Todas As Mañanas Del Mundo
nanyna29 de Julio de 2014
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Todas las mañanas del mundo
Tzvetan Todorov
Este texto fue publicado con el título "Tous
les matins du monde" en el número especial de
Télérama de
dicado a la e
xposición "Lumières ! un héritage
pour d
emain" [¡La Ilustración! Una
herencia para mañana], organizada en
la Biblioteca Nacion
al de Francia, c
uyo encargado fue
Tzvetan Todorov.
El texto retoma las grandes líneas del último capítulo
del libro L'esprit des Lumières [El espíritu de
la Ilustración] de este autor, publicado por el editor Robert Laffont en marzo de 2006.
¿Está el espíritu de la Ilustración siempre y en todas
partes? Tres siglos antes de Jesucristo, en la
India, la razón se inmiscuye en la po
lítica; en la China de
Confucio, florece el amor al saber; desde
1615, un pensador afr
icano denuncia la esclavitud... Y, más tarde, en el siglo XIX, movimientos
ilustrados se diseminarán
por todos los continentes
. Si bien Europa no
tiene el privilegio de esas
ideas, es su crisol. Lo que es más, la Ilustración es constitutiva de su propia identidad...
El espíritu de la Ilustración, tal como
se le puede describi
r hoy en día, con
lleva una característica
problemática: enc
ontramos los ingredientes en épocas di
versas, en todas las grandes civilizaciones
del mundo. Sin embargo,
también se trata de un hecho histórico que tomó cue
rpo en un momento
preciso, en el siglo XVIII, y en un lugar específico: Europa occidental.
El pensamiento de la Ilustración es universal, aun cuando no se le pueda observar en todas
partes y siempre. No se trata sólo de las prácticas que la pres
uponen, sino
también de una toma de
conciencia teórica. Se encuentran sus rastros de
sde el siglo III antes de Cristo, en la India, en los
preceptos dirigidos a los emperadores o en los ed
ictos que éstos difunde
n; o también entre los
"librepensadores" del is
lam en los siglos V
III al X; o
durante la renovación del confucianismo bajo
los Song, en China, en los siglos XI y XII; o en los mov
imientos de hostilidad a la esclavitud en
África negra, en el siglo XVII y a principios del XV
III. Enumeremos, un poco al
azar, algunos de
estos elementos de doctrina que provienen de las regiones más diversas.
Tal es el caso de las r
ecomendaciones de tolerancia religiosa
ligadas a la pluralidad de las
religiones practicadas en un mismo territorio: bra
hmanismo y budismo en India, confucianismo y
budismo en China, presencia de musulmanes, judíos
, cristianos, zoroastras y maniqueos en lo que
se convirtió en las tierras d
el islam; o incluso, en
Africa negra, la copresencia del islam y las
tradiciones paganas. En todas partes se comprueba
-como se dirá con frecuencia en Europa en el
siglo XVIII- que la toleran
cia es, para t
odos, preferible a la guerra y las persecuciones. Otra
exigencia, probablemente ligada a la anterior, se re
fiere a la necesidad de
separar lo político y lo
teológico, el poder del Estado y el
de la religión. Se desea que la sociedad de los hombres esté
dirigida sobre la base de principios
puramente humanos y,
por lo tanto, que el poder sobre la
tierra
esté en las manos del Príncipe antes que en las de los intermediarios con el más allá.
Autonomía del poder
político, autonomía
también del conocimiento. Al igual que la idea,
presente en la India, de que el rey no debe someterse
a la tradición, a los presagios o al mensaje de
los astros, sino que debe confiar únicamente en la
investigación racional. O también la defensa, en
el siglo IX, por el
célebre médico árabe Al-Razi,
del saber estrictamente huma
no, derivado de la
experiencia y enmarcado sólo
por la razón. En
China, las numerosas invenciones técnicas
atestiguan una actitud de libre investigación en
el campo del saber. Sucede lo mismo con los
progresos logrados
en el mundo is
lámico
por ciencias como las
matemáticas, la as
tronomía, la
óptica y la medicina.
