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Convención De Aguascalientes

tadeo371925 de Mayo de 2014

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LA CONVENCIÓN DE AGUASCALIENTES.

El 1° de octubre de 1914, de acuerdo con la convocatoria expedida al efecto por el primer Jefe del Ejército Constitucionalista, se inició la Gran Convención de Jefes Militares con mando de fuerzas y gobernadores de los Estados.

Las sesiones tuvieron lugar en el recinto de la Cámara de Diputados, habiendo asistido a la de inauguración el señor Carranza, quien informó ampliamente del desarrollo de la Revolución.

El primer acto de la Convención fue elegir la mesa Directiva, siendo designado para presidir la Asamblea, el general Eulalio Gutiérrez como presidente, los generales Francisco Murguía y Francisco P. de Mariel como vicepresidentes, los tenientes coroneles Gregorio Osuna, Marciano González y Samuel M. Santos como secretarios. La comisión revisora de credenciales estuvo integrada por los generales Ramón F. Iturbe, Juan Dosal y Luis Caballero.

El señor Carranza delegó su representación en el Lic. Luis Cabrera y en los generales Obregón, Ignacio L. Pesqueira y Rafael Sánchez Dávila.

En su informe, el primer Jefe manifestó que de acuerdo con lo ofrecido al iniciarse la lucha contra Huerta, los había convocado para discutir el programa político del gobierno provisional de la República, así como asuntos de interés general que llevarían al país a la realización de los ideales de justicia y libertad, por los que tan esforzadamente se había luchado.

Se refirió al convenio entre los jefes del ejército constitucionalista y los de la División del Norte, para señalar la fecha en que deberían celebrarse las elecciones que restablecerían el orden constitucional, y a la conformidad de ellos en que el gobierno provisional debía implantar las reformas sociales y políticas que en la Convención se consideraban de urgente necesidad pública antes del restablecimiento del orden constitucional.

El señor Carranza hizo alusión, como urgentes, al aseguramiento de la libertad municipal como base de la función política de los Estados y como principio y enseñanza de todas las prácticas democráticas.

Pasó después a analizar el problema agrario, que se haría efectivo por medio del reparto de los terrenos nacionales; de los terrenos que el gobierno comprara a los grandes propietarios y de los terrenos que se expropiaran por causa de utilidad pública, así como debería procederse a expropiar en las poblaciones que contaran con más de 50,000 habitantes, las superficies necesarias de terreno con destino a la edificación de escuelas, mercados y casas de justicia.

Reforma también importante que propuso el primer Jefe, fue imponer a las negociaciones que pagaran en efectivo semanariamente a todos sus trabajadores, los salarios convenidos, sugiriendo que dictaran disposiciones relativas a la limitación de horas de trabajo, al descanso dominical, sociedades de trabajo, y en general, al mejoramiento de las condiciones de la clase obrera.

Afirmó la necesidad de modificar todos los contratos, concesiones e igualas constitucionales; reforma de aranceles procurando se dieran facilidades a las clases proletaria y media para la importación de artículos de primera necesidad, y los indispensables de consumo que no se produjeran en el país.

Para cumplimentar y dar verdadero carácter de contrato civil al matrimonio, estimó necesario establecer el divorcio absoluto por mutuo consentimiento de los contrayentes.

Expuso con amplitud de detalles las dificultades que había provocado la insubordinación de Villa y de Maytorena, recomendando a los generales reunidos que vieran claro cómo él no había querido someter a Villa por la fuerza, pues deseaba que la armonía reinara entre todos, asegurando que si las circunstancias lo exigían, estaba dispuesto a combatir a las fuerzas que pudieran rebelarse, ya que contaba con 100,000 hombres, con los que combatiría al grupo rebelde.

Acto seguido presentó su renuncia a la Convención, retirándose inmediatamente. Dicha renuncia causó gran expectación entre los asambleístas. Una vez vuelta la calma, don Luis Cabrera, con su oratoria persuasiva, y el general Obregón, que también era gran orador, convencieron a la Asamblea de la necesidad de ratificar su confianza al primer Jefe a fin de que siguiera en el alto cargo.

Se notó desde luego en la Convención la ausencia de los delegados de la División del Norte, así como los de Zapata, que no reconocía la autoridad de Carranza.

Las razones que dieron los villistas para no asistir a la Convención en la ciudad de México, fue que allí el territorio estaba dominado por los amigos del primer Jefe y que carecía de libertad de acción y de expresión, proponiendo que la Convención se trasladara a un lugar neutral, como la ciudad de Aguascalientes.

