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EL MISIONERO QUE MURIO AYUDANDO A LOS HUAORANIS


Enviado por   •  5 de Febrero de 2013  •  1.156 Palabras (5 Páginas)  •  806 Visitas

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Jim Elliot formaba parte de un equipo interdenominacional de cinco personas que se había propuesto emprender la arriesgada misión de alcanzar el Evangelio a tribu auca en Ecuador. Hace ya 45 años que estos jóvenes norteamericanos, un grupo de cinco, murieron fuera de su patria por la causa de Cristo, dejando tras sí cinco viudas, también jóvenes, y varios niños de corta edad. Todavía hoy conmueve leer el relato de este heroico episodio y contemplar las fotografías del inesperado y luctuoso desenlace.

No obstante, y a pesar del dolor que indudablemente ocasionan dramas como estos, no cabe duda de que su sacrificio rindió frutos que sus propias familias han tenido la satisfacción de conocer, a semejanza de lo que aconteció con el heroico grupo de ingleses que murió de inanición en el otro extremo del continente poco más de cien años antes.

Uno de los integrantes del equipo era James Elliot (1927-1956). Este mártir del Evangelio nació en Portland, Oregon, en 1927. Convertido a los seis años de edad, dedicó su vida a conocer a Dios y a buscar y cumplir su voluntad. Cuando tenía sólo veinte años se había expresado así en una oración íntima: «Señor, prospera mi camino, no para que adquiera una posición social elevada, sino para que mi vida sea una demostración del valor de conocer a Dios». Sostenía que para conocer a Dios primero hay que obedecerle. Después de los estudios primarios Elliot pasó a un politécnico, en el que escogió el dibujo arquitectónico entre otras asignaturas técnicas.

Vinculado a iglesias de los «hermanos libres» procuró mantenerse apartado de toda actividad frívola (no así de los deportes, incluida la lucha, en la que se destacó hasta el punto de que se lo describiera como el «hombre de goma»), así como de cualquier actividad bélica o política. Posteriormente siguió estudios universitarios en el conocido Wheaton College, de orientación evangélica, y con el tiempo fue comprendiendo que su postura rígidamente ortodoxa, mantenida con cierta arrogancia, le impedía tener contactos fructíferos con sus compañeros de estudio y otras personas a las que intentaba evangelizar. Tuvo siempre, según dan testimonio sus escritos privados, una intensa vida devocional y de estudio de la Palabra de Dios.

Concluidos sus estudios formales en 1949, estudios de cuyo valor en algún momento comenzó a dudar, realizó un curso de lingüística práctica en el Instituto Lingüístico de Verano en la Universidad de Oklahoma (donde por primera vez oyó hablar de los aucas), curso destinado a futuros misioneros deseosos de aprender a hablar lenguas indígenas y finalmente elaborar alfabetos para las mismas con el fin de que los hablantes de ellas pudieran tener acceso a las Sagradas Escrituras. Terminados todos estos estudios y habiendo realizado bastantes actividades evangelistas (incluido un programa radial) y de enseñanza bíblica en distintas partes de los Estados Unidos, buscó la voluntad de Dios en cuanto al campo misionero hacia el cual debía dirigirse, no sin resistencia de su familia y sus amigos que consideraban que tenía cualidades intelectuales y la capacitación adecuada para ser de mucha utilidad en las iglesias y en los grupos universitarios en su propio país. A lo largo de sus años de estudio se había destacado como organizador, orador, escritor y actor, sin dejar de dar su testimonio cristiano a quien quisiera escucharlo. Entre los argumentos que esgrimió en esas circunstancias, y que contribuyeron a convencerlo del paso que había

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