ESTIGMATIZACIÓN DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL

ESTIGMATIZACIÓN DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL

“Las luchas de muchos serán el acaecer de unos cuantos, en tanto

Que llevan inscrito el miedo que se refugia en sus manos de tirano,

Que sólo responden bajo denuncia de terror y firmes barrotes de acero.”

La historia humana está marcada por la lucha de innumerables sectores que fueron más allá del temor que han generado aquellos que se encuentran emancipados de la felicidad humana; enemigos del bienestar general que no conciben en sus cabezas el bienestar general, y sólo desean atender a la garantía y participación de sus actos individuales al interior de las naciones.

De entre las grandes luchas, la de los estudiantes ha sido de las más nobles y justas, digna, como muchas, vela por la garantía de diversos aspectos que se configuran en favor del acceso a condiciones adecuadas y libres para el aprendizaje desde todos los niveles. Ésta causa, la educación, ha sido la que ha movido, durante generaciones, la incansable llama que arde en nuestros corazones, cunado nuestro gran tesoro social se encuentra amenazado por la experiencia viva que deja la usencia de gobiernos verdaderos que realmente sean garantes del bienestar social.

Así, cada vez que se ha salido a las calles, cada vez que hemos levantado nuestros lápices para ponerlos al nivel de nuestras voces, se ha activado la misma maquinaria del Estado que, manipulando la opinión pública, fabrica percepciones, porque se dice “que aquellos estudiantes, eran terroristas, delincuentes, vándalos y destructores de la paz”; para aquella perversión bien se han prestado los medios de información masiva, que son los que han comprado nuestra conciencia cuando hemos asentado nuestras cabezas, mientras que allá, fuera del silencio, estábamos gritando, diciendo: ¡levántate y camina, que tu vida es la mía, por la educación de América Latina!

Aun así, tras tanta arrogancia intentando manchar nuestros rostros, es la misma realidad y el mismo tiempo, el que impermeabiliza la gran bandera que cargamos y que cargarán, quienes lleven con honor la insignia de estudiante. Como en aquella fría noche de junio 7 del 29, que no queda impune, no queda en el olvido, porque cuando una bala salió tras Gonzalo Bravo, el primer estudiante asesinado a manos del brazo armado del Estado, no sólo se intentó romper el tejido que nos une en un solo cuerpo, se atentó también contra la base del progreso de los pueblos, se ilustró en un instante la punta rota que también vivió Argentina en la escalofriante noche de los lápices.

Como Bravo, hoy son muchos, y sus rostros, tristemente, son cubiertos con tapas de madero o ensuciados con barrotes de acero, se han vuelto presos de un sistema que exalta la mentira, estigmatiza la alegría, la inocencia y la pureza de todos

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