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Carlos Rojas Osorio

maholysExamen5 de Octubre de 2011

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RAZÓN Y REVOLUCIÓN

PAULO FREIRE Y SIMÓN RODRÍGUEZ

Carlos Rojas Osorio

La comparación entre dos pensadores tan distantes en el tiempo y en las circunstancias que les tocó vivir está lejos de ser una tarea fácil, si en verdad queremos hacer justicia tanto al uno como al otro y si no se trata meramente de retórica o ideologización. Ubicarse en la perspectiva de lo que José Martí denominó “Nuestra América” es con seguridad la mejor aproximación que se puede hacer con relación a ambos pensadores. Las circunstancias que les tocó vivir son muy diferentes. Simón Rodríguez vivió en Latinoamérica (Venezuela, Jamaica, Colombia, Perú, Bolivia y Chile) al comienzo y al final de la revolución de independencia de nuestros países y en el intermedio vivió en Estados Unidos y, sobre todo, en Europa. Asimiló su pensamiento de las ideas que nutrieron la Revolución francesa que son las mismas que inspiraron a los patriotas latinoamericanos en la lucha por la Independencia. Lo cual se muestra muy claro en la comunión de ideas entre Simón Rodríguez y Simón Bolívar. Como explica Reinaldo Villegas: “En Francia, se siente más cercano a Rousseau y su influencia en el medio educativo social. De Pestalozzi, incorporará su filosofía social y su metodología, donde surgen las experiencais como basamento esencial, la proyección hacia el entorno, las habilidades creadoras del niño”. (51) Paulo Freire vivió en Brasil y fue expulsado por una dictadura. Trabajó en Chile y en el Consejo mundial de las Iglesias. Su pensamiento y su praxis estuvo siempre ambientado en Nuestra América.

Las clases dominantes de nuestra América no aceptaron las propuestas educativas de Simón Rodríguez; más allá del apoyo de Bolívar, los más cercanos a éste, Santander, Sucre, la oligarquía criolla de los altiplanos andinos (Bogotá y Chuquisaca) se distanciaron rápidamente de él. “En el fondo lo imperdonable en el alegato de Rodríguez es que cree profundamente en la igualdad de los hombres. A diferencia de los conservadores y de los positivistas, incluye en esa igualdad al pueblo iberoamericano”. (Puiggrós: 2005: 107) Sarmiento y los positivistas exigían poblar nuestras tierras con europeos; su lema era: “gobernar es poblar”. En Bogotá Simón Rodríguez organiza la “casa de industria pública” donde se practica la educación para aprender oficios mecánicos. Se beneficiarían de esta escuela los más pobres. Al parecer no tuvo mucho apoyo ni de las clases dominantes ni del gobierno, ni apoyo económico ni moral. Simón Rodríguez “no sólo se había acercado al saintsimonismo adquiriendo una conciencia más clara de los problemas sociales y económicos que condicionan la política, sino que ya en las primeras desfavorables experiencias de Bogotá había comprendido la necesidad de tomar como punto de partida la realidad criolla. No para aceptarla, sino para transformarla sin perderla de vista y construyendo con sus propios elementos”. (Uslar Pietri 1954: XXIX)

Si Rodríguez se ocupó de los marginales, no puede decirse menos de Paulo Freire. “Freire sorprendió con sus resultados en Pernambuco, pues el campesino aprendía a leer y escribir en 40 días mediante procedimientos que convertían al educando en sujetos de su educación, que aprendían a leer y a escribir su historia y su cultura, su situación de explotación y sus posibilidades de liberación, su derecho a expresar y a decidir su futuro”. (Ordóñez 2004: 195)

