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Caminos Ancestrales. Andes De Venezuela

Jasbar28 de Junio de 2011

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Origen e importancia de los caminos Ancestrales

Por: Jaime Bautista Rangel

Los Andes venezolanos, identificados emblemáticamente por la Cordillera Andina de Mérida, constituyen un área de 40.000 Km2 con dirección Suroeste - Noreste en el occidente de Venezuela. Esta región, según los datos arqueológicos recabados a la fecha, fueron objeto de sucesivos poblamientos desde el 450 dC hasta hace unos 370 años.

Fusionando las investigaciones arqueológicas de Gordones y Meneses (2004) junto a las investigaciones etnoculturales de Clarac (1999), el primer poblamiento implicó desplazamientos desde diversos lugares perimetrales a la cordillera. El más trascendente, desde las regiones de Quíbor y Barquisimeto (Lara), representado por pueblos de cultura Arawak; y, no menos importante, desde la cuenca Suroccidental del Lago de Maracaibo, representada por pueblos de ascendencia Chibcha. Este poblamiento implicó una fusión de culturas que definió la especificidad etnolingüística de los Muku (Timote y Kuicas). Este primer poblamiento con influencia Arawak se dio entre el 650 d.C y está representado arqueológicamente en Miquimú (Carache, estado Trujillo). Clarac (1999) sostiene que los Tunebos (Grupo chibcha actual), ubicados en la vertiente Norte de la Sierra del Cocuy y Guicán (Cordillera Oriental de Colombia), dicen provenir de nuestra Cordillera Nevada de Mérida, según la tradición de sus ancestros (Thaku’wa) y que este poblamiento debió darse a comienzos de nuestra era. Se infiere que estos grupos étnicos fusionaron sus costumbres sin mayor conflicto a través del tiempo, dejando las evidencias arqueológicas y etnolingüísticas que han datado los expertos contemporáneos.

Un segundo poblamiento, en una época anterior al siglo V de nuestra era, provino de la cuenca Suroccidental del Lago de Maracaibo y estuvo representado por pueblos de lengua Chibcha, identificados con los actuales Chibcha-Barí.

Un tercer poblamiento debió sucederse antes del siglo X, y se ha inferido su existencia a través de los topónimos y antroponímicos de los documentos españoles de los siglos XVI y XVII, donde se percibe una influencia de grupos étnicos Arawak, que penetraron hacia la vertiente sur-oriental de la cordillera, desde los llanos de Barinas.

• Hace 4.500 años, los Chibchas del Noroccidente colombiano se dividieron en tres grupos: Los Barí, que penetraron a Venezuela y cubrieron, sucesivamente, además de la Sierra de Perijá, la cuenca sureste del Lago de Maracaibo, ocupando desde el río Catatumbo y Santa Ana hasta el Caño Bobukí, en el actual El Vigía. Los Tunebos se ubicaron en la vertiente oriental de la Sierra Nevada de Cocuy y Guicán (Cordillera Oriental de Colombia), con algunas áreas del piedemonte hacia las selvas y los Muiscas, que ocuparon desde Sogamoso hasta la vertiente occidental de la Sierra Nevada de Cocui y Guicán.

• Hace 1.000 años, los Caribe llegaron a la cuenca del Lago de Maracaibo; unos, a través de la depresión del Táchira, pasando desde los llanos occidentales; otros, a través del Mar Caribe, penetrando por la barra de Maracaibo al lago y cubriendo sus costas, áreas selváticas y montañas. Los Yukpa son una etnia de origen Caribe. Hay evidencias del ascenso de pueblos Caribe hacia los Andes, a través de caminos ancestrales que enlazaban las montañas y los llanos.

Estos poblamientos generaron un conjunto de caminos ancestrales que, luego de 500 años de historia, persisten como la mayor evidencia cultural de aquellos ancestros. Los primeros Corregidores y Oidores del imperio español, en visita a nuestros pueblos indígenas para ordenar los pueblos de Indios y manejar las titulaciones de encomiendas, dieron fe de esos caminos ancestrales por los cuales superaron grandes distancias y desarrollaron su misión colonizadora. Basta recordar las correrías del Capitán Antonio Beltrán de Guevara en 1602 y el Licenciado Alonso Vázquez de Cisneros en 1620, corregidor y oidor respectivamente; los desplazamientos de estos y otros funcionarios de la colonia imperial española en nuestras tierras, están referidas con precisión en la obra “Pueblos de Indios”, de Edda Samudio. Esos caminos fueron remozados, “españolizados” para convertir (algunos) en “caminos reales” bajo una acepción vulgar, pues el único camino considerado “real” fue el que enlazaba a la Nueva Granada con la provincia de Venezuela (Capitanía General), que –en nuestra entidad- ingresaba desde la Grita, vía Bailadores – Tovar – Estanques – Lagunillas – Mérida – Mucuchíes… y se adentraba en Trujillo luego de pasar por Timotes. Otros caminos fueron desechados ante la pauta dictada por la dinámica económica. Pero nada anula la trascendencia histórica de esta inmensa red, al igual que su valor agregado, al facilitar acceso a las regiones paisajísticas y ecológicas más importantes de los Andes.

