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ËTICA Y MORAL

bemaq20 de Octubre de 2013

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El educador, sujeto ético y político

Es este un tema que para todos los educadores y los responsables e interesados

en la educación constituye una prioridad pues nos lleva a poner la mirada en

el profesional de la educación. Él es sin duda alguna uno, entre muchos otros,

de los importantes artífices de la puesta en práctica de las grandes finalidades

de la educación.

Como educadora, soy sumamente consciente que es un tema nada fácil

de tratar, pero a la vez tiene cierta atracción el desarrollarlo porque siempre

es motivo de diálogo y de confrontación frecuente entre quienes ejercemos

la docencia y llevamos a cabo otros múltiples quehaceres en el campo de la

educación.

Asimismo el tratar este tema en los momentos actuales, que son en cierta

manera, tiempos de desorientación, al decir de Adela Cortina, nos lleva a sumergirnos

en una amplitud de profundas reflexiones y fuertes confrontaciones

en las dimensiones personal y social.

No obstante la dificultad expresada, me atrevo con la modestia del caso a

presentar mis reflexiones y puntos de análisis.

He inspirado mi exposición en diversos e importantes educadores, filósofos

y políticos de la educación, como corresponde, y en las grandes urgencias

que tiene nuestro país y el mundo para llegar a ser sociedades más humanas y

más vivibles para todos.

A la vez me he inspirado en las grandes finalidades que sustentan mi propio

ser de educadora, en la naturaleza y fines de una institución universitaria que

es la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde me formé como educadora

y que es el entorno socioeducativo en el que realizo mi labor educativa,

y en las tres décadas de mi vida dedicadas a la educación, intentando formar a

los futuros educadores.

* Profesora principal del Departamento Académico de Educación de la Pontificia Universidad Católica

del Perú.

Elsa tue ros way*

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Para tratar el tema desarrollo tres puntos:

1. El imperativo ético y político de las grandes finalidades de la Educación

2. El profesional de la educación en su dimensión ética y política

3. Posibilidades para la recreación moral y política del entorno socioeducativo

1. El imperativo ético y político de las grandes finalidades de la

educación

Carácter ético y político de la educación

Considero necesario en primer lugar acercarnos a precisar el sentido que tiene

para nosotros la palabra educación.

Entiendo que la educación es el proceso por el cual se orienta, se asiste, se

ilumina, se estimula hacia la perfección las cualidades intelectuales y morales

de la persona, respetando el ser del educando.

Para él este proceso se da desde y cuando la persona entra libremente en

él. Cuando desde su propia autonomía y libertad, encuentra las ideas y valores

que marcarán el norte de su vida, cuando descubre el disfrute y el gozo del

saber, y cuando este saber le lleva a comunicar, a construir y a crear, y a estar

cada vez más abierto a la profundidad de su ser y al entorno conformado por

sus pares y maestros. En este itinerario de crecimiento en autonomía y libertad,

en apertura y comunicación, y en la afirmación de la conciencia crítica, la

persona se va haciendo dueña de sí misma por la identificación con aquellos

valores éticos y morales que van orientando su crecimiento y la van situando

en la sociedad y en la historia (Tueros 1997).

Jorge Capella Riera, gran maestro universitario, quien ha dedicado su vida

a la investigación y a la docencia universitaria, en su último libro «Política

educativa» (2002) vuelve a su primigenia idea de generar un «acuerdo nacional

por la educación», que sirva de mínimo común denominador para la conducta

individual y comunitaria, que se inspire en los principios de los derechos humanos,

la legitimidad democrática, la transparencia y la ética responsable de la

gestión educativa pública y privada. En este contexto afirma que la educación

es un fenómeno y un proceso.

La educación es un fenómeno personal, histórico, social e ideológico (Guédez

1987). Coincide Guédez con Capella y explican cómo la educación nace

en la sociedad, se dinamiza y administra a través de sus instituciones configurativas

siendo además garantía de su supervivencia y progreso.

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La Educación es parte de la realidad social y como tal está en relación con

todos sus elementos. Recibe de ellos influencias y proyecta no divorciada de

su contexto sino vinculada con todo el sentido de la dinámica de la historia

(Pozo, Álvarez, Luengo y Otero 2004).