Simón Rodríguez declara el firme reconocimiento de la igualdad fundamental de los seres humanos, y él se adelantó a lo que mucho después se denominó el indigenismo, y no sólo a la población india, sino a todas las razas. Tuvo muy presenta la población indígena de nuestra América. Los primigenios habitantes de estas tierran tienen derechos que les han sido conculcados. La ignorancia en que se les tenía, podía ser remediada por la educación y potenciar así cambios en su condición social sujecionada. “Rodríguez afirmaba con toda la fuerza de su escritura que la educación latinoamericana debía tener como núcleo organizador, y como sustento, a la población pobre marginada, a la cual consideraba con las mismas dotes intelectuales y con los mismos derechos al acceso a la educación que al resto de los habitantes. Los negros, los indios, los pobres, los que no tenían condiciones legales para ser electores ni candidatos a ser elegidos por falta de instrucción, debían constituir la base de un sistema educativo que jugara para una democracia que el maestro de Bolívar soñaba popular”. (Puigross: 51) Se esforzó en llevar la educación a los que estaban excluidos y, como agrega la autora, además les enseñaba a trabajar para que fueran el basamento de una sociedad industriosa. Fortalecer al pueblo, era su propósito, como sujeto propulsor de su propio crecimiento. Esta preocupación de Simón Rodríguez por la exclusión de negros, indígenas o cualquier otra raza él la expresó desde su primer escrito conocido. En 1795, Simón Rodríguez presenta ante el Cabildo de Caracas un proyecto para renovar la enseñanza. Este proyecto se intitula: Reflexiones sobe los defectos que vician la escuela de primeras letras de Caracas y medio de lograr su reforma por un nuevo establecimiento. Afirma que los artesanos y labradores no son atendidos en las escuelas de blancos y la pobreza los obliga a trabajar desde sus tiernos años. Critica el hecho de que todo el mundo se cree en la capacidad de poder ejercer el oficio de maestro. La escuela no se atiende como merece y no hay entusiasmo espiritual. “Son los pobres, los desposeídos, los más necesitados de educación. Ella hará libres a nuestros pueblos”. (S. R. en. Orgambide 2002: 26) O también: “El talento y las virtudes surgen más de una choza que de un palacio”. (Ibid., p. 26). Ese clamor por la igualdad y la justicia aparece muy explícito en Freire. “La educación que no reconoce un papel altamente formador en la rabia justa, en la rabia que protesta contra las injusticias, contra la deslealtad, contra el desamor, contra la explotación y la violencia, está equivocada”. (Freire 2002: 41)

Simón Bolívar da testimonio del amor de su maestro por la libertad y la justicia cuando le escribe desde Pativilca (19 de enero de 1824) y le recuerda sus viajes por Europa y el juramento en el Monte Sacro. Le escribe: Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Ud. Me señaló. Ud. fue mi piloto, aunque sentado sobre una de las playas de Europa. ( Simón Rodríguez, Obras, 1975: 511-512)

Podemos afirmar que lo que fue la revolución de independencia de América Latina para Simón Rodríguez fue la revolución socialista del siglo XX para Paulo Freire. Es decir, ambos pensadores vivieron en tiempos convulsos, revolucionarios, preñados de transformaciones en la vida de nuestros pueblos. En efecto, así como el venezolano asimiló el pensamiento revolucionario francés, el brasileño se inspiró en el socialismo que fue el movimiento revolucionario del siglo XX. Pero hay más. La revolución francesa mostró ser al fin y y a la postre la revolución de la burguesía, el cambio ruptural del poder en manos de la aristocracia al poder en manos de la burguesía. Ahora bien, una vez que la burguesía logra su objetivo de acceder al poder, también la ideología revolucionaria pierde fuerza y se aburguesa. Pero esto último no le ocurrió a Simón Rodríguez. Dentro de las distintas fuerzas e ideologías que había en la revolución francesa hubo una de tendencia socialista bien representada por Babeuf. Esta línea de Babeuf se manifestará luego con fuerza en el movimiento revolucionario de 1830. Y el socialismo, que Engels denominó ‘utópico’ continuó con Fourier y Saint Simon. Ahora bien, en su larga estadía en Europa Simón Rodríguez se reunió con juntas saint-simonianas. El socialismo utópico es un eje de su pensamiento que impacta incluso en su teoría y práctica educativa. Lo que Simón Rodríguez denomina educación popular estaba dirigida a los pobres, a los indios, a los negros. Este aspecto socialista de su ideario y práctica pedagógica se nota también en la importancia que le da al trabajo manual como parte integrante de la educación de todo ser humano. Podemos afirmar que Simón Rodríguez alcanzó a darse cuenta de la decadencia e insuficiencia del iluminismo y re/alimentó su pensamiento con el socialismo utópico y de la misma manera Paulo Freire se dio cuenta de la vigencia del socialismo pero también de su decadencia en la forma que él mismo denominó autoritarismo. Éste autoritarismo burocrático ahoga “la capacidad de acción consciente de las masas; las transformaría en simples objetos de manipulación”. O en una referencia más explícita al socialismo burocratizado. “Por esta razón, uno de los equívocos trágicos de algunas sociedades socialistas […] está en que no han sido capaces, en términos profundos, de superar el carácter ‘domesticador’ de la educación burguesa, a cuya herencia se la suma del estalinismo”. (Freire; ibid., 78).

Pero así como Rodríguez no perdió la esperanza y se nutrió del socialismo utópico, asimismo Freire mantuvo viva la esperanza y al tiempo que denunciaba el autoritarismo socialista pensaba que las tesis relacionadas con el fin de la utopía y el fin de la historia eran falsas. “La proclamada muerte de la Historia que significa, en última instancia, la muerte de la utopía y de los sueños, refuerza, indiscutiblemente, los mecanismos de asfixia de la libertad. De allí que la pelea por el rescate del sentido de la utopía, de la cual no puede dejar de estar impregnada la práctica educativa humanizante,

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