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Berlin

ana_itzeInforme13 de Junio de 2013

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Cuando, viniendo de Berlín, volvimos a la región de Lauenburg, pudimos

escuchar con retraso la noticia por la radio del coche, porque estábamos

abonados al Tercer Programa, y entonces yo, lo mismo que otros tropecientos

mil, grité probablemente: «¡Qué locura!», con alegría y susto, «¡eso es una

locura!», y luego, lo mismo que Ute, que iba sentada al volante, nos perdimos

en nuestros pensamientos progresivos y regresivos. Un amigo, que tenía al

otro lado del Muro su vivienda y su lugar de trabajo, y que, lo mismo antes que

ahora, custodia legados en el Archivo de la Academia de las Artes, recibió la

piadosa nueva igualmente con demora, por decirlo así, con espoleta retardada.

Según su versión, volvía, sudando por el jogging, del Friedrichshain. Nada

insólito, porque, entretanto, también los de Berlín Este conocían bien esa

automortificación de origen norteamericano. En el cruce de la KätheNiederkircher-Strasse con la Bötzowstrasse se tropezó con un amigo al que el

jogging le había hecho también jadear y sudar. Los dos, sin dejar de correr

sobre el sitio, se citaron para tomar por la noche una cerveza, y cuando llegó la

noche se sentaron en el amplio cuarto de estar del amigo, que tenía un puesto

de trabajo seguro en la, como se decía entonces, «producción de materiales»,

por lo que a mi amigo no le extrañó encontrar en el piso de su amigo un suelo

de parqué recién puesto; semejante adquisición hubiera sido prohibitiva para él,

que en el Archivo sólo manejaba papeles y era responsable, todo lo más, de

las notas de pie de página.

Bebieron una Pilsen y luego otra. Después apareció en la mesa el aguardiente

de Nordhausen. Hablaron de otros tiempos, de hijos adolescentes y de

barreras ideológicas en las reuniones de padres de alumnos. Mi amigo, que es

del Erzgebirge, en cuyas cumbres había estado yo dibujando madera muerta el

año anterior, quería, como dijo a su amigo, ir a esquiar con su mujer el próximo NARRACIÓN Y EXPOSICIÓN

invierno, pero tenía problemas con su Warburg, cuyos neumáticos tanto

delanteros como traseros estaban tan gastados que apenas tenían dibujo.

Ahora esperaba conseguir, por medio de su amigo, otros neumáticos de

invierno: quien en una situación de Socialismo realmente existente puede

ponerse porqué por su cuenta, debe de saber también cómo se consiguen

neumáticos especiales con la indicación M + S (Matsch und Schnee), es decir,

«barro y nieve».

Mientras que nosotros, ahora ya con el alegre mensaje en el alma, nos íbamos

acercando a Behlendorf, en el llamado «cuarto de Berlín» del amigo de mi

amigo la televisión estaba encendida y con el sonido casi a cero. Y mientras los

dos seguían conversando ante aguardiente y cerveza sobre el problema de los

neumáticos y el propietario del parqué opinaba que, en principio, sólo podían

conseguirse neumáticos nuevos con «dinero de verdad», aunque se ofreció a

proporcionar inyectores para el carburador del Warburg, pero sin poder dar

más esperanzas, mi amigo echó una rápida ojeada a la pantalla sin sonido, en

la que aparentemente pasaba una película en cuyo argumento unos jóvenes

trepaban el Muro, se sentaban a horcajadas sobre la protuberancia superior y

la policía de fronteras contemplaba la división sin hacer nada. Al hacerle

observar ese menosprecio del Muro de Protección, el amigo de mi amigo dijo:

«¡Típicamente occidental!». Luego comentaron la falta de gusto actual –

«seguro que es una película sobre la guerra fría»-- y pronto estuvieron

...

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