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A sangre fría: Victoriano Huerta


Enviado por   •  12 de Marzo de 2014  •  Biografías  •  1.312 Palabras (6 Páginas)  •  319 Visitas

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A sangre fría: Victoriano Huerta

Decían sus contemporáneos que su “cerebro se encontraba entenebrecido por el alcohol”. Hombre de inteligencia “despierta y ambiciosa” y con la tenacidad propia de su raza india, Victoriano Huerta fue un hombre cuyo sentido de la oportunidad parecía una virtud inherente a su persona. Desde su juventud estuvo en el lugar y en el momento adecuados; siempre sacando el mejor partido.

Pieza fundamental en la pax porfiriana, combatió a los yaquis en Sonora, sofocó varias rebeliones en el estado de Guerrero y en 1901 aniquiló la resistencia de los indios mayas en Chan Santa Cruz, Yucatán. Sus procedimientos autoritarios, la quemazón de pueblos enteros, y el fusilamiento de rebeldes pronto le ganaron la reputación de un “animal sediento de sangre”.

Con Madero en la presidencia desde el 6 de noviembre de 1911, Huerta parecía no tener futuro. Pero el destino pronto lo rehabilitó. Huerta aniquiló a la rebelión de Pascual Orozco en 1912 y regresó a la capital con los blasones de general de división.

Cuando estalló la decena Trágica el 9 de febrero de 1913, Huerta no pensaba en la traición. No al menos en ese momento y no precisamente por lealtad al régimen de Madero. Estaba esperando el momento adecuado, las condiciones necesarias para obtener el poder. La suerte actuó nuevamente a su favor.

Durante el primer día de enfrentamientos, el general Lauro Villar -comandante de la Plaza y leal al presidente- resultó herido. Madero entregó entonces el mando militar a Huerta, quien prometió la victoria en pocos días. También los golpistas sufrieron una baja sensible. Con la muerte de Bernardo Reyes, ocurrida en ese primer enfrentamiento, los sublevados se atrincheraron en la Ciudadela, situación por demás desventajosa, ya que ante un ataque bien planeado no tendrían escapatoria. Las condiciones para Huerta eran inmejorables: tenía en sus manos el control de los dos grupos rivales. Le faltaba mover una pieza. La que debía colocarlo en la presidencia.

Huerta optó por la alianza con los rebeldes pero sin dar ventajas. En varias reuniones secretas realizadas en la pastelería El Globo –a las cuales se presentaba en estado de ebriedad- el general indio se entrevistó con el jefe de los rebeldes, Félix Díaz.

En la embajada norteamericana, bajo el auspicio de Henry Lane Wilson, sellaron el acuerdo. Victoriano ocuparía la presidencia de la república, nombraría un gabinete con partidarios de Félix Díaz y convocaría a elecciones. Al sobrino de don Porfirio no le pareció del todo la idea, pero presionado por el embajador norteamericano terminó por aceptar.

La traición se consumó el 18 de febrero. Madero y Pino Suárez fueron aprehendidos por instrucciones de Huerta y al día siguiente presentaron sus renuncias. Pedro Lascuráin ministro de Relaciones Exteriores fue nombrado presidente, a su vez nombró secretario de gobernación a Huerta y luego renunció. Por ministerio de ley Victoriano ocupó la presidencia del país. Al respecto, el célebre escritor Federico Gamboa, futuro miembro del gabinete, escribió:

“Que desde el día 19 y ‘conforme a la ley’ (este ‘conforme a la ley’ vale las dos Californias y todo el Transvaal) asumió el poder ejecutivo de la República ¡el general de división don Victoriano Huerta! Ni un poquito me gusta, aunque en las circunstancias actuales y con tal de que sea por brevísimo tiempo, pase don Victoriano Huerta ¡y que Dios lo ilumine!”.

El nuevo presidente no tenía en mente dejar el poder ni cumplir con lo pactado. En los siguientes días tomó medidas que mostraron su carácter para gobernar. El día 22 de febrero de 1913, Madero y Pino Suárez fueron asesinados por órdenes de Huerta. Meses más tarde removió a los miembros del gabinete y colocó en su lugar a sus incondicionales. De Félix Díaz se deshizo nombrándolo embajador extraordinario en Japón. En octubre fue muerto el senador Belisario Domínguez. Ante las protestas del Congreso, el presidente disolvió la Cámara de Diputados y la XXVI legislatura fue encarcelada. El Senado prefirió desintegrarse antes de sufrir una humillación

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