Una Vieja Cafeteria

No me Quedo más que ir a esa vieja cafetería. Entre y me quite la capucha, mire a varios ancianos con sus cafés y sus periódicos en mano, pero uno me llamo la atención, un anciano, rondaba por los 60 años, se dirigía al gran piano viejo de la cafetería y empezó a tocar una canción muy bonita, a veces paraba y secaba sus lagrimas. Yo sin perder esa tonada me senté en una de las mesas que daban para la ventana la cual estaba llena de gotas las cuales parecían que juban carreras, para ver quien llegaba al marco de la ventana primero. Reí ante mi pensamiento.

El anciano del piano tomo su café con sus manos temblorosas y con un pequeño sorbo lo saboreo, tomó sus partituras, las acomodo y volvió a tocar…

Sus ojos brillaban y en veces goteaban. Cuando termino me miro y se dirigió hacia mí.

Yo tenia lagrimas en los ojos. Se seto en la silla que estaba frente a la mía.

--¿Por qué lloras, Linda?—Pregunto con cierta dulzura, vestía con un traje gris, un sombrero negro que resaltaban sus canas, y una pequeña flor en el bolsillo. Un agradable anciano.

--Toque otra vez viejo perdedor, hace que me sienta bien, es tan triste mi noche que su canción me sabe a derrota y a miel—Dije con un hilo de voz, mirándolo con una sonrisa.

--Umh Ya veo, Mal de amores…-- Su respuesta me sorprendió.—Antes de tocar otra canción, te contare una historia—Le preste atención

--Era un sábado, no importa el mes. Un joven aferrado al piano y una linda joven que apreciaba tanto la música. El se volvió el más joven maestro en el piano y ella su acompañante, hasta que las partituras de aquel joven se vieron empapadas en alcohol y los ojos de la joven en lagrimas empezó a encerrarse en el cuarto donde estaba el piano, hasta que murió de hambre, el muchacho golpeo el piano del coraje, ya que era la persona que más amaba y prometió nunca volver a tocar. Pero heme aquí un hombre aferrado al piano—Bajo la cabeza.—No importa lo que haya hecho esa persona que te lastimo, escucha antes de hablar y piensa antes de hacer— esas palabras resonaron en mi. Podía perderlo todo por un simple capricho. Mi cabeza miro hacia el suelo.

Cuando voltee aquel hombre ya no estaba. Pero arriba del piano pude notar que la flor de su saco reposaba arriba de aquel periódico. Me levante de la mesa y pude notar que el café estaba como recién servido, tome la servilleta en la cual había algo escrito: ‘’Yo morí después que ella’’. Rápidamente tome el periódico y mire la fecha de este: Sábado 5 de abril de 1918…

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