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Hacia la independencia intelectual


Enviado por   •  27 de Abril de 2015  •  Prácticas o problemas  •  3.448 Palabras (14 Páginas)  •  365 Visitas

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Hacia la independencia intelectual

René Ramírez Gallegos

1. ¿Qué implica construir una economía basada en el conocimiento?

Una de las propuestas programáticas centrales de este gobierno constituye pasar de la economía de los “recursos finitos” a la de los “recursos infinitos”. Es decir, de ser un país primario exportador y secundario importador a construir una economía basada en el conocimiento y la creatividad del talento humano de sus ciudadanos y ciudadanas. Los recursos naturales son finitos y perecibles. Las ideas, la innovación, la creatividad y la cultura no tienen -a priori- más límites que los éticos.

No es por capricho que el gobierno de tanta importancia a la educación superior y a la investigación científica: becas, crédito educativo, fortalecimiento de las universidades y de los institutos técnicos y tecnológicos, evaluación y acreditación de universidades, mejora salarial de los docentes/investigadores, inversión de casi 2% del PIB en educación superior, la edificación y financiamiento de Yachay, Ikiam, Unae, Uniarte, etc. Este conjunto de reformas procuran crear el entorno académico e intelectual más propicio para el cultivo de la investigación, la cultura, la ciencia, la reflexión crítica y el conocimiento de punta.

En este marco, es necesario trabajar en dos sistemas: el de educación y el de innovación. Este gobierno, en estos casi 7 años, ha avanzado significativamente en el sistema de educación (aunque falta mucho por hacer), pero todavía tiene pendiente construir un sistema de innovación social.

2. ¿Qué componentes tiene este sistema de innovación social?

El modo en que opera la innovación en una sociedad depende, como siempre, de elecciones políticas fundamentales. En los países de capitalismo avanzado, la innovación va de la mano de las necesidades de acumulación de las grandes empresas y trasnacionales. Las universidades y los científicos se adosan a esa dinámica y terminan por investigar según intereses particulares (sin negar que en algunos casos ello puede ayudar a intereses más amplios).

En efecto, las actuales reglas de juego del comercio mundial han producido un perverso fenómeno: la “tragedia de los anti-comunes”. Éste ha involucrado la hiperprivatización, el sobrepatentamiento y la hiperconcentración del capital por parte de aquellas instituciones que financian la investigación e innovación; lo cual ha generado un sub-uso social del bien conocimiento. Romper con tal tragedia, recuperar el sentido de lo público y democratizar el acceso y usufructo a este bien es el núcleo central de la economía social del conocimiento y del sistema de innovación social. El fin último de la innovación no debe ser la maximización de utilidades sino generar economía que permita satisfacer necesidades, garantizar derechos y potenciar capacidades individuales, colectivas y territoriales.

Para conseguir tales objetivos es necesario desarrollar, como parte del sistema de innovación social, los subsistemas de: talento humano; investigación; financiamiento e infraestructura científica y de innovación; y, de gestión de los derechos de propiedad. Justamente estos cuatro subsistemas plantean una mirada y tratamiento integral del recorrido que sigue la generación de saberes y conocimientos hasta su acceso libre y utilización social.

3. El Presidente de la República señaló que la propuesta presentada implica un cambio entre el enfoque del capitalismo cognitivo y el que ustedes han denominado “economía social del conocimiento”. ¿Cuáles son las principales diferencias?

El capitalismo, en general, busca privatizar todo, mercantilizar todo. Si pudiera mercantilizar el aire, lo haría (en realidad tengo entendido que ya existen cámaras en donde la gente paga por respirar aire puro). No obstante, cabe sostener que la naturaleza del conocimiento es su carácter o condición de bien público: no registra ni la exclusión ni la rivalidad de un bien privado. Es un recurso infinito que se puede distribuir libremente con mucha facilidad si no existiesen trabas institucionales. Por ejemplo, un libro o un software se pueden publicar en el internet para que todos hagamos uso de ellos. Por más que una persona lo use no habría, inicialmente, impedimentos para que otros lo hagan. Asimismo, sin barreras ad hoc no habría forma de excluir a nadie de su disponibilidad y usufructo. Esto es justamente el punto central que reconoce y, por ende, norma la economía social del conocimiento.

En el caso del capitalismo cognitivo, éste ha construido regulación mundial que viabiliza la privatización y mercantilización del bien conocimiento. Esto se ha procesado a través de la Organización Mundial del Comercio (OMC), de los Tratados Bilaterales de Inversión o de los acuerdos bilaterales/multipartes de comercio.

Es obvio que los países industrializados buscan estos sistemas mercantiles del conocimiento/tecnología dado que ellos son los poseedores de los saberes de punta. Por su parte a los países del Sur nos queda reservado tan solo el papel de “ser consumidores” de la ciencia, la creación y la innovación del Norte.

Dado que Ecuador es una nación de desarrollo tardío y por principio ideológico, la nueva gestión del conocimiento debe buscar construir una institucionalidad que recupere el sentido de lo público y común del bien conocimiento. En otras palabras, no sólo proponemos construir un sistema abierto, libre y público del conocimiento porque creemos (por convencimiento) sino porque lo necesitamos en este momento histórico que vive el país. Básicamente nos referimos a una apuesta soberana para romper las sujeciones dependentistas históricas y contemporáneas en el campo cognitivo; y, programáticamente al cambio en la matriz productiva y los procesos de industrialización asociados a ello.

Recordemos que -por ejemplo- EE.UU. tenía un sistema cuasi-abierto de gestión del conocimiento durante sus tempranos períodos de industrialización -solo reconocían las patentes nacionales y no permitían las patentes de empresas extranjeras; así podían copiar libremente su tecnología-. Otros países que han desarrollado industria recientemente, como India ni siquiera aceptaron la regulación internacional de la OMC sino hasta hace pocos años, cuando -por ejemplo- su industria farmacéutica de medicamentos genéricos ya había despegado. Los gobernantes de este país sabían que si aceptaban un régimen privativo de propiedad intelectual no podrían desarrollar esta industria, poniendo en riesgo no sólo el desarrollo manufacturero

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