Ahora bien, si entendemos la Educación como un fenómeno personal, social

histórico e ideológico, debemos también entender que no es posible separar

nuestra vocación histórica de un esquema pedagógico. Lo cual quiere decir

que no podemos concebir un proyecto pedagógico al margen de un proyecto

histórico global y tampoco podemos favorecer la conquista y consolidación de

un proyecto histórico sin el apoyo de un proyecto pedagógico que actúe como

aliento y orientación.

Es por ello que la consideración de cualquier aspecto inherente a la temática

educativa no puede circunscribirse a los aspectos del contenido —qué enseñar—

y de las estrategias —con qué recursos y con que métodos provocar los

aprendizajes—. El alcance histórico y el significado ideológico de la educación

deben superar esas limitaciones a favor de un ámbito más extenso, como el de

un proyecto de sociedad (Capella 2002).

En el Informe «La Educación encierra un tesoro» (1996: p. 11), Delors

afirma que

[…] frente a los numerosos desafíos del porvenir la educación constituye

un instrumento indispensable para que la humanidad pueda progresar hacia

los ideales de paz, libertad y justicia social […] es la educación la vía,

ciertamente entre otras, pero más que otras, al servicio de un desarrollo

humano más armonioso, más genuino, para hacer retroceder la pobreza, la

exclusión, las incomprensiones, las opresiones, las guerras, etcétera.

Si la Educación se considera como este gran factor social imprescindible

en el desarrollo humano, en los inicios de este nuevo siglo caracterizado por

el avasallador progreso económico, científico y tecnológico —por lo demás

repartidos desigualmente— y ante cuya perspectiva la angustia se enfrenta

con la esperanza, es un mandato que todos los que están revestidos de alguna

responsabilidad presten atención a las grandes finalidades de la educación.

Las grandes finalidades de la Educación

Podemos definir las grandes finalidades de la Educación como las máximas

aspiraciones de la persona y de la sociedad. Deben partir, por lo tanto, del ser

humano real, del reconocimiento de sus aspiraciones y de los problemas que

dificultan su realización.

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Asimismo deberían verse como una búsqueda de sentido a la vida y han de

descubrirse a la vez que se van realizando y se va participando en su puesta en

práctica.

Octavi Fullat i Genis, filósofo de la educación contemporáneo, en su obra

«Las finalidades de la Educación en tiempo de crisis» (1982), presenta ocho

finalidades: felicidad, paz, libertad, democracia, justicia, creatividad, participación

y fraternidad. Desde esta perspectiva constituye un imperativo ético el

posibilitar el cumplimiento de las grandes finalidades de la educación. Imperativo

que como hemos visto, radica en el propio ser de la naturaleza humana.

A propósito de ello, Juan Amós Comenio, en los inicios de la contemporaneidad,

una época de grandes contradicciones y de cambios políticos, religiosos,

económicos y socioculturales, afirmaba que a través de la pedagogía se debía llevar

a la humanidad hacia el sentido último que tiene la vida. Él promovió en su

tiempo una enseñanza cierta, rápida y segura, que estuviera al alcance de todos

sin distinción alguna de sexo, riqueza, o grado de inteligencia. Su ideal consistía

en alcanzar una formación que impregnase por completo las edades de la vida,

para lo que era necesario educar a todos en todas las cosas y totalmente.

Enseñar a todos, para Comenio, consiste en abastecer las inteligencias de

todos los hombres con un pleno conocimiento de las cosas. Todo quiere decir

todo lo que perfecciona la naturaleza humana, conocer toda la verdad, elegir

todo lo bueno, saber todo lo necesario para hacerlo en la vida y en la muerte.

Enseñar totalmente es enseñarlo de manera que la enseñanza sea sólida y con

seguridad, alegre y placentera, rápida en todas las cosas y prudente siempre.

Pero la educación no se restringe en absoluto al tema de la instrucción, que

constituye únicamente su parte instrumental. Sin ser ignorado este ámbito,

debe estar supeditada a valores superiores (Lerner Febres 1995).

Los valores bien sabemos, otorgan sentido a la existencia humana. Los valores

proporcionan motivos,

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