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La modernidad como proceso histórico

TamaraNerea9 de Diciembre de 2012

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. La modernidad como proceso histórico

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La modemidad como desarrollo global

En términos generales la modernidad ha sido el resutlado de un vasto transcurso histórico, que presentó tanto elementos de continuidad como de ruptura; esto quiere decir que su formación y consolidación se realizaron a través de un complejo proceso que duró siglos e implicó tanto acumulación de conocimientos, técnicas, riquezas, medios de acción, como la irrupción de elementos nuevos: surgimiento de clases, de ideologías e instituciones que se gestaron, desarrollaron y fueron fortaleciéndose en medio de luchas y confrontaciones en el seno de la sociedad feudal.

Se trata de un proceso de carácter global -de una realidad distinta a las precedentes etapas históricas- en la que lo económico, lo social, lo político y lo cultural se interrelacionan, se interpenetran, avanzana ritmos desiguales hasta terminar por configurar la moderna sociedad burguesa, el capitalismo y una nueva forma de organización política, el Estado-nación.

La modernidad surge en los ahora llamados "países centrales" (Europa occidental y, más tarde, Estados Unidos); luego, con el tiempo, se expande hasta volverse mundial y establecer con los países llamados "periféricos" una relación de dominación, de explotación y (le intercambio desigual, donde el centro desempeña el papel activo, impone el modo de producción capitalista (MPC) y destruye o íntegra (pero vaciándolas de su contenido y despojándolas de su significado) las estructuras precapitalistas autóctonas y tradicionales. Este proceso, que atraviesa por divesas etapas, desemboca en la actual generalización del mundo de la mercancía y en la consolidación de los Estados modernos.

La modernidad como ruptura histórica

La modernidad reviste características tales que, sin lugar a dudas, representa una ruptura con respecto a las formas anteriores. Las formaciones precapitalistas eran sociedades predominantemente agrarias, en las que prevalecía el valor de uso y la economía natural y los objetos producidos eran concretos y variados, concebidos para durar. El hecho de que se tratara de sociedades más bien cerradas, aisladas y con escasas comunicaciones facilitó la formación de culturas muy diversas. Las relaciones sociales eran personales, directas e inmediatas, lo que evidentemente no excluía la explotación y la sujeción, inherentes a toda sociedad estatal, pues se trataba de sociedades jerarquizadas, cuya base de legitimidad política y social era religiosa y el poder sacralizado y absoluto.

El advenimiento del capitalismo significa el momento de ruptura y negación, en el que se privilegia el valor de cambio (mercantil) en detrimento del valor de uso, y la uniformización homogeneizante en menoscabo de la diversidad cultural. Con él surge un cambio del eje de actividades, de sociedades fundamentalmente agrarias a sociedades urbanas; el producto elaborado, al transformarse en mercancía, adquiere una significación abstracta, al mismo tiempo que pierde su condición de objeto durable y variado.

Las relaciones sociales muestran una nueva opacidad debido a la aparición de intermediaciones (desde la mercancía hasta el Estado) que tienden a adquirir una existencia autónoma y en consecuencia a fetichizarse, generando una enajenación económica y política. La base de legitimidad socio-política se fundamenta en la racionalidad; el poder condensado en el Estado se vuelve impersonal y está definido por instituciones y constituciones. De lo concreto se pasa a lo abstracto; de lo transparente a lo opaco; de lo inmediato a lo mediato; de lo diferente y variado a lo homogéneo.

Dos características de la modernidad

Para comprender cómo se introduce la modernidad en un país como México es conveniente subrayar dos rasgos del proceso:

1. su carácter global y acumulativo (desarrollo de técnicas, conocimientos, instrumentos, clases, ideologías, instituciones, etc.).

2. su carácter expansivo (proceso que se origina en Europa occidental y luego se propaga como forma imperialista por todo el mundo).

Como producto de un desarrollo interno, la nueva clase burguesa se fue constituyendo y consolidando junto con el proceso global de acumulación, en medio de luchas y enfrentamientos -que se libraron en todos los ámbitos de la praxis social- contra la nobleza y el sistema feudal, situación que confirió a esta clase un papel activo y revolucionario. En este combate fue ganando parcelas de poder (hasta terminar por conquistarlo por completo), a la vez que iba elaborando un pensamiento crítico (racional) y una práctica de participación democrática, apareciendo nuevos proyectos de organización social y política. Proyectos, leyes e instituciones que se encuentran en íntima relación con las actividades productivas urbanas y las relaciones sociales que de ella surgen, y que, desde luego, no impedirán las actividades coactivas y represivas del nuevo Estado en formación, pero limitarán en cierta forma lo arbitrario.

