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EL RETORNO


Enviado por   •  23 de Febrero de 2013  •  839 Palabras (4 Páginas)  •  296 Visitas

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El Retorno*

Hoy para hablarte me he quedado solo;

cerré para estar solo todas las ventanas,

el ojo alegre de las cerraduras

y los libros y las puertas. Y todo lo he cerrado.

Nomás los labios no, ni estas atormentadas

palabras que irán naciendo de mis labios a oscuras.

Es muy verdad que yo hubiera querido hablarte,

como antaño, del amor y las cosas que nos unen;

hubiera querido decirte largamente

que te quiero, que me gusta que me sigan tus ojos,

que no hay suavidad como la de tus manos,

pero hace afuera un aire erizado de gritos,

¿comprendes?,

pero algo trágico está sucediendo allá afuera,

y yo no lo sabía.

Mira: sólo el amor no basta;

tampoco basta con querer que nuestros hijos

sean los más hermosos o los más inteligentes,

porque ahora sé que en ellos le daremos al mundo,

únicamente, más carne para el dolor,

otro recinto de amarguras,

otra enturbiada fuente de lamentos;

ni siquiera bastaría que tú y yo y nuestros hijos

fuéramos a detener a todos los que pasan,

para preguntarles, con un gesto amistoso,

por qué están desesperados, por qué gritan así,

por qué llevan la vida como la más estúpida,

la más innoble o la más feroz de las tareas.

Nadie me escucharía, ¿sabes?,

creo que nadie nos escucharía.

Y tendrías también que sentir lo que yo, ahora:

aquí encerrado tengo la certeza

de que si cogiera el teléfono y llamara,

y llamara, y llamara hasta morir de sed y hambre,

todos los números contestarían ocupados.

Podría también abrir las ventanas y gritar;

gritar por la mañana, por la tarde, por la noche;

aullar, gritar hasta que todo el mundo se despertara

destrozarme gritando y gritarles y gritarles.

Pero para hacer eso es necesario ser heroico,

y yo no soy más que un hombre con el corazón desgarrado

y convencido de que ya no existen los héroes,

de que nadie mueve un dedo para salvar a nadie:

todos están cuidando sus pedazos de pan duro,

cepillando con agua su único traje

para evitar que se vea pardo,

pensando en una hermosa mujer que se entregara gratis.

Los héroes…

(Cuando llegues a estas dos últimas palabras,

los héroes,

te ruego que las digas con una voz cuidadosa,

como si anunciaras a alguien la muerte de sus

padres.)

Ya no hay héroes, ¿me oyes?, ya no hay héroes:

todos asisten diariamente a una oficina

y son buenos empleados y trabajadores;

todos están casados y tienen hijos innumerables,

y acostumbran hacer un paseo dominical,

provistos de bolsas en las que hay tortas y refrescos.

Corren un poco entonces y golpean una pelota

o tratan de subirse a un árbol inclinado y pequeño

para demostrarse que aún siguen siendo los mismos.

Luego comen, hablan sabiamente del aire puro,

satisfechos de su existencia reposada y cómoda,

...

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