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America Latina

mariapiscis4 de Febrero de 2014

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Su pasado Colonial

La historia de América Latina asistió a tres siglos de dominio colonial de España. Brasil quedó en manos de Portugal y una parte de América del Norte, Estados Unidos y Canadá, fue colonizada por Francia e Inglaterra. Lo dicho es un lugar común, una obviedad. Sin embargo, el pasado no deja de condicionar el futuro. Condición sine qua non para abordar las tareas del presente. En su regazo buscamos las explicaciones para enfrentarnos a los retos que imponen la historia y el momento político de coyuntura. Los proyectos sociales tienen una dimensión temporal, no están fuera de la realidad espacio-temporal que los acota y define. Pero el cordón umbilical que une la historia y da continuidad es capaz de generar realidades múltiples y disímiles. En nuestro caso, el Caribe siguió un derrotero que se aleja de la América española. Los imperios de la época, Francia, Holanda, Inglaterra y España, clavaron sus banderas bajo una guerra de posiciones. Piratas, corsarios, trata de esclavos y plantaciones fueron sus señas de identidad. Sus cicatrices las contemplamos en forma del Caribe anglófono, español y francés. Cuba, Jamaica, República Dominicana, Haití y la persistente colonia de Puerto Rico lo atestiguan. El mosaico cultural se entrelaza con sincretismo religioso y el mantenimiento de economías agroexportadoras. Café, tabaco, azúcar, frutas tropicales y hoy el turismo de cruceros y clases medias europeas. Inclusive la revolución de esclavos en Haití al mando de Dominique Toussaint-Louverture en 1791, gobernador de Saint Dominique, fue un llamado de atención para las clases criollas hispanas. Napoleón reprimió con fuerza el levantamiento haciendo acto de presencia, los descuartizamientos, empalados y degollados. Nada de unir emancipación con derechos políticos para las clases populares. Libertad, igualdad y fraternidad eran parte de la revolución burguesa.

América continental mostró contradicciones en su devenir emancipador. La conquista y la colonia fueron empresas estatales. La corona controló todo el devenir durante 300 años. Imposición de la fe católica, colonización lingüística, monopolio de la tierra, propietaria de minas, recaudadora de impuestos y autoridades peninsulares delegadas. En la América española las luchas de independencia supusieron, al decir del sociólogo colombiano Orlando Fals Borda, revoluciones inconclusas. En ellas se evidenció la efervescencia de la Ilustración, la Revolución Industrial y el espíritu revolucionario inaugurado a finales del siglo XVIII con las revoluciones americana y francesa, 1776 y 1789, respectivamente. Los criollos, hijos de españoles nacidos en América, marginados del poder político tomaron el mando y bajo su batuta proclamaron las primeras juntas de gobierno y los cabildos abiertos. Así surgió el pensamiento antimperialista entre las élites criollas.

La idea de progreso, civilización occidental y superioridad étnica-racial inundó el mundo. Europa, con su razón cultural y las doctrinas políticas que le acompañaron, liberalismo, utilitarismo, federalismo, positivismo, monopolizó el saber y determinó cuáles eran las fuentes de un poder legítimo. El adoctrinamiento comenzó bajo las enseñanzas de Locke, Mills, Montesqueiu, Rousseau, Smith, Bentham o Tocqueville. El mundo tuvo un segundo renacimiento. El capitalismo impuso su racionalidad y se adueñó del relato histórico, tanto como del mundo poscolonial. No había vuelta atrás. El siglo XIX y buena parte del XX sucumbieron a los encantos del progreso. En la literatura, Julio Verne expresó con claridad el triunfo del progreso. No hubo proyecto político en que el progreso no fuese evocado como solución a los males del subdesarrollo. América Latina y África eran mundos por descubrir. Los viajes científicos se convirtieron en el nuevo sueño de Europa. Conocer las leyes de la naturaleza, escudriñar sus secretos para dominarla, aportaría pingües beneficios. América Latina era un continente de posibilidades, poseía todo lo que anhelaba el capitalismo. Materias primas, grandes extensiones de territorio inexploradas y por colonizar, y, sobre todo, aliados políticos. Oligarquías terratenientes capaces de subyugar y mantener bajo su poder omnímodo al pueblo, imponiendo condiciones de explotación rayanas en la esclavitud. Europa y sus gobiernos se beneficiaron hasta el extremo de hacer de los nuevos estados, semi colonias.

América Latina sucumbió. Sus riquezas naturales fueron expoliadas y sus pueblos explotados. Ni oro ni plata alentaban la codicia. Minerales sin tanta nobleza los desplazaron. Estaño, salitre, cobre y productos cosechados en plantaciones y latifundios. El monocultivo se extendió por todo el continente. Azúcar, tabaco, plátano, trigo, cacao, café, caucho o ganado. Los países se transformaron en reductos de una plutocracia criolla que entregó su dignidad en pos de las migajas. El apelativo de repúblicas bananeras sirvió como referente para englobar sus clases dominantes cipayas.