Otro rasgo igualmente di
fundido concie
rne al concepto mismo de la universalidad: la
dignidad igual de todos los seres humanos, los fun
damentos universales de la moral y, por lo tanto,
la unidad del género humano. "No hay actividad
superior a hacer el bien
para el mundo entero",
declara el emperador
de la India, Asoka, en el siglo
III a.C. Este concepto de universalidad
también
se convierte en el punto de partida de la
lucha contra la esclavitud en Africa. En
1615, en
Tombuctú, Ahmed Baba escribe un tratado que aboga por la igualdad de las razas, negando así toda
legitimidad de las prácticas esclavistas.
Las manifestaciones que re
úno aquí un poco arbitrar
iamente a partir de lo que consideramos
es el espíritu de la Ilustración europea desempeñan un papel más o menos fuerte, más o menos
durable. En la India, la recomendación dirigida al monarca de privilegiar la investigación racional en
detrimento de las creencias y
las supersticiones es exclusiva para él y no se gener
alizará a toda la
población. Si hay una proximidad con la Ilus
tración, será
esencialmente con lo que se
llama el
"despotismo ilustrado". Los librepensadores mu
sulmanes fueron severamente
reprimidos a partir
del siglo X. El acercamiento más significativo se da con la enseñanza confuciana en China que tiene
que ver por principio con un mundo natural y humano, y que plan
tea como objetivo el
perfeccionamiento de la persona y como medios,
la educación y el trabajo. No es casual que los
filósofos europeos
del siglo XVIII e
xpresen una simp
atía particular
por el "modelo" chino (del
cual, debe decirse, tienen una idea más bien aproximada).
Estos desarrollos múltiples atestiguan la univers
alidad de las ideas de la Ilustración, para
nada privativas sólo de
los europeos. Sin embargo, es en Europa en el siglo XV
III
donde este
movimiento se acelera y
se refuer
za; allí se
formula la gran síntesis de pensamiento que se extiende
después a todos los continentes: primero a Norteamérica, luego por Europa misma, América Latina,
Asia y Africa. Uno no puede dejar de preguntars
e: ¿por qué en Europa y no en otra parte,
por
ejemplo en China? Sin tratar de dilucidar esta
pregunta dif
ícil (las mutaciones históricas son
fenómenos complejos, con causas
múltiples, incluso contradictorias
), puede señalarse un rasgo
presente en Europa y ausente en otras partes: la
autonomía política, la
del pueblo y la del individuo,
al cual hay que dar un lugar en el seno de la sociedad y no fuera de ella (como podía ser el caso de
los "renunciantes" en la India, místicos en tierra
s islámicas, monjes en Chi
na). Lo propio de la
Ilustración europea es haber pre
parado la llegada de las nocione
s de individuo y democracia. Pe
ro,
¿cómo explicar que esas ideas hayan podido prosperar precisamente en Europa?
También aquí la respuesta es compleja. Sin
embargo, un hecho salta a la vista: Europa es
una y múltiple a la vez. Los hombre
s de la Ilustración al fin de
cuentas tienen unanimidad al
respecto. Reconocen que las po
tencias europeas forman entre ellas
una especie de sistema, que
están ligadas por el comercio tanto como por la po
lítica, que se refieren a los mismos principios
generales. No obstante, también son sensibles a las
diferencias que separan a los países. Y con
justa razón: sacan provecho de esas diferencias.(1) El v
iaje y la estancia en
el extranjero, más que
común, se ha convertido en indispensable. Antes
de dedicarse a su gran
obra, El espíritu de las
leyes, Montesquieu considera neces
ario recorrer Europa y estudiar
las costumbres de los distintos
pueblos que allí se encuentran.
Para completar su educación, J
ames Boswell, jurista y escritor
escocés, se lanza a un gran viaje
por Europa. En cuanto al príncipe de Ligne, maris
cal de campo
austriaco, embajador en Rusia, escritor de lengua
francesa, calculó haber hecho treinta y cuatro
veces el trayecto entre Bruselas y Viena y haber pasado
más de tres años de su vida en coche: "Me
gusta mi condición extranjera en todas partes: fra
ncés en Austria, austriaco en Francia,
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