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AGUSTIN JIMENEZ Y SU PERRO


Enviado por   •  31 de Mayo de 2013  •  1.348 Palabras (6 Páginas)  •  310 Visitas

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Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2001 y vicepresidente senior del Banco Mundial, vivió y presenció desde las primeras butacas los efectos que trae consigo la aplicación, en el marco de la globalización, de políticas económicas manipuladas por intereses financieros e ideológicos. El autor sostiene que la globalización, en sí, no es buena ni mala: si beneficia o golpea a los países y a sus habitantes, depende exclusivamente de sus administradores y árbitros. Entonces, el autor da comienzo a la dura crítica a las instituciones económicas mundiales.

Según Stiglitz, el Fondo Monetario Internacional traicionó los ideales que lo fundaron, y gracias a su concepción de la perfección de los mercados hundió en la pobreza y el caos a aquellos que eran los más pobres dentro de los pobres. Desde el caso etíope, pasando por el del este asiático y concluyendo con el ruso, se demuestra cómo las instituciones globales recomendaron aplicar políticas desacertadas y estándares que sólo colaboraron a exacerbar las crisis y llevar al mundo al borde de un colapso económico global. La economía puede parecer una disciplina muy árida, pero un conjunto de buenas políticas económicas pueden cambiar la vida de todos los pobres del mundo.

Con mucha razón miles de personas alrededor del mundo reclaman por un mundo más justo y equitativo. Y reclaman porque advierten que los mercados y los Estados están lejos de ser perfectos. Pero el FMI está convencido de que los mercados conforman una institución perfecta, y de ahí los grandes errores cometidos. Lo grave es que no se reconozcan dichos errores y se continúe por el mismo camino.

La liberalización de los mercados parece ser el primer mandamiento (y el primer error) para aquellos países que pretenden huir de la pobreza. Pero es hipócrita pretender ayudar a los países subdesarrollados obligándoles a abrir sus mercados para ser inundados por productos de países industrializados. De la misma manera, se debe dejar de coartar el accionar de los Estados cuando éstos busquen soluciones para apalear la pobreza de sus ciudadanos. Hay que lograr que los países en desarrollo consigan gobiernos fuertes y eficaces, y que los desarrollados sean justos a la hora de arreglar la economía internacional.

El sistema no está enfermo: enfermos están aquellos que lo manejan. Reestructurándolo se podrá crear una nueva administración que atienda a los reclamos de los países desarrollados, pero sobre todo de los subdesarrollados; de los ricos, pero sobre todo de los pobres. No es justo que más del 50% de la población mundial viva sumida en la pobreza, la exclusión, el analfabetismo, la enfermedad y la miseria. Es inhumano que actualmente unos 1.200 millones de personas en el mundo vivan con menos de un dólar diario, al mismo tiempo que 2.500 millones de personas vivan con menos de dos dólares diarios.

La globalización no cumplió con lo que prometió. La globalización no atendió a los desaventajados ni permitió un mayor acceso a la información, a la salud y a la educación. Muy por el contrario, la brecha entre pobres y ricos creció, y el acceso a la información se dificultó. Y por ello treparon los índices de corrupción y creció la implementación de políticas injustas. Es hora, entonces, de que la opinión pública tenga conocimiento del fin y del accionar de las organizaciones globales y de los Estados, para poder así reclamar por lo que les corresponde, y reclamar por lo que les corresponde a quienes no pueden ya reclamar.

Es un hecho que la globalización es un huésped que no tiene planes para abandonar al mundo. Será algo beneficioso si queremos, porque nos dará tiempo y esperanzas de cambiarla. Pero será preocupante si continuamos en la misma postura y permanecemos al margen de este gran problema mundial.

El mundo está lejos de resolver sus problemas, pero para comenzar a cambiarlo debemos suplir la arquitectura de las estructuras internacionales y también el esquema mental en torno a la globalización. La globalización mal gestionada trae consigo pobreza, pero también la amenaza a la identidad de los pueblos, su historia y sus valores culturales. Se debe

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