Bolivar En Peru Y Bolivia
rogelio79724 de Noviembre de 2011
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BOLÍVAR EN EL PERÚ
El Protectorado no consolidó la independencia y acabó en medio de críticas. Por ello San Martín se retiró, devolviendo el poder al pueblo peruano a través del Congreso instalado en 1822, y que tampoco pudo vencer al virrey. Los peruanos, impotentes, tuvieron que llamar al exitoso libertador caraqueño, Simón Bolívar.
Bolívar en el Perú
Respondiendo al pedido del Congreso peruano, Simón Bolívar llegó al Perú el día 1 de septiembre de 1823. Tan solo nueve días después, Torre Tagle aprobó un decreto del Congreso que otorgó a Bolívar el cargo de máxima autoridad militar, haciendo posible darle también el poder político de ser necesario.
Esta decisión complicó aún más el ambiente político peruano. Tanto Torre Tagle como Riva Agüero carecieron de una sensata capacidad de decisión en el contexto político que se vivía. Tal vez ello fue lo que los motivó, por separado, a iniciar conversaciones con los realistas. Cuando Riva Agüero fue descubierto, se lo declaró traidor a la patria. Capturado el 25 de noviembre, Riva Agüero iba a ser fusilado, pero logró escapar del país. El 5 de febrero de 1824, ocurrió una sublevación en el Real Felipe que a la postre condujo a la toma de esta plaza por los realistas a manos de los generales Juan Antonio Monet y José Ramón Rodil. Entonces, Bolívar evacuó Lima y se fue a Pativilca, al norte.
La dictadura de Bolívar
Ante la crisis, y consciente de que la inestabilidad política sólo beneficiaba a las fuerzas realistas, el 10 de febrero de 1824 el Congreso peruano tomó la drástica decisión de cancelar la autoridad de Torre Tagle, suspender la Constitución de 1823, entregar a Bolívar todos los poderes del Estado para que concretase la independencia y declararse en receso. Torre Tagle, descubierto en conversaciones con los realistas, se refugió con ellos en el Real Felipe, donde murió enfermo poco después.
Con el título de dictador supremo, Bolívar asumió el poder y emprendió la difícil tarea de conseguir ingresos estatales, reorganizar el ejército y establecer su cuartel general en Pativilca para iniciar la campaña final contra los realistas.
La situación en ese momento no podía ser más delicada ya que, si bien la ocupación realista del Real Felipe no representaba una verdadera amenaza, el control realista de la sierra sí podría serlo a largo plazo. No obstante, repentinamente se inició un quiebre en la unidad realista debido a que el general Olañeta -encargado del poderoso ejército del Alto Perú- desconoció la autoridad de La Serna. Esta división resultaría providencial para la última campaña patriota.
BOLIVAR DICTADOR DEL PERU
Para los peruanos es insufrible ya la situación, la anarquía reina por doquier, y la amenaza realista crece. El 10 de febrero de 1824 Bolívar es nombrado Dictador del Perú, para que controle las riendas.
Su actuación, de hecho, produjo los frutos deseados. El decreto del Congreso del Perú dice: «Considerando ...que sólo un poder dictatorial depositado en una mano fuerte, capaz de hacer la guerra, cual corresponde a la tenaz obstinación de los enemigos de nuestra independencia, puede llenar los ardientes votos de la representación nacional...la suprema autoridad política y militar de la República queda concentrada en el Libertador Simón Bolívar».
Eran los días en que el Perú agradecido confiaba en el Libertador y depositaba en él toda su esperanza. No fue defraudado este país sureño, cuando ese mismo año de 1824 Bolívar logró desbaratar la anarquía de los inadaptados, y para cerrar con broche de oro el 9 de diciembre Sucre vence en Ayacucho dando libertad al Perú y al resto de la América dominada entonces por los españoles.
Siguió la epopeya de San Martín, formando parte activa en la acción por la Independencia de Ecuador, Perú y Bolivia.
En Perú dirigió el triunfo de las pampas de Junín (6 de Agosto de 1824) gobernando el Perú hasta que un llamado del Congreso de su patria lo obligó a volver, además, muchos intereses oscuros y envidias de políticos y terratenientes hicieron que finalmente, optara por renunciar y retirarse.
Bien conocido es que la estancia de Simón Bolívar en territorio peruano nunca fue bien recibida por las elites políticas recién conformadas al calor de la lucha independentistas bajo el liderazgo de San Martín, ni menos aún por la antigua élite realista criolla. Los independentista veían en Bolívar a un dictador, una especie de usurpador bonapartista que solo quería establecer un gobierno absoluto basado en su persona, mientras que para los realistas era asociado con su condición de extranjero que amenazaba los privilegios de clase de la sociedad peruana colonial. El mismo Bolívar durante sus días más difíciles en el Perú en medio de traiciones y desconfianzas por parte de los líderes independentistas peruanos llegó a expresar en una carta: “siempre seré extranjero y siempre excitaré celos o la desconfianza de estos señores… He llegado a arrepentirme de haber venido”. Esta frase demuestra claramente la frustración de Bolívar ante el caos y la animadversión que en determinado momento llegó a sentir hacia su persona en el Perú, tanto a su llegada como durante la campaña militar contra los españoles.