La Revolución Mexicana abrió una etapa cuyas reivindicaciones siguen teniendo vigencia. Reforma agraria, nacionalización de las riquezas básicas, derechos sindicales y reconocimiento de la ciudadanía política. La constitución de 1917 marca un hito en el continente. Sin su emergencia es imposible explicar la nacionalización del petróleo llevada a cabo por el presidente Lázaro Cárdenas y los años de bonanza posteriores.

Los futuros contingentes parecen no tener un horizonte único. Las disyuntivas están claras. No podemos repetir los errores del pasado. Las economías latinoamericanas han sido y siguen siendo primario exportadoras con variantes. Muchos movimientos y experiencias apuntan a la necesidad de cambio. Desde las juntas de Buen Gobierno y los caracoles zapatistas, hasta el MST en Brasil y la Vía Campesina. Igual en la acción de gobiernos populares. O se apuesta por un cambio total o el capitalismo actual impondrá en América Latina su cara más siniestra. Hambre, esclavitud, muerte y destrucción de la vida. La responsabilidad consiste en denunciarlo y trabajar por cambiarlo. No importa desde dónde y cómo. Todas las formas de resistencia son válidas contra la sinrazón de los señores del dinero y el poder.

Problemas comunes en la región

La región de América Latina y el Caribe pertenece al mundo en vías de desarrollo, aunque tiene un nivel económico y social bastante mejor que el de África y de gran parte de Asia y su ingreso per cápita está cerca del promedio mundial.

* POBREZA Y DESIGUALDAD

América Latina no es, de manera alguna, el continente más pobre de la Tierra. En realidad, su ingreso promedio se parece al ingreso promedio de la población mundial y posee recursos naturales y humanos para dar una mejor existencia a todos sus hijos.

Es verdad que si se miran estadísticas mundiales, América Latina y el Caribe no aparecen en los peores lugares en el triste listado de la pobreza; que hay países de nuestro continente que obtienen mejores calificaciones que muchos países africanos en los índices de desarrollo humano, que nuestra mortalidad infantil no es tan infamante y que nuestra desnutrición no es tan deshonrosa. Sin embargo probablemente ello ocurra solamente porque nuestros países son naturalmente mucho más ricos.

CEPAL reporta que aproximadamente un 40% de la población de América Latina más de 200 millones de personas son pobres, la mayoría de los cuales pertenecen a familias monoparentales encabezadas por una mujer. De entre ellos casi la mitad son extremadamente pobres o indigentes; esto es, no alcanzan a satisfacer sus necesidades básicas con los ingresos que logran obtener, menos de un dólar al día. En Haití, el país más pobre de nuestra región, el 55% de la población sobrevive con menos de un dólar diario de ingreso. Es mucha pobreza e inaceptable en una región que es rica en recursos. La misma CEPAL ha estimado que para alcanzar en 2015 las Metas del Milenio en materia de pobreza, la región debería incrementar su producto por habitante, en promedio, a una tasa de 2.9% anual. Ello significa que la gran mayoría de nuestros países cumplirá con la meta. Sin embargo, esta estimación promedio impide ver importantes diferencias. Así, la propia CEPAL estimaba en 2004 que los países con mayores niveles actuales de extrema pobreza, superiores al 30% Haití, Bolivia, Nicaragua, Honduras, Guatemala, Guyana debían aumentar su producto por habitante a una tasa de 4.4% promedio anual durante los siguientes 11 años para alcanzar esa meta. Es decir, la brecha de pobreza entre nuestros países se va ampliando, dejando atrás un conjunto de países que no conseguirán los niveles requeridos en su disminución. A la desigualdad entre los países se une la desigualdad entre las personas. El 20% más pobre del continente lleva a sus hogares entre un 2.2% del ingreso nacional en Bolivia y un 8.8% en Uruguay, en circunstancias que el 20% más rico se apropia de porcentajes que van desde el 42,8% en Uruguay al 64% en Brasil. La encuesta Latinobarómetro 2006 revela que el 61% de las personas que en la región tienen sólo educación básica o menos, tienen padres con el mismo grado de educación y que sólo el 9% de personas cuyos padres tenían ese nivel de educación, habían accedido a la educación superior. Quien nace en un hogar pobre o de padres con escasa educación tiende a permanecer igual.

Finalmente, es importante recordar que la pobreza está ligada a otros procesos que repercuten en el tejido social de América Latina y el Caribe. El aumento desmesurado de la migración de poblaciones de los países con más problemas de pobreza y empleo hacia otros países de la región, hacia Estados Unidos y hacia Europa ha generado cambios

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