Carta Al Libertador
kevinagato6 de Marzo de 2013
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Carta al Libertador
Julio 29 (1822)
Excmo. Señor Libertador Simón Bolívar, etc., etc., etc
Muy señor mío, y ( si Ud. lo permite todavía) mi respetado amigo:
Es imposible que Vd. no haya observado que mí situación aquí es difícil y violenta; ni a Vd. pueden escondérseles las causas. Esta observación justificará todos los pasos de mi conducta política, especialmente habiéndome hallado siempre en medio del conflicto de opiniones y pasiones ajenas desde el principio de mi consulado hasta más allá de su término.
Algunos me acusan de no haber tenido un voto pronunciado en la materia del día, sin atender a que, hallándome a la cabeza de este pueblo, mi carácter público exigía una circunspección bien rara que moderase el calor de los partidos interiormente y que impidiese que las pretensiones extrañas se precipitasen, aún estando dudosa la existencia política de la Provincia.
Otros me acusan de no haber sostenido los derechos de este pueblo y de haber vendido la Provincia, habiendo llegado a tal extremo el acaloramiento, que aun se han formado planes para atropellar esta casa, que no es mía , y de haber un atentado.
Otros en fin , me acusan de no haber hecho protestas y reclamaciones por los últimos sucesos, como si yo debiese preparar una desavenencia entre pueblos hermanos, y encender el primero la tea de la discordia.
Yo puedo equivocarme, pero creo haber seguido en el negocio que ha terminado mi administración la senda me ha mostrado la razón y la prudencia, esto es, no oponerme a las resoluciones de Vd. para evitar males y desastres al pueblo, y no intervenir ni consentir en nada para consultar a la dignidad de mi representación.
Yo tomo, pues, el único partido que puedo, separarme de este pueblo, mientras las cosas entran en su asiento y los ánimos recobran su posición natural. Sólo la malignidad podrá decir que pretendo evadir el juicio de residencia, pues es notorio a todos que nosotros mismos hemos provocado ese juicio, y que le hemos dado en el auto de convocatoria una latitud mayor de la que daba la ley. Teniendo firmeza bastante para oír una sentencia el tribunal más severo, no debo tener la debilidad de sujetarme a un tribunal incompetente, por humano y benévolo que sea.
Sé que está preparada nuestra acusación y aun escrita la sentencia. La condenación del gobierno aseguran que es el principal argumento para justificar cuanto se le ha hecho. No lo dudo, pues todas las apariencias lo confirman, y cuando en los papeles oficiales se dan a luz exposiciones detractoras, mentirosas, infames, y cuya trama es tan groseramente urdida, que el miserable autor no ha reparado en que ha hecho decir y escribir a un mismo tiempo a tres o cuatro pueblos distintos y distantes muchas leguas, las mismas acriminaciones, con los mismos pensamientos, en las mismas frases, con los mismos pensamientos, en las mismas frases, y aun con las mismas palabras. ¡ Qué pobreza de imaginación ! Pero yo miro todas estas cosas como nubes que vagan y se disipan debajo de mis pies.
Más sería preciso toda la filosofía de un estoico o la impudencia de un cínico para ver el abuso que se ha hecho del candor de estos pueblos, obligándolos a decir que han sufrido bajo de nosotros un yugo más insoportable que el español, y para ver esta impostura autorizada con el nombre de Vd. en los papeles públicos, difundidos por todas parte, y sin embargo, permanecer en este país, o en cualquier otro de América, donde el conocimiento de nuestra honradez y de nuestros puros sentimientos por la Patria y por la Libertad no desmientan altamente aquella atrocísima calumnia. ¡Que dirán los gobiernos libres con quienes hemos tenido relaciones y a quienes llegó nuestro nombre con honor! ¡Vaya, que ha sido hermoso el premio de tantos desvelos porque fuese este pueblo tan feliz como el primero, y más libre que ninguno
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