Al aceptarse la proposición, fue apoyada por los generales Alvaro Obregón, Ramón F. Iturbe, Lucio Blanco, Rafael Buelna y otros, se nombraron comisiones para notificar al general Villa y a don Venustiano Carranza, la resolución tomada.

Los villistas, desde luego, aceptaron el acuerdo de la Convención. Carranza, por su lado, manifestó no tener inconveniente alguno para lograr un entendimiento a fin de que no se rompiera la unidad del constitucionalismo.

A la Convención de Aguascalientes no acudieron representantes civiles, como se había estipulado de antemano.

Se eligió el teatro Morelos para celebrar las sesiones.

Hecha la elección de Mesa Directiva, resultaron nombrados como presidente, el general Antonio I. Villarreal; como vicepresidentes José Isabel Robles y Pánfilo Natera y como secretarios, los generales Samuel M. Santos, Marciano González y Mateo Almanza. Todos los delegados juraron acatar los acuerdos de la Convención, para lo cual estamparon sus firmas en la insignia nacional.

Todo indicaba que la Convención procedería en forma parcial en favor del villismo.

En la sesión del 12 de octubre, el general Felipe Angeles presentó una iniciativa para que fueran invitados los representantes de la Revolución del Sur, así como los maytorenistas, con quienes estaba solidarizada la División del Norte.

El día 17 del mismo mes se presentó en la Convención el general Francisco Villa, jefe de la División del Norte, quien estampó su firma en la bandera nacional, tomando asiento al lado del presidente de la Convención, quien le tomó la protesta correspondiente.

La delegación del Ejército Suriano, encabezada por el general Otilio Montaño, el periodista Paulino Martínez y el licenciado Antonio Díaz Soto y Gama, al hacer su entrada en la Convención, fue aclamada entusiastamente por los representantes de la División del Norte.

La Asamblea publicó un manifiesto en el cual se hacía constar que en la misma radicaba el Poder Supremo Nacional, por ser los delegados del Supremo Poder de la Revolución. En consecuencia, se declaró la Convención soberana, porque en ella estaban simbolizados la fuerza y el pensamiento de la Revolución.

Se inició una nueva crisis en la Asamblea al negarse Antonio Díaz Soto y Gama, con ademán airado, a estampar su firma en la enseña nacional, arguyendo que se trataba de una trama de la astuta y habilidosa maldad carrancista; además manifestó que aquella bandera, que estrujó en sus manos, no era sino el engendro de Iturbide.

La Asamblea protestó ruidosamente por la actitud de Soto y Gama, que estuvo a punto de provocar un verdadero motín, pues muchos de los asistentes desenfundaron sus pistolas amenazando a Soto y Gama.

De hecho, los acuerdos de la Convención planteaban una nueva guerra, puesto que ya se consumaba el rompimiento entre el primer Jefe del Ejército Constitucionalista y la Convención.

En Aguascalientes se tomó el acuerdo de que el Plan de Ayala se aprobara y quedara como bandera de la Convención.

Al comunicarse al señor Carranza la determinación de la Asamblea de declararse soberana, el Primer Jefe pidió que se le dieran a conocer cuáles eran las facultades que entendía la Convención tener, con objeto de saber el alcance de esa soberanía.

La convención no dio ninguna respuesta al primer Jefe, y se nombró una comisión que integraron los generales Obregón, Chao y Cesáreo Castro, para que entrevistara a Carranza.

Ante esa Comisión Carranza se negó a reconocer la soberanía de aquella Asamblea.

Puso una comunicación a la Convención de Aguascalientes, haciendo reflexiones sobre los problemas latentes, declarando al final que si la Convención encontraba que el señor Carranza ya no era necesario para la Revolución, el primer Jefe declaraba estar dispuesto a retirarse, presentando su renuncia, si previamente se aceptaban las siguientes condiciones:

a) Que se estableciera un Gobierno preconstitucional apoyado por el Ejército Constitucionalista, que se encargara de realizar las reformas sociales y políticas que necesitaba el país, antes de que se restableciera un Gobierno plenamente constitucional.

b) Que el general Francisco Villa renunciara, no a la candidatura de presidente que nadie le había ofrecido, sino a la jefatura militar de la División del Norte, retirándose a la vida privada o saliendo del país en caso de que así lo decidiera la Convención, condición a la que Carranza también se sujetaría.

c) Que el general Emiliano Zapata debería renunciar a toda pretensión a puestos políticos, locales o federales, retirándose igualmente del país, y entregando a la Convención las fuerzas que lo reconocían como Jefe.Agregando Carranza estar dispuesto a cooperar a la solución de los problemas existentes.

La Convención procedió a discutir las proposiciones del señor Carranza relacionadas con él y con el general Villa. Este manifestó

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