Las investigaciones de Pedro Cunill Grau (1987), sobre los poblamientos y migraciones sucedidas en el occidente venezolano durante los siglos XIX y comienzos del XX connotan que, como impacto de las guerras independentistas e intestinas (Caudillismo y Federación), los campesinos criollos migraron a través de caminos ancestrales, huyendo de la recluta y de los continuos asaltos de ejércitos locales. Luego, el impacto del boom petrolero también indujo a procesos migratorios, bien por la búsqueda de empleo o bien porque los productos derivados del petróleo suplantaron y afectaron sistemas tradicionales de producción, induciendo a los campesinos a la búsqueda de nuevos rubros con mejor mercado.

Así, a través de las diferentes épocas en la Historia de Mérida, los caminos ancestrales fueron la base de las comunicaciones y el desarrollo. La trascendencia histórica de esta región montañosa se ha debido a la estructura de caminos que legaron los ancestros indígenas. Caminos que fueron aprovechados, modificados y relanzados, pero que –en esencia- impactaron positivamente a través del tiempo.

La depresión surlaguense define 14.000 Km2 rodeados de montañas en forma de herradura abierta hacia el Mar Caribe. Esas características proyectaron al Lago de Maracaibo como una unidad geográfica vital para las comunicaciones; y, en consecuencia, desde la dominación española hasta el siglo XIX, la red de caminos ancestrales inclinó mayoritariamente su vinculación hacia la depresión lacustre, apoyando el comercio con Maracaibo y Europa.

Hasta el año 1777, la provincia de Mérida perteneció al Virreinato de Santa Fe y su territorio definía límites con la provincia de Trujillo, que pertenecía a la Capitanía General de Venezuela junto a las provincias de Maracaibo, Coro, Caracas y Cumaná. La provincia de Mérida, a su vez, cubría San Cristóbal, La Grita, Barinas y San Fernando de Apure. Los caminos ancestrales de origen indígena fueron aprovechados por los españoles en grado sumo. Desde Mérida, los españoles llegados desde la Nueva Granada (Colombia), avanzaron por los caminos ancestrales indígenas hacia Venezuela, comunicándose con Trujillo. De igual manera, bajando hacia los llanos, fundaron la ciudad de Barinas (Altamira de Cáceres, por Juan Andrés Varela en 1577) e, igualmente, descendiendo hacia el Lago de Maracaibo, fundaron el puerto de San Antonio de Gibraltar, por Gonzalo de Piña Lidueña, en el 1591. Vale destacar que, antes de que Maracaibo tuviese puerto, Mérida lo tuvo como efecto de la visión mercantil de los españoles, único objetivo que les guiaba en nuestro continente. Así, en el año 1559, Mérida tenía puerto sobre el Lago de Maracaibo, apoyando las tierras otorgadas en encomienda por el Rey de España a favor de García de Carvajal, Pedro García de Gaviria, Gonzalo de Avendaño, Miguel de Trejo, Hernando Cerrada, Antonio Corzo, Francisco de Castro, Francisco López Mexía, Antonio Aranguren, Juan Aguado, Antonio Ruíz Izquierdo y otros vecinos de Mérida. Este puerto se llamó “de Carvajal” y “de Mérida” indistintamente. Ello sucedió 15 años antes de que el capitán Pedro de Maldonado repoblara definitivamente a Maracaibo, en 1574, con el nombre de Nueva Zamora de la laguna de Maracaibo. 32 años después, en ese mismo lugar, se fundaría el Puerto de Gibraltar, también como efecto de la provincia de Mérida. (Febres Cordero, 1960, 206-234)

Aún cuando la mayoría de los caminos ancestrales recibieron el calificativo de “caminos reales” por el vulgo común, sólo el camino indígena que enlazaba a Mérida con Lagunillas – Estanques – Tovar – Bailadores… en dirección a La Grita y San Cristóbal, fue considerado Camino Real, pues conectaba al Sur con Pamplona y Santa Fe de Bogotá (sede del Virreinato) y, al Norte, con Trujillo – Coro… en dirección a Caracas. Los caminos perimetrales a éste fueron clasificados y valorados por su ubicación, trazado y capacidad para facilitar el desplazamiento de ganado y recuas de mulas, cargadas con diferentes mercancías en dirección a los puertos en el Sur del lago, muchas veces desde los lejanos Llanos altos occidentales, de donde solían enviar tabaco hacia Europa; esos caminos, destinados para el desplazamiento de recuas, fueron denominados “caminos muleros” y, con apoyo de la mano de obra indígena y criolla, fueron empedrados en sus trechos más expuestos a la humedad y la erosión causada por los períodos lluviosos. Así, aquella red de caminos indígenas, trazados para el desplazamiento de hombres caminando y cuyas únicas manifestaciones tecnológicas eran los puentes colgantes, hechos con bejucos, y las tarabitas como ingenio para superar pequeños abismos y ríos, fueron replanteados para facilitar el ascenso de rebaños de ganado y equinos cargados. Los trazados vencieron el desnivel mediante curvas menos pronunciadas y,

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