Chile en la Segunda Guerra Mundial: neutralidad, economía y diplomacia
Patricio BriceñoApuntes8 de Diciembre de 2025
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América Latina vivió la Segunda Guerra Mundial sobre todo como un conflicto diplomático, económico y político, más que como una guerra librada en su propio territorio. La mayoría de los países rompieron relaciones con el Eje bajo la influencia de Estados Unidos y aprovecharon la coyuntura para negociar mejores condiciones comerciales, modernizar sus fuerzas armadas y redefinir su lugar en el sistema interamericano.
América Latina y el conflicto
Desde 1939, los gobiernos latinoamericanos declararon en general su neutralidad, pero la entrada de Estados Unidos en guerra tras Pearl Harbor en 1941 cambió el equilibrio de fuerzas y aceleró los alineamientos. Brasil enviaría tropas a combatir en Italia, México aportaría el Escuadrón 201 en Filipinas y varios países centroamericanos declararon la guerra al Eje y ofrecieron bases y facilidades estratégicas a Washington.
En el plano interno, el conflicto reforzó el poder de los Estados y permitió justificar controles sobre la economía, la prensa y las comunidades de origen alemán, italiano o japonés, a menudo con medidas discriminatorias. América Latina también se volvió un proveedor clave de materias primas estratégicas, como petróleo, minerales y alimentos, recibiendo a cambio inversiones, ayuda militar y promesas de apoyo político en foros internacionales.
Chile entre neutralidad y presiones
En Chile, la guerra se vivió como una tensión permanente entre la neutralidad tradicional, los intereses económicos y la creciente presión diplomática de Estados Unidos. Existía una importante colonia alemana, influencia británica y francesa en finanzas y comercio, y una fuerte dependencia de mercados externos para exportar cobre y otros recursos, lo que hacía muy costoso tomar partido abiertamente desde el inicio del conflicto.
Los gobiernos de Pedro Aguirre Cerda y luego de Juan Antonio Ríos mantuvieron la neutralidad durante los primeros años, justificándola por razones de soberanía, seguridad marítima y equilibrio interno frente a simpatías divididas en la élite y la opinión pública. Sin embargo, tras la entrada de Estados Unidos en la guerra y la política hemisférica de seguridad colectiva, aumentaron las presiones para cortar lazos con el Eje y alinearse con los Aliados.
Ruptura con el Eje y declaración de guerra
En enero de 1943 Chile rompió relaciones diplomáticas con Alemania, Italia y Japón, dando un giro importante aunque aún sin participar militarmente en el conflicto. Esa decisión respondió tanto a la necesidad de asegurar el mercado estadounidense para el cobre y el salitre como al compromiso con el sistema panamericano que se articulaba alrededor de Washington.
Recién el 13 de abril de 1945, cuando la derrota japonesa era inminente, el Congreso autorizó al presidente Ríos a declarar la guerra a Japón, lo que convirtió a Chile en uno de los últimos países del mundo en entrar formalmente al bando aliado. No se enviaron tropas ni hubo operaciones bélicas directas; el gesto fue esencialmente diplomático y buscó asegurar la participación de Chile en la futura Organización de las Naciones Unidas y en el nuevo orden internacional de posguerra.
Guerra invisible: economía, espionaje y sociedad
Aunque no hubo combates en suelo chileno, la guerra se sintió en la economía, en la vida cotidiana y en los servicios de inteligencia. Chile suministró cobre y otros productos estratégicos fundamentales para la industria bélica aliada, lo que incrementó los ingresos pero también generó inflación, desabastecimientos y conflictos sociales.
Durante los años de neutralidad, el país fue escenario de redes de espionaje y propaganda del Tercer Reich, al mismo tiempo que se vigilaba y limitaba la actividad de comunidades vinculadas al Eje.
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