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Historias Huancas


Enviado por   •  14 de Octubre de 2012  •  431 Palabras (2 Páginas)  •  636 Visitas

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No podía olvidar aquel suceso, después de todo, a partir de esa masacre la sensación recurrente de peligro lo atormentaba convirtiéndose en una paranoia.

-¿Es necesario regresar ahora?- dijo el guardia

-Pudieron tomar como rehenes a algunos, ellos solos no lograrán liberarse – respondió

El sargento pensó en lo razonable de sus palabras, aunque se sentía un completo egoísta, pues sabía que a pesar que el guardia no estuviera de acuerdo no se lo haría saber. Así que para remediar ello decidió tomar otro camino además de aceptar regresar a tientas para evitar que la luz de las linternas sean vistas por algún tuco, anduvieron por largo tiempo tropezando con piedras.

-Espero ver alguien vivo aún –replicó el guardia -no, no, espero estar vivo para mañana –agregó.

El sargento no respondió, pues sabía que los tucos no dejarían a alguien vivo, y que si para su mala suerte se topaban con alguno de ellos al llegar al pueblo, no habría un mañana en sus vidas. Tenía miedo al igual que el guardia, porque tal vez no volvería a Huancayo y solo su cuerpo inerte retornaría a su ciudad y beberían litros de aguardiente en su nombre. En esos pensamientos estaba cuando el guardia lo alertó.

-Mire sargento ya estamos cerca.

A no más de un kilómetro estaba el pueblo, con algunas casas ardiendo en llamas y otras ennegrecidas emanando humo en cantidades que cubrían el pueblo con una especie de neblina resaltando aún más su aspecto desolador.

-No es irónico señor, después de muchos años su amigo logró devolverle el favor, nos salvó del desastre que se vivió aquí, ¿y qué hacemos nosotros?-regresamos para contar cadáveres y sumarnos a ellos – se respondió así mismo.

El sargento metió la mano en el bolsillo delantero de su pantalón y saco un cigarrillo, se detuvo para encenderlo con el fósforo, el viento ya no era silbante por lo que consiguió rápidamente encender al pequeño cilindro .Siguió caminado exhalando hilos de humo que se confundían con la neblina, atravesaban los caminos principales pues al decidirse retornar por otra dirección, tenían que cruzar la plaza para llegar al puesto de vigilancia. Estaba siempre alerta con una mano en el cigarrillo y la otra en el arma con las balas suficientes para desaparecer a más de una decenas de tucos.

Había cuerpos regados, algunos degollados, pero el resto de los militares estaban apilados alimentando como leños el fuego.

Ya no había nadie ahí y los que habían sobrevivido seguro estarían ocultos .Trataron de buscar el rastro de esos malditos pero nada.

-Mierda – ¡Como quisiera estar en Huancayo! – dijo el sargento.

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