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AMÉRICA LATINA


Enviado por   •  3 de Noviembre de 2012  •  2.195 Palabras (9 Páginas)  •  583 Visitas

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Hace ya mucho tiempo que en América Latina se habla de la necesidad de buscar la integración argumentando que de esa manera estaría en mejores posibilidades de promover sus intereses y de hacerse fuerte respecto a poderosos interlocutores como Estados Unidos y los países europeos. Sin embargo, se parte de la premisa (al menos en el discurso político), de que los países latinoamericanos son aliados naturales y que el hecho Gieque tienen una historia con notables paralelismos (la colonización europea, la explotación de sus recursos por terceros, el intervensionismo de las grandes potencias en sus asuntos internos, la pobreza, la marginación, etcétera) los ha predestinado a unirse, dado que, además, salvo el caso de Brasil, los latinoamericanos hablan el mismo idioma. De ahí que la ironía de Bernard Shaw sea muy apropiada: la historia muestra que un mismo idioma no se traduce en una visión de conjunto respecto a cómo enfrentar los desafíos. Países que hablan el mismo idioma han peleado guerras muy sangrientas entre sí, han hecho alianzas con potencias externas para presionar a sus vecinos, y han sacrificado una negociación colectiva (de ellos hacia el resto del mundo) en aras de "salvarse" en lo individual.

En América Latina pueden distinguirse dos grandes etapas en los procesos de regionalización: la primera, que abarca de finales de la segunda guerra mundial hasta mediados de la década de los 80, y la segunda que comprende de finales de los 80 a la fecha. Ciertamente existen antecedentes importantes a la regionalización latinoamericana, los cuales podrían remontarse a las primeras décadas del siglo XIX cuando dos de las más importantes filosofías integracionistas fueron acuñadas por Simón Bolívar -principalmente-, por un lado, y James Monroe, por el otro. Estos proyectos tienen muy poco que ver entre sí, si bien lo más importante es que a la fecha perduran y mantienen distintos niveles de influencia, compitiendo además con nuevas iniciativas esgrimidas principalmente por Europa Occidental y, en menor medida por Japón.

Cuatro son las filosofías integracionistas que podrían distinguirse en el continente americano como explicativas de los diferentes procesos de regionalización que en él se gestan. Cada una de éstas filosofías goza de una influencia diferenciada, y algunas dependen claramente de otras para reafirmarse a sí mismas (como ocurre en el caso del bolivarianismo/latinoamericanismo frente al monroísmo/panamericanismo), o bien, para tejer alianzas frente a otros proyectos regionalizadores.

Bolivarianismo/latinoamericanismo. Se trata de una de las filosofías de mayor arraigo en el pensamiento político latinoamericano. Sus orígenes se encuentran en los procesos de independencia de las colonias españolas a principios del siglo pasado y en la toma de conciencia respecto a la debilidad de los nuevos Estados ante los inJereses de las grandes potencias, que o bien intentaban la reconquista (España) o deseaban extender su esfera de influencia (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Portugal).

Monroísmo/panamericanismo. Buena parte de la filosofía bolivariana es la respuesta a los embates de Estados Unidos, que en la voz de su Presidente James Monroe dio a conocer en 1823 la doctrina que lleva su nombre. A pesar de que algunos analistas consideran exagerado hacer referencia al monroísmo en el momento actual, a menudo se pierde de vista que los principios en los que se basa esta doctrina mantienen su validez hasta ahora. En 1823 la preocupación de Estados Unidos residía en lograr que las potencias europeas se retiraran del hemisferio occidental, con lo que la Unión Americana podría promover sus intereses particulares en el área. Esa consigna sobrevive hoy en día, debido a los proyectos que la Unión Europea y Japón, entre otros, tratan de promover en América Latina a costa de Estados Unidos.

Hispanoamericanismo/iberoamericanismo. La idea de una unión de la mayor parte de los países del continente americano bajo la égida de España es tan antigua como el proceso mismo de colonización de la corona española. De hecho, antes de que se gestaran los procesos de independencia de las colonias españolas en el continente americano, se dejaron escuchar múltiples iniciativas, buena parte de ellas encaminadas a fortificar la presencia de España ante el nacimiento de Estados Unidos y los embates de otras potencias europeas interesadas en proyectar su influencia sobre el hemisferio occidental. Figuras como Francisco Miranda, Don Pedro Vicente Cañete, Juan Egaña y Juan Martínez de Rozas son sólo algunos de los nombres que pueden citarse entre los precursores de esta idea. En 1810, conforme a los planteamientos de Egaña se elaboraron las célebres Declaraciones de Chile que anticipándose a la Doctrina Monroe dejaban en claro el interés y el temor de España respecto a otras potencias. Las Declaraciones de Chile postulaban lo siguiente:

"1. Los pueblos de la América Latina no pueden aisladamente defender su soberanía; tienen necesidad para desenvolverse y de unirse no en una organización interior, sino para su seguridad exterior, contra los proyectos de Europa y para evitar las guerras entre ellos.

"2°. Esto no significa en modo alguno que deban mirar a los Estados europeos como enemigos; por el contrario, es indispensable estrechar con ellos todo lo posible las relaciones amistosas.

"3°. Los Estados de América necesitan reunirse en un Congreso para tratar de organizarse y fortificarse. "El día en que la América reunida en un Congreso sea de los dos continentes, sea sólo del Sud, hablará el resto de la tierra, su voz se hará respetar y sus resoluciones serán difícilmente contradichas"

Asianización/Japonización. No debe pasarse por alto la gran heterogeneidad entre Japón y América Latina en terrenos como el económico, el cultural, el político y el social. Empero, ello no ha impedido que Japón, en distintos momentos, asumiera a los países latinoamericanos como destino de su emigración. En el caso de las relaciones con los mexicanos, el3 de diciembre de 1888, México y Japón suscribieron el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación en condiciones muy singulares. Mediante éste tratado, ambos países establecieron relaciones diplomáticas. Hasta ese momento, a Japón los países occidentales le habían impuesto tratados desiguales.69México, en cambio, al buscar el establecimiento de relaciones con los japoneses, siempre planteó la reciprocidad, algo que no dejaba de asombrar al país asiático. La única preocupación de México en esos años, era que EEUU se sintiera afectado por la decisión mexicana de ser recíproco con Japón. Sin embargo, Washington no tuvo objeciones al respecto.

A pesar de los múltiples antecedentes referidos, no es sino hasta la culminación de la segunda

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