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Bibliotecas En La Edad Media


Enviado por   •  13 de Abril de 2015  •  2.496 Palabras (10 Páginas)  •  280 Visitas

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EL IMPERIO BIZANTINO

Pronto Bizancio se dio cuenta que la única forma de unir pueblos tan distintos era reforzando su herencia cultural, cuyo testimonio estaba escrito en los libros. En pocas culturas, el libro ha tenido tanta estima. En Bizancio las bibliotecas eran públicas. Los libros resultaban muy costosos por la escasez de materiales, por lo que las bibliotecas privadas fueron escasas y con poca cantidad de fondos. Había pocos copistas y escaso comercio.

Focio, patriarca de Constantinopla y causante de la separación entre la Iglesia romana y la griega. Además escribió la única obra literaria que se conserva de los bizantinos, la Myribiblion (o Bibliotheca). Por el número de autores que describe en ella, Focio debió poseer una biblioteca enorme (pues sus lecturas comprendían varios miles de obras), aunque con seguridad utilizaría las grandes bibliotecas de la capital. Otras bibliotecas privadas importantes fueron la de Aretas y Eustacio. Este último, una de las personas más cultas de su época enfurecía por el despego de los monjes hacia los libros y su inclinación a vender los de sus bibliotecas monacales.

¿Por que eres inculto debes vaciar la biblioteca de obras que transmiten la cultura?. Dejalas en sus armarios, pues alguien vendrá detrás de ti que si no versado en letras, al menos las amará.

De las públicas, las más importantes debieron estar en la capital y entre ellas destaca ala de los emperadores, aunque fueron sistemáticamente destruidas por los conquistadores otomanos y los saqueadores cristianos bajo la bandera de las cruzadas. Un español, Pedro Tafur visitó la ciudad en 1437 y en su obra “Andanzas y viajes de Pedro Tafur” cuenta su admiración por la biblioteca sin mencionar el número ni demasiadas características de la biblioteca. Pero no parece que estuvieran encadenados como en Europa sino guardados bajo llave en armarios. Aparte de la imperial, fueron también importantes la biblioteca de los patriarcas y la de los centros de enseñanza superior.

Fuera de la capital, la más importante fue la del monasterio de San Juan de Patmos. En Bizancio, los monasterios no pertenecían a órdenes religiosas, así que cada uno tenía su propia regla. Su biblioteca comenzó con 50 libros donados por cincuenta libros enviados por el Patriarca de Constantinopla y de donaciones de personas que se sentían atraidas por la isla donde San Juan escribiera el Apocalipsis. En 1201 tenía 330 obras (267 en pergamino y el resto en papel). Aparte de esta, tenemos la de Lavra en el Monte Athos y la de Patmos.

EL MUNDO ÁRABE

Cuando los árabes constituyeron su extenso imperio que desde África Central comprendía India, Asia Menor, África del Norte y España, se inició un contacto fructífero entre las literaturas y las ciencias griegas y árabes. Pronto descubrieron que la escritura era imprescindible para mantener un gran Estado. Así que desde el primer califa que se estableció fuera del desierto (Muavia), todos contaron con colecciones de libros más o menos grandes. Es probable que tradujeran las obras de muchos historiadores clásicos como Tucídices, Heredoto o Jenofonte pues tuvieron gran popularidad. Pronto existieron buenas bibliotecas ya que los califas omeyas y abassíes las propiciaroan. Existían en este imperio árabe grandes bibliotecas, dependencias tanto de centros de enseñanza como de mezquitas o de casas de príncipes, así como de notables bibliotecas particulares. La caligrafía gozaba de gran prestigio y adoptó muy pronto un carácter altamente decorativo. En la primera fase de la evolución, el centro de las versiones al árabe de la literatura griega se encontró en la biblioteca en Bagdad del famoso califa Harum Al-Raschid y su hijo Al-Mamun. Utilizaron manuscritos griegos como textos, más tarde también traducciones del griego al iranio y al sirio.

En España destaca el interés por los libros que tuvieron los califas omeyas, cuyo interés llegó incluso al oído del emperador de Bizancio (que le regaló un ejemplar de la obra de Discórides). La biblioteca que reunió en Córdoba el califa al-Hakam II puede considerarse como excepcional. El mismo escribió una Historia de al-andalus. Aunque puede que sea exagerado, se dice que su biblioteca almacenó más de 400.000 volúmenes y que él mismo escribió el nombre del autor y una pequeña sinopsis. En el resto de los posteriores reinos de taifas hubo importantes bibliotecas, tanto públicas como privadas.

LA ALTA EDAD MEDIA EN EUROPA

En los tiempos medievales, con las invasiones bárbaras y la caída del Imperio Romano de Occidente, la cultura retrocede y se refugia en los monasterios y escritorios catedralicios, únicos lugares que albergan bibliotecas dignas de tal nombre. Son centros donde se custodia la cultura cristiana y los restos de la clásica, al servicio de la Religión.

La España Visigoda vivió un renacimiento cultural en parte influída por Italia. Podemos suponer la existencia de una Biblioteca Real en Toledo, aunque desconocemos si era propiedad de los monarcas o de la corona.

En la España bajo el dominio visigodo se crearon escuelas episcopales, de donde nacieron las bibliotecas más importantes de este periodo. En Sevilla precisamente, consiguieron reunir los obispos San Leandro y posteriormente su hermano San Isidoro una voluminosa biblioteca familiar que serviría de base a este ultimo para escribir sus “Etimologías”, obra enciclopédica de importancia capital durante toda la Edad Media. Una de las partes que componen esta obra está dedicada al libro y a las bibliotecas. La biblioteca estaría intsalada en un local de hermosa aparencia, con el suelo y techo recubiertos de mármol verde como el de Caristo (Etimologías XI) para que la mirada descansara, con armarios de madera adosados en las apredes. Por otro lado, los monasterios visigodos, que solían tener una escuela aneja, contaron con pequeñas colecciones de libros de carácter religioso. En esta época, los libros seguian siendo carísimos así que sólo estaban al alcance de unos pocos.

En el resto de Europa se crearon en esta época monasterios con importantes bibliotecas, como el de Montecasino (Italia), fundado por San Benito, el de Vivarium (Italia), fundado por Casiodoro, y Luxeuil y Bobbio, fundados ambos por San Columbano. Un discípulo de éste, San Galo, fundó el monasterio de Saint Gall (Suiza). Los monjes irlandeses, en su afán misionero y evangelizador fundaron por ejemplo Lindisfarne (Inglaterra). En Saint Riquier, monasterio fundado por un discípulo de San Columbano se sabe que llegó a tener 100 monjes trabajando en el escritorio y se conoce un catálogo del año 831 con la descripción de 256 códices que suponen aproximadamente 500 obras. Estas bibliotecas no estaban

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