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A 50 años De La Masacre De Marquetalia, Caldas


Enviado por   •  25 de Junio de 2015  •  1.471 Palabras (6 Páginas)  •  264 Visitas

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A 50 años de la masacre de Marquetalia

Desquite: el ángel exterminador

Por: Johnny Delgado M.*

A 50 años de la masacre de Marquetalia

Algunos comerciantes de Manzanares y Marquetalia venían conversando dentro del bus de la empresa Arauca que se desplazaba lentamente en esa madrugada del lunes 5 de agosto de 1963, en cercanías del sitio La Italia, en la carretera que comunica a Marquetalia con Victoria en el oriente del departamento de Caldas. Iban a comprar y hacer transacciones bancarias a Honda o a la feria de Samaná.

Más adelante, tres volquetas con trabajadores de Obras Públicas se acercaban también al sitio en dirección a Victoria. Tras una curva cerrada, una docena de hombres vestidos de militares los hicieron detener y los obligaron a descender de los vehículos. En ese momento llegó el bus al cual le ordenaron lo mismo.

Los sorprendidos pasajeros escucharon a un hombre que parecía ser el comandante del grupo de hombres armados decir que se trataba de la banda de Efraín González y necesitaba saber quiénes eran conservadores. Los engañados obreros, campesinos y comerciantes que creyeron salvar la vida siendo partidarios del bandolero conservador se hicieron a un lado. De inmediato los llevaron y los encerraron en una casucha de madera al lado de la vía. Otros dos vehículos que arribaron a esa hora, seis y media de la mañana, también fueron detenidos. Todos fueron despojados de su dinero y objetos de valor.

El asalto en realidad había sido perpetrado por el famoso bandolero liberal José William Angel Aranguren alias Desquite. El calvario para las víctimas había apenas comenzado y durante casi dos horas de agonía, fueron pasando uno a uno hacia un patio donde eran interrogados. Luego recibían golpes de garrote en la cabeza para después ser rematados a machete inmisericordemente. Evitaban hacer disparos con sus armas para prevenir que las autoridades se pudieran dar cuenta y acudieran a socorrer a aquellas desventuradas víctimas.

Los muertos, algunos decapitados, eran amontonados como bultos de café en un costado del patio mientras un estanque de cemento se llenaba de cabezas y el suelo se cubría con la abundante sangre de las personas sacrificadas. Solo los quejidos y los golpes de madera y machetes sobre los cuerpos inermes se escuchaban en esa mañana de terror. Al final de la horrible masacre, 25 pasajeros del bus y 17 obreros viales, perecieron en el asalto.

Hubo una veintena de sobrevivientes que salvaron su vida por ser liberales, otros por ser conocidos de algún bandolero. Se conoció el caso de una señora que iba ser asesinada a machete por el verdugo. Entonces instantes antes, otro cuadrillero le pidió a Desquite que la salvara, que muchos días de su infancia, él “había calmado su hambre en el rancho pobre de aquella mujer”. Desquite ordenó liberarla. Otro hombre suplicó al comandante bandolero que no lo matara que viajaba a Victoria a comprar medicinas para su madre moribunda. Desquite se le acercó y le dijo que le repitiera su pedido. El hombre aterrorizado, con un último aliento le suplicó dejarlo vivo. William Angel le perdonó la vida pero lo obligó a no marcharse hasta un buen tiempo después que la banda se retirara.

La pavorosa masacre había sido planeada con mucha antelación y algunos colaboradores de la cuadrilla los habían conducido a preparar el asalto en esa zona desolada. Había un oscuro motivo de carácter político y era que se tenía información que un conocido dirigente conservador, patrocinador de los bandoleros y pájaros conservadores de Marquetalia, iba en el bus. Al final el referido político no viajó y salvó la vida. El caso era de suma importancia porque había obligado a Desquite salir de sus reductos del norte tolimense, cruzar el río Guarinó y entrar a Caldas.

Una vez consumado el execrable genocidio cruzaron el río y entraron de nuevo al Tolima. Durante un mes fueron perseguidos con todos los recursos bélicos del Ejército cuando se internaron en la Serranía de Lumbí, cercana a Mariquita, de donde lograron escapar del cerco militar.

El halo de terror que producía Desquite crecía. El hombre que hacía varios años había sido amarrado, desnudo y humillado públicamente en una calle de un poblado tolimense al ser capturado luego de cometer un asalto había cumplido su promesa y profecía: — me desquitaré, me desquitaré— había gritado con pudor, angustia y rabia contenida en ese lejano día.

Los orígenes de su rebeldía

Cuando

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