia esa luz, entrelazándose en un gran remolino. Unos campesinos lo vieron y gritaron: “son las almas de los ninos,… como angelitos que suben al cielo.”

Corría el año 1981, un 11 de diciembre. El Salvador, país centroamericano, estaba inmerso en un conflicto armado que duraría aun 11 años mas… en una espiral polarizada de violencia armada entre el ejército- financiado por EEUU- y los salvadoreños que pedían el derecho a la tierra y a los derechos fundamentales.¬ Ese fatídico 11 de diciembre y los días que le siguieron, el Mozote y la Joya, y Cerro Pando, y Quebrachos y varios caseríos mas, se cubrieron de un espeso humo negro.

Un humo negro que el viento llevo como mensajero del horror hacia todos los cantones: un humo hecho con los nombres de los niños y de las mujeres cuyos cuerpos ardían bajo la mayor masacre de Latinoamérica. Nombres que llevaban la herida profunda, los golpes, la humillación, el desprecio, el horror, el sinsentido, la crueldad, la tortura y la ofensa a la humanidad entera.

Tierra Arrasada, dos palabras que se convirtieron en miles de trozos, en esperanzas rotas, en vidas convertidas en humo. Un silencio profundo penetro en todo ese territorio, como un manto que cubría el miedo y la vivencia de las cosas que se nos atragantan en el cuerpo y que no pueden aun nombrarse . Y la impunidad se paseo de la mano de la mentira institucionalizada, y lo invisibilizó para el país y para el mundo, como tantas otras atrocidades perpetradas en América Latina.

Después de casi 30 años de esa masacre, los sobrevivientes y víctimas de ese humo negro -cuya densidad, aroma y sabor guardan bajo su piel y su corazón- siguen queriendo que se conozca la verdad, y que haya justicia y reparación. Una verdad convocada por una larga lista de nombres: los familiares, los que quedaron para llevar la antorcha de sus seres queridos asesinados: “ vengo a representar a mi padre, a mis hermanos, a mis hijos a mi esposo, me quede sin nadie, me mataron a veintidós y me quede solo en el mundo, he pasado años yendo de un lado para otro sin poder olvidar, tengo un recuerdo de profundo dolor: no hubo ley que juzgara esa masacre, las cicatrices, las heridas, los golpes, la vida de nuestros seres queridos.”

Son las palabras de estos días en que se reúnen y toman la palabra invisibilizada. Conmueve y desgarra la locura de

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