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Dominik Prado Ensayo sobre los parques El Ejido y La Alameda


Enviado por   •  14 de Marzo de 2016  •  Ensayos  •  1.504 Palabras (7 Páginas)  •  304 Visitas

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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR

FACULTAD DE ARQUITECTURA, DISEÑO Y ARTES

PENSAMIENTO CONTEMPORÁNEO

Dominik Prado

Ensayo sobre los parques El Ejido y La Alameda

Quito es una ciudad que siempre se ha caracterizado por sus parques y espacios públicos pues es en estos lugares donde han sucedido y siguen sucediendo eventos trascendentales para la historia de esta ciudad y nuestra identidad como quiteños.

Si hablamos de historia, debemos hablar de dos parques principales; el primero es El Ejido y el segundo es el parque La Alameda. Estos parques tienen su historia y significado propio, además elementos en común como el cambio que han sufrido a lo largo de su existencia y la forma en la cual la sociedad los ha ido valorando de acuerdo a cada época.

Parque La Alameda

Este parque se encuentra ubicado dentro de un triángulo entre la avenida Gran Colombia y las calles Luis Sodiro y Guayaquil.

Al gran triángulo que forma la actual Alameda, los primitivos indios le llamaban “Chuquihuada”, que, quiere decir “Punta de Lanza”; los españoles en cambio llamaron a este lugar “Girón” que significa retazo triangular de alguna cosa. (Andrade Marín, 2003, pág. 75)

Para hablar de este parque debemos saber el significado de su nombre. “Alameda”, etimológicamente, es un arbolado de álamos, árboles nativos de Europa que no los hay espontáneamente en el Ecuador ni en todo Sudamérica, aunque si en Norteamérica y Alaska, de otras especies que las europeas. En España, a los sitios poblados de álamos se los llama, pues, alamedas, y, de esto los españoles inventaron la formación de paseos públicos plantando álamos en hileras que constituyan calles y sirvan de lugares de recreo al vecindario. (Andrade Marín, 2003, págs. 73-74)

A pesar de su nombre no hay álamos sino sauces y otras especies, porque estos árboles necesitan de un suelo muy húmedo y el suelo con el que cuenta este lugar es impermeable y los álamos mueren prematuramente.

En 1569 el Corregidor de Quito, el licenciado don Francisco Sotomayor, se propuso poner en orden los ejidos, los tambos y los montes anexos a la ciudad que estaban paulatinamente siendo usurpados por los colonos y los indios. Al corregir las mermas y perjuicios en el Ejido de Iñaquito (que comenzaba en el actual San Blas), se le ocurrió hacer en el prado y llano de Iñaquito una Alameda y pidió que de las rentas de la ciudad se gaste y pague lo que fuere necesario para dicha obra. Pero al presentar esta petición suya al Cabildo, no era para comenzar la obra; pues él ya la había tenido principada y adelantada de su propio peculio […]. (Andrade Marín, 2003, pág. 73)

Los cabildantes de 1596, en vista de lo que ya tenía iniciado el Corregidor Sotomayor (…) aprobaron unánimemente una resolución memorable que dice literalmente: “Y, habiéndose visto los dichos votos, dixeron que mandaban e mandaron que se haga la alameda, y se liberen trescientos pesos de los propios de la ciudad, que se le den al dicho licenciado Sotomayor para que pague los indios que se ocuparen en la obra de la alameda”. (Andrade Marín, 2003, pág. 73)

Primero queda olvidada por 150 años hasta que en 1746 un nuevo Corregidor de Quito, don Ramón Joaquín Maldonado, se propone en formar una Alameda donde estuvo la del que primero trajo a Quito la idea y el nombre de una Alameda. (Andrade Marín, 2003, pág. 78)

Posteriormente, en 1786 el Presidente Villalengua logró dar impulso y vida económica a la Alameda formando en la Plazuela de la Carnicería (hoy Plaza del Teatro) una primera plaza de toros bien construida para que los quiteños al entrar pagaran y esos fondos se dedicasen al sostenimiento de La Alameda. Con estos fondos, el Presidente Villalengua dotó a La Alameda de la linda portada de tres arcos que tuvo hasta que fue derrocada para levantar allí la estatua de Bolívar, él también arregló la laguna, sin dividirla, y plantó muchos árboles y plantas florales. (Andrade Marín, 2003, pág. 79)

Después, el Presidente Flores cercó de tapias todo el contorno de La Alameda, y en los arcos de su portada principal puso verjas de hierro. Alargó por el norte a La Alameda incorporándole mucho de la extensa plazuela de El Belén, y allí colocó otra buena portada con verjas de hierro. Arregló la laguna y la dividió en dos, tendiendo un sólido puente de cal y piedra en medio, que conducía un salón de descanso y de música, que después mejorándolo se transformó

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