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Retorno Del Libertador


Enviado por   •  25 de Agosto de 2013  •  2.247 Palabras (9 Páginas)  •  284 Visitas

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Retorno del Libertador

NATIVOAMERICANOS:

Yo no soy presidente, ni cardenal, ni embajador, ni general, ni gerente. Soy un poeta, un hombre libre.

No tengo secta, ni partido, ni causa personal. No soy mensajero de sociedades secretas, ni aspiro conquistar a nadie.

No soy de Iglesia, ni de Estado, ni de sistema.

Me gusta el estado natural de ser libre, y amar sin yugo.

Mi patria es la de los oprimidos en todo el mundo.

Creo en Dios, en el que fundo toda razón de ser y esperanza.

Creo en Jesús como camino de vida verdadera.

Y creo en ustedes, porque creo en mí.

No tienen que aplaudir este mensaje, ni me propongo discutirlo para imponerlo.

La sed no se discute. Quien tenga sed que beba en esta fuente.

Quien tenga hambre de fraternidad. Con ellos comparto este hermoso poema de sueño y realidad que es la vida.

Exento de ambición o miedo, desnudo mi pensamiento de sinceridad, sin más arma que el amor, y con una fe lúcida en las posibilidades infinitas del hombre para superarse a sí mismo, y despertar su vocación innata por la libertad y la justicia.

Vivimos perdidos porque nos han extraviado.

Venimos de un viejo extravío que hay que parar, o de lo contrario vamos al abismo. Y no es fácil salir del laberinto si nos han dicho que este laberinto es la realidad, y si han hecho de la explotación y el dolor una sociología, una política, una filosofía, y hasta una religión.

Hemos caído y consentimos nuestra perdición como un destino que no hemos elegido, que se nos ha impuesto como un estigma.

Y hay intereses sostenidos por poderosas mentiras en que la vida no cambie, en que el mundo siga siendo una desgracia para todos: una desgracia con privilegios para pocos, y una desgracia terrible para el resto.

En ese resto está el poeta, que por serlo, va a la cabeza de los oprimidos. Y si no está con ellos, entonces no es poeta.

Hay un poeta venezolano al que más admiro por sus visiones y sus sueños, por su capacidad gigantesca de dar a luz, que es don Simón Bolívar: héroe en la pasión de ser hombre, de ser libertador de pueblos.

Pero el Libertador ha sido traicionado en Latinoamérica por el corazón tísico de la ley escrita y la letra muerta.

No hay justicia ni libertad sino en los códigos defendidos brutalmente por policías, esos oprimidos verdugos.

Las riquezas naturales son saqueadas por dragones extranjeros, pulpos de bolsa negra; o por mercenarios nativos y terratenientes antropófagos que hacen alianza con la autoridad para que los defienda.

Ellos mismos escudan sus privilegios en la ley, y sumen a los humildes en opresiones y penurias sombrías.

Y está cansado el yugo, Libertador.

El indio, nuestro hermano antepasado, es aniquilado civilizadamente, como si fuera la plaga del progreso.

Saqueada su despensa y los tesoros de su cultura arruinados por la voracidad de la Razón Dominadora, a cuya sumisión han contribuido los catecismos y espejismos corruptores del progreso esclavizante.

Los terratenientes voraces los despojan y asesinan en aterradores genocidios.

Tu indiada, Libertador, que ganó batallas por la justicia de tus sueños, que batió sus lanzas para abatir cadenas.

Los profanadores de tradición desentierran las estatuas de los Dioses indios, y los lapidan a dinamitazo frío para abrir sus entrañas en busca del codiciado oro vampiro; el oro de Pizarro, el oro de Cortés y del tirano Aguirre. El oro que en manos de piratas deja de ser tesoro para volverse ruina.

Los negreros se llaman hoy técnicos y ejecutivos, y son laureados en la Universidad, ese antro de Alí?Babá disfrazado de Sócrates, sucursal del poder y la bolsa negra.

Los parlamentos de loros amaestrados por lores de constituciones extranjeras, repitiendo con servilismo las abyecciones del colonizador armado pero sin alma.

Hacemos pactos de integración, y por debajo atizamos la hoguera de nacionalismos feroces para sustentar hegemonías y patriotismos quiméricos que venden en la publicidad del triunfalismo consumidor. Y así, Libertador, los horizontes que dio a luz tu espada, se nublan con presagios de fratricidios suicidas.

La tierra que holló tus pasos sembrando promesas, fue alambrada por usurpadores, y nos es ajena y prohibida.

Los campesinos desterrados de la parcela que cultivan, engordando con su hambre y su trabajo la chequera del explotador. Progresan en pobreza, y cuando mueren, la caridad farisea les otorga un hueco negro y frío.

Tiene que haber hambre si la tierra está en manos de parásitos. Y tiene que haber violencia si la propiedad es un arma de explotación que los poderosos esgrimen contra los desposeídos.

La doctrina de Jesús para redimir la Tierra y llenarla de luz, en vez de progresar en amor y libertad, en justicia y conciencia, degeneró en idolatría, es letra muerta de altar.

El hisopo de las bendiciones se usa para ungir las armas de la matanza y las bóvedas banqueras de la explotación inhumana.

El imperio diplomando de másteres a los arrieros nativoamericanos para que una vez en el poder hipotequen la patria a su vampirismo consumidor.

Vedlos salir a ejercer el celestinaje diplomático, y a ocupar las vacantes de los bancos internacionales donde se hacen expertos de confianza para retornar a dirigir las economías del subdesarrollo y satisfacer la lujuria imperialista en las bacanales monetarias de la plusvalía.

Si las relaciones personales e internacionales están fundadas en el poder y el dinero, el balance final es la guerra, la infelicidad que enciende la mecha de los cañones.

Si la raíz está podrida, frutos podridos dará el árbol.

Si la civilización está enferma, sólo dará frutos para la muerte.

Somos el único árbol de la creación cuyas raíces se pelean entre sí para acaparar los frutos.

También de pan vive el hombre, pero su alimento esencial es el

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