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François

adriana.tapiaqInforme13 de Julio de 2015

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Por Manuel Sbdar*

conexiones@claringlobal.com.ar

François trabajaba en el área de contabilidad de una corporación francesa. Tímido por naturaleza, intentaba hacer su trabajo sin llamar la atención. Un buen día, se enteró de que se venía un “downsizing” a la americana. Él sería uno de los perdedores de la reestructuración de personal. El mundo se le vino abajo.

Sin embargo, por una de esas casualidades de la vida (o de las películas), al departamento de al lado acababa de mudarse un psicólogo corporativo retirado quien le aconsejó: “¿Quiere conservar su trabajo? Que en la empresa crean que usted es gay. No podrán despedirlo”. Dicho y hecho, François salió del “placard” y conservó su empleo. La empresa, temerosa de exponerse al escarnio público, lo dejó en su puesto.

Así es como la genial película francesa El Placard, ilustra la vida de homosexuales en las corporaciones. Al mismo tiempo, ilustra una nueva tendencia que se está desarrollando en las compañías de los cuatro rincones de la Tierra.

No demasiados años atrás, la vida del gay dentro de la corporación no era para nada sencilla. La mayoría, no tenía más alternativa que ocultar su identidad para mantener su empleo. ¿Ha cambiado algo en los últimos tiempos?

Efectivamente, algunas empresas están llevando la posta en la vía hacia la integración. Las denominadas “gay friendly corporations” incorporan la lucha por la igualdad de derechos dentro de su cultura corporativa. Además de contar con estrictas reglas internas contra la discriminación, otorgan a empleados homosexuales los mismos beneficios sociales que a los heterosexuales. Por ejemplo, si un gerente heterosexual goza de un seguro médico que cubre también a su esposa, ¿por qué no debería la pareja homosexual de otro gerente recibir la misma cobertura?

La asociación norteamericana Human Rights Campaign, dedicada a la lucha por la igualdad de derechos, elabora todos los años un ranking de “gay friendly corporations” que evalúa, entre otros indicadores, la existencia códigos anti discriminación y el otorgamiento de beneficios sociales a las parejas de sus empleados gays. El informe del 2005 revela enormes progresos. 101 de las principales corporaciones estadounidenses recibieron la máxima calificación contra apenas 56 en el 2004. En el 2002, unas 700.000 personas trabajaban en empresas de máxima puntuación. En el 2005, la cifra ya ascendía a 5,6 millones. Algunas de las compañías más progresistas son Dow Chemical, Ernst & Young, y Microsoft. ¿La más atrasada? ExxonMobil, que sólo sumó 14 puntos sobre 100.

Es cierto que aún quedan muchas batallas para alcanzar la plena integración. Los viejos prejuicios jamás desaparecen por arte de magia. Pero los últimos datos parecen indicar que vamos por el buen camino. En el mes de abril, por ejemplo, una accionista de la multinacional Kraft Foods instó a la compañía a retirar su apoyo a la Olimpíadas Gay con el argumento de que “homosexualidad aumenta la probabilidad de transmisión de enfermedades por vía sexual”.

Para una corporación, la lucha contra la discriminación por orientación sexual representa más que un imperativo ético. Es también una sana política comercial. A medida que los mercados mundiales se segmentan, van surgiendo nuevos nichos que apuntan a un público gay. Por ejemplo, se estima que el turismo gay mueve más de 50 mil millones de dólares sólo en los Estados Unidos. ¿Cómo puede una corporación ganar este nicho de mercado si entre sus filas sólo hay ejecutivos heterosexuales? ¿Puede una empresa apuntar a un público gay si puertas adentro lo discrimina?

En este sentido, la tendencia hacia la integración de gays dentro de las corporaciones se inserta dentro de una orientación

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