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Un nuevo Ensayo sobre las políticas regionales en América Latina y los países andinos: un análisis comparativo de Edgard Moncayo Jiménez


Enviado por   •  7 de Febrero de 2018  •  Ensayos  •  1.469 Palabras (6 Páginas)  •  325 Visitas

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Ensayo sobre las políticas regionales en América Latina y los países andinos: un análisis comparativo de Edgard Moncayo Jiménez

Maximiliano Beltrán García

En la vida misma de las sociedades hay cambios pequeños y graduales que en la mayoría de los casos no son percibidos medidos de uno a uno sino como un conjunto que marca diferencia cuantitativa aglutinados o conjuntados en determinado espacio y tiempo. Pero sin duda hay otros que por su impacto y su devenir rápido son tan sustanciales que marcan rumbos incluso de sistemas. En este caso analizaremos lo que ha sido un hito en el desarrollo de las políticas regionales y como a partir de mediados de los años setenta los sistemas modificaron para desarrollar nuevas políticas regionales.  

En el siguiente ensayo analizo el texto de Edgar Moncayo Jiménez que nos habla sobre este fenómeno a nivel mundial. Primero lo hace por parte de los países avanzados y después en el contexto de América Latina. Presento un análisis de lo que él concibe como su propio análisis histórico de la evolución de los gobiernos para intervenir proactivamente y de manera dirigista (top down) a pasar a ser gobiernos con enfoques descentralizados (bottom up) mediante estímulos selectivos y estratégicos, para promover el potencial endógeno de las economías regionales y locales.

En las primeras líneas de su documento, Edgar nos dice que las políticas públicas, entre las cuales se cuenta la regional, han evolucionado pari passu con el papel asignado al Estado en la conducción del proceso de desarrollo. Es ilógico pensar aquí que el Estado ha mantenido siempre el mismo papel durante todas las sociedades. Es decir, los ha habido de todo tipo: monárquicos, imperios, clanes, democráticos, etc., de alguna forma u otra todos han regenteado el monopolio de los recursos y la violencia para intentar construir sociedades sanas y perpetuarlas en la historia. En la época moderna, y más aún, en el periodo de la segunda posguerra las políticas que predominaban los sistemas mundiales eran los del Estado keynesiano de bienestar. Dichas políticas eran de corte intervencionista, dirigista y formuladas con un enfoque top down, es decir, se llevaban a cabo en una secuencia lineal que descendía del centro a la periferia.

Más tarde, a mediados de los 70 acaecieron en el orbe diversos síntomas y fenómenos que mostraban un sistema un poco deteriorado y que sin duda prendió algunos focos amarillos: si bien el sistema no necesitaba cambiar totalmente, necesitaba de nuevas revoluciones para seguir andando como un coche normal, no forzado. En estos años de crisis mundial, nacen cambios estructurales en los gobiernos avanzados que apuntan a un nuevo sistema, en el cual se promueven las innovaciones de productos, de procesos organizacionales y de mercados; el mejoramiento de la competitividad estructural de las economías abiertas, principalmente mediante la intervención en el lado de la oferta y la subordinación de la política social a las exigencias de flexibilidad del mercado de trabajo y la competitividad estructural.

Dicho fenómeno nace primero, en los países desarrollados, por ende, es preciso analizar primero lo que sucedió en estos estados. Es decir, cómo funcionaban antes de los años setenta, en los que los diversos desajustes en la economía mundial y la gran crisis hiciera que los diferentes estados decidieran optar por nuevas políticas en la búsqueda del bienestar.

Como ya había señalado, para fines prácticos solo analizamos aquí dos sistemas: uno que nace después de la segunda guerra mundial (conocido como Estado keynesiano de bienestar, y el que sigue que es el Estado shumpeteriano de trabajo), más concretamente y en orden cronológico partimos de los años cincuenta a mediados de los setenta, y de los setenta a la actualidad.

El primero, caracterizado por una intervención activa de Estado central, dirigida a reducir las disparidades regionales. Este objetivo se consideraba deseable tanto por razones de eficiencia macroeconómica (pleno empleo e impulso de la demanda agregada) como equidad interterritorial. En donde el Estado invertía directamente a través de empresas públicas en las regiones, provee de infraestructura, incentivos y desincentivos para inducir la localización de la actividad económica, y políticas redistributivas del gasto público con criterio interregional.

En diferentes países como Italia, España y el Reino Unido se acentuaban con diferentes políticas (programas) las diferentes expresiones de sistemas como este, en donde también los polos de desarrollo estuvieron como su principal instrumento de política.

El segundo, nace después de los choques petroleros a nivel mundial en los años 73 y 74, la quiebra del sistema monetario basado en las instituciones de Bretton Woods, la caída de la productividad en los países motores de la economía mundial, la crisis fiscal de estos últimos países, y sobre todo en diversos cambios profundos en la matriz tecno-económica de los sistemas productivos y el inicio de una nueva fase de la globalización. Con diferentes paradigmas, este sistema viene a revolucionar las sociedades, sus concepciones y estilos de vida. Pero en cuanto a la producción, podemos decir que sobresalen los distritos industriales o especialización flexible. Respecto a esto podemos decir que Italia funge como el ejemplo más visible de especialización flexible, de hecho, de ahí es donde surgen los primeros estudios sobre el tema. Estas regiones, caracterizadas por la producción personalizada llevan el sello inherente de los procesos shumpeterianos. En sus nichos encontramos su éxito debido a sistemas industriales basados en redes integradas por pequeñas y medianas empresas que compiten entre sí y que encausan este medio para la innovación y a su vez para aprender unas de otras. Hay una interacción mayor con las instituciones locales (asociaciones empresariales y universidad) para estar en capacidad de adaptarse con rapidez a los cambios de los mercados y las tecnologías. Es decir, y hablando en general, esta segunda generación de políticas regionales tiene como noción central la competitividad de regiones individuales basadas en la movilización de sus capacidades endógenas de desarrollo e innovación.

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