Como forma expansiva imperialista, la modernización capitalista se mundializa (mediante un complejo proceso de integración-desintegración de las culturas a las que domina) aunque no deja de encontrar resistencias y antagonismos. Se impone sobre las formas precapitalistas existentes en los territorios conquistados destruyéndolas, o bien subordinándolas, transformándolas y utilizándolas. El proceso reviste en cada caso expresiones específicas, pero los determinantes que impulsan a la modernización en los países dominados son fundamentalmente externos e impuestos a través de medios diversos -entre los que se encuentran no sólo la coacción y la violencia, sino también el efecto de imitación, la mímesis entendida como "producción de tipos sociales que no se fundan en un conocimiento activo, sino en el reconocimiento pasivo y la asimilación (identificación o imitación) de este modelo"- por lo que ciertas prácticas sociales, ciertos hábitos culturales "importados" se ven asumidos de manera parcial e incompleta. Por lo que la modernización como resultado de la expansión del mundo de la mercancía es a veces más aparente que real o reviste un aspecto superficial y/o desigual.

La razón como fundamento de la modernidad

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En el terreno de las ideas, la razón va a presidir el nacimiento del mundo moderno y a constituir su elemento de base. En la efervescente sociedad del siglo XVII, una racionalidad en un primer tiempo difusa y confusa -que se ha ido desprendiendo de la práctica capitalista desde sus inicios y que va a servir de fundamento a su pensamiento- se propaga, emerge de las urbes, de los diversos sectores de la burguesía. Nace del mundo de la mercancía que comienza a expandirse, del valor de cambio que sustiuye poco a poco al valor de uso, del dinero que reemplaza con su poder a la propiedad y renta de la tierra.

Para actuar y obtener ganancia, el comercio y la industria necesitan de la razón y de la racionalidad. La racionalidad es inmanente a la realidad de los nuevos tiempos y los filósofos formulan y sistematizan sus principios teóricos. En todos los dominios, ya se trate de la ciencia, de las creencias, de la moral o de la organización política y social, el principio de la razón va a sustituir a los principios que regían hasta ese momento, a saber, los de autoridad y tradición fundamentados religiosamente. El individuo quiere servirsede la razón en todo, desea examinar y conocer por medio de la razón.

Al referirse a las características del pensamiento de esa época, que abandona las preocupaciones teológicas para ocuparse de las terrenas, escribe Hegel:

El hombre adquiere confianza en sí mismo y en su pensamiento, en la naturaleza sensible fuera y dentro de él; encuentra interés y alegría en hacer descubrimientos en el campo de la naturaleza y en el de las artes. La inteligencia despierta para lo temporal; el hombre cobra conciencia de su voluntad y de su capacidad, mira con alegría a la tierra, a su suelo, a sus ocupaciones, viendo en ello algo justo e inteligente. ( ... ) Lo mundano quiere ser juzgado mundanamente y su juez es la razón pensante.

En sus inicios, durante los siglos XVI y XVII, el racionalismo es casi tan herético, en términos políticos, como la herejía religiosa representada por Pascal y el jansenismo. Se persigue a ambos: Tomás Moro es decapitado en 1533, Galileo (1564-1642) es condenado por la Inquisición, Descartes, en busca de más libertad, prefiere emigrar a Holanda. En esa época, las matemáticas y, sobre todo, la física al impugnar las concepciones teológicas tienen también un carácter subversivo.

El siglo XVIII, heredero del pensamiento de Descartes, marca con la Ilustración el triunfo del racionalismo, de la razón propagando sus luces, de la creencia en la evolución y el progreso. Los filósofos de este siglo exponen los principios del nuevo orden que se está gestando y que se encuentra en abierta oposición al ideal autoritario que habían impuesto la Iglesia y el Estado en el siglo XVII. La crítica de la religión y del régimen absolutista se hacen en nombre de la razón. De igual manera, para señalar la autonomía de la naciente sociedad burguesa respecto a la feudal -religiosa y dividida en estamentos- se difunde la noción de sociedad civil regida por el derecho civil. Este término sirve también para designar al tejido de relaciones que brotan alrededor de la práctica capitalista naciente y que tiene como base el intercambio, tanto material (objetos) como espiritual (ideas). La sociedad civil, contrapuesta a la sociedad religiosa, implica ya la existencia de una

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