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ÉTICA MÍNIMA ENSAYO


Enviado por   •  4 de Marzo de 2014  •  4.877 Palabras (20 Páginas)  •  451 Visitas

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Adela Cortina. Ética mínima.

Siempre han surgido confusiones entre la ética y la moral.

Dice Cortina, que en una sociedad democrática y pluralista tiene sentido no inculcar en los jóvenes la imagen el hombre ideal, imagen solo admitida como tal por algunos grupos que la componen, pero que tampoco la sociedad debe renunciar a transmitirle actitudes sin las que es imposible la convivencia democrática.

De allí la importancia de explicitar los mínimos morales que una sociedad democrática debe transmitir: que son principios, valores, actitudes y hábitos a los que no se puede renunciar, pues hacerlo seria renunciar a la vez a la propia humanidad. Tal vez no responde o no puede responder a todas las aspiraciones que compondría una moral de máximos, pero es el precio que hay que pagar por pretender ser transmitida a todos.

La diferencia entre moral y ética seria la de considerar que la moral democrática es una moral de mínimos y la ética filosofía, moral.

Los docentes de ética suelen ser confundidos con moralistas, pero no es tarea de la ética indicar a los hombres lo que deben hacer. Tampoco son historiadores (aunque historie la ética); aun cuando la ética no pueda en modo alguno prescindir de la moral, la historia, el análisis lingüístico, la ética tiene su propio quehacer y solo como filosofía puede llevarlo a cabo: solo como filosofía moral.

Ética como filosofía moral:

La ética se distingue de la moral, en principio, por no atenerse a una imagen de hombre ideal, aceptada como tal por un grupo concreto, pero también es cierto, que el transito de la moral a la ética implica un cambio a nivel reflexivo, el paso de una reflexión que dirige la acción de modo inmediato a una reflexión filosófica, que solo de forma mediata puede orientar al obrar.

La ética tiene que considerar el hecho de que el mundo humano resulta incomprensible si se elimina la moral. La ética, pues, a diferencia de la moral, tiene que ocuparse de lo moral en sus especificidad, tiene que dar razón filosófica de la moral; como reflexión filosófica se ve obligada a justificar teóricamente porque hay moral y debe haberla. O bien confesar que no hay razón alguna para que no la haya.

En el mundo de la vida son las preferencias, las tradiciones, los modelos que inspiran confianza, o las instituciones quienes mueven la actuación humana, y solo en contadas ocasiones uno reflexión explícitamente argumentada dirige el obrar.

Si bien la reflexión filosófica solo alza el vuelo al anochecer, no es menos cierto que un distanciamiento con respecto al mundo cotidiano, destinado a construir una fundamentación serena y argumentada, permite a los hombres a la larga adueñarse de si mismos, superar esa voluntad del esclavo, como dice Hegel.

El quehacer ético consiste, en tomar el mundo moral en su especificidad y en dar reflexivamente razón de el, con objeto de que los hombres crezcan en saber acerca de si mismos, y, por tanto en libertad.

La pregunta seria ¿que rasgos configuraron el perfil del hombre que puede tener vocación ética?

Ética como vocación:

El que hacer ético se sustenta sobre dos pilares, sin los cuales se equivoca en su objetivo: el interés moral y la fe en la misión de la filosofía.

El ético vocacionado es el hombre al que verdaderamente le preocupa el bien de los hombres y que confía en que la reflexión filosófica puede contribuir esencialmente a conseguirlo. Sin estos pilares, el ético profesional es cualquier cosa menos un ético vocacionado.

Es preciso conceder a Kant y a la Escuela de Frankfurt, sobre todo a sus últimos representantes, que la razón no es neutral, que en cada ámbito del saber se ponen en juego un interés objetivo, sin el cual su meta es errónea.

Quien no ingresa en la comunidad de los científicos movidos por el interés en la verdad, sino solo por motivos subjetivos, renuncia seguir la lógica de la ciencia, el ético al que no preocupa el bien de los hombres renuncia a descubrir la lógica de la ciencia, el ético al que no preocupa el bien de los hombres renuncia a descubrir la lógica de la acción. Si solo posee móviles subjetivos, si únicamente estos objetivos (necesidad, oportunidad de la situación, afán de prestigio, de casualidad) son los motores de la reflexión, es imposible que el presunto filosófico de razón de la realidad moral, desentrañe la lógica de la acción.

Tampoco puede olvidarse como el cientifismo y el positivismo de todos los tiempos han sumido a la razón práctica. Han venido demostrando que el mundo moral no es el de lo irracional, sino que tiene su lógica particular, pero no han considerado la razón plenamente humana, interesada y sentimental. Solo una razón com-pasiva o compadesciente, a través de la vivencia del sufrimiento, del ansia de felicidad, asombrada por la injusticia tiene fuerza suficiente para desentrañar la lógica de Este ámbito misterioso.

Indudablemente la conciencia que nuestra época tiene de la moralidad no es unitoria. A través de ella se expresan valoraciones diversas, que en ocasiones, parece situar al ético en las puertas del relativismo.

No solo los “primeros” y “terceros” mundos generan necesidades y preferencias distintas, también los distintos grupos de edad, las agrupaciones profesionales, etc. Bosquejan diferentes ideales de vida.

A pesar de todas las heterogeneidades, a pesar del tan loado “derecho a la diferencia”, existe una base moral común, que a su vez, justifica el deber de respetar las diferencias, es el reconocimiento de la dignidad del hombre y sus derechos.

El escepticismo o relativismo, resultan en verdad insostenibles en la vida cotidiana, porque nadie puede actuar creyendo realmente que no existen unas opciones preferibles a otras, o que la maldad del asesinato y la tortura dependen de las diferentes culturas. El escepticismo y el relativismo, llevados al extremo, son típicas posiciones construidas de espaldas a la acción real, no reconocen los derechos humanos.

Por su parte, el emotivísimo destaca el papel de la sensibilidad en el mundo moral frente al intelectualismo y excesivo racionalismo que han dominado en algunas corrientes éticas. El emotivísimo no justifica el respeto “al lejano”, a aquel que de nada dice sobre las emociones individuales, ni aclara como actuar frente a quienes provocan un verdadero rechazo. Aun mas se complica la cuestión si, aceptando como única guía la sensibilidad, se pretende identificar el bien con la belleza.

Los reduccionismos, con su oponiencia de cientificidad, con ese sentimiento de superioridad frente a los

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