Bolívar llegó a Perú en septiembre de 1823 por una petición expresa del Congreso peruano. Ya para ese entonces el futuro Mariscal de Ayacucho fungía de representante del gobierno colombiano en tierras peruanas y conducía un contingente de combatientes colombianos que apoyaban la causa independentista. Bolívar al igual que San Martin entendía que no era viable la independencia de las colonias españolas hasta no derrotar en el último rincón del suelo americano al Imperio ibérico, de allí la permanente disposición de Bolívar de apoyar tanto a los peruanos como a cualquier otro pueblo que luchase contra el dominio español, tal como ha quedado en testimonios en varias cartas en las cuales se proyectaba una expedición libertadora latinoamericana para liberar a Puerto Rico y Cuba.
A la llegada del Libertador al Perú, reinaba un estado de anarquía casi total, la renuncia y partida del Protector del Perú, el General argentino José de San Martín, había dado paso a una lucha fraticida entre el Congreso peruano liderado por el Marqués de Torre Tagle y el Presidente Riva Agüero, que se enfrentaban en una frenética lucha por los retazos que quedaban de la naciente República del Perú. Al mismo tiempo el General español Canterac había logrado revitalizar las filas realistas, logrando avances militares importantes. Ante este panorama, la figura de Bolívar fue en un principio recibida por todas las facciones independentistas del Perú, como un factor aglutinante y como un soporte necesario para el éxito, el Congreso peruano casi por aclamación proclamó al Libertador como Dictador del Perú.
Morote describe a su antojo al Libertador, como un hombre ambicioso que llegó a despreciar y aborrecer al Perú, nada más falso que esta malintencionada afirmación, y para dejar claro este punto citaré al mismo Bolívar cuando se deshizo en elogios para con las tierras herederas de las glorias incaicas: “Lima es una ciudad grande y que fue rica; parece muy patriota… yo cada día más contento en Lima porque hasta ahora voy bien con todo el mundo … la mesa es excelente, el teatro regular muy adornado de lindos ojos…coches, caballos, paseos, toros, Te Deum, nada falta…” (Simón Bolívar, Gerard Masur, Pág. 427).
Bolívar entregó lo mejor de sí a favor de la causa del Perú, respetó su gentilicio y ofreció lo mejor de su genio como estadista y legislador en la construcción de la naciente República del Perú, llegando incluso a pagar el precio de la distancia y el tiempo de ausencia en su propia Patria, que le constaría ver, antes morir, el derrumbe de la Gran Colombia. Tal como lo afirma Jorge Mier Hoffman (ver en
http://www.aporrea.org/actualidad/a21547.htm) “de todas las Campañas Libertadoras, Perú será para Bolívar la región a la que dedicó más años y esfuerzos por recobrar la dignidad de los pueblos de América… En la región peruana Bolívar celebrará las más encarnizadas batallas para acabar con los españoles… Allí en tierras Incas dictó sus más célebres decretos para modernizar la economía, masificar la educación, lograr la revolución agraria y la libertad a los nativos esclavos. Militarmente, Bolívar fue impecable en el Perú, pero igualmente en lo político fue implacable con las dilaciones, traiciones y dobleces que habían azotado y hecho fracasar la causa de la Libertad en el Perú. Morote acusa irresponsablemente a Bolívar de deportar congresistas, encarcelar oficiales, y de ordenar fusilamientos, contra todo aquel que se opusiera a sus designios antidemocráticos en el Perú, cuando en realidad muchas de las decisiones (incluso las más severas y cuestionables) fueron adoptadas por el Libertador ante una necesidad de vida o muerte de mantener el orden y la disciplina como un dique ante las facciones divisionistas y como garantía de unidad ante el enemigo común.
Otro aspecto explotado por el verbo exaltado de Morote es el mito según el cual, Bolívar habría propiciado una supuesta desintegración del Perú con la creación de la República de Bolivia y la incorporación de la provincia de Guayaquil a la Gran Colombia, que según su juicio eran por derecho parte del Perú. Este autor no se ruboriza al criticar el noble gesto del Libertador de consultar a cada pueblo el destino que estos quisieran darse, justificando así los afanes expansionistas de la ya decadente oligarquía de Lima y minimizando las aspiraciones de las provincias que por tradición,
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