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Edgard Morón - El agujero negro de la Felicidad


Enviado por   •  12 de Noviembre de 2017  •  Resúmenes  •  1.595 Palabras (7 Páginas)  •  310 Visitas

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Edgar Morín

Edgar Morín es un filósofo y sociólogo francés de origen sefardí, nacido en 1921. Se dice que es el fundador del pensamiento complejo. Estudia en La Sorbona hasta la invasión del ejército alemán. Activista del partido comunista desde muy joven. En 1951 es expulsado del partido comunista francés por sus críticas a los excesos del estalinismo soviético. Ha recibido múltiples reconocimientos y premios, ha participado en varias películas y ha escrito más de 50 libros entre los cuales se encuentra “La cabeza bien puesta”, que comenzó a escribir en 1989 después de la caída del muro de Berlín y lo terminó en 1999. En este libro Morin propone una reinterpretación de la laicidad escolar que sea más acorde a las transformaciones de las sociedades modernas.

La laicidad desde el punto de vista de Morín.

Morín dice que aparentemente, el sentido del término laicidad es claro: es la racionalidad crítica opuesta a los dogmas, es la pluralidad opuesta al monopolio de la verdad. Analizando su texto veremos que más adelante llega a otras conclusiones. En la Francia de comienzos del siglo XX, la laicidad se definió en oposición a la iglesia católica y en favor de la escuela estatal. La iglesia católica que ocupaba una posición  monopólica en la enseñanza, en ese momento se preocupaba por imponer sus dogmas a la ciudadanía, no toleraba la pluralidad en su seno y se identificaba con los grupos reaccionarios.

Morín dice que el pensamiento laico que se desarrolló en Francia hacia finales del siglo XIX y durante el siglo XX alimentó de hecho, una especie de religión dogmatica que él llama cato-laicidad, bajo la defensa de la racionalidad, la cientificidad y la tolerancia. Cuyos tres pilares son la razón, la ciencia y el progreso. Con el paso del tiempo dice Morín, el enemigo exterior o sea la iglesia católica se fue transformando y ahora no es más lo que era. Hoy la iglesia relativiza sus demandas políticas sobre la educación, acepta el pluralismo social y no se identifica más con los grupos reaccionarios. El pensamiento laico francés, sin embargo, sigue aferrado a su ideario original (la razón, la ciencia y el progreso) sin tomar en cuenta que la Razón es hoy cuestionada por sus insuficiencias y ambivalencias. Cada vez con mayor frecuencia se ve que las certezas de las pruebas no implican ipso facto la certeza de las teorías científicas que siguen siendo hipotéticas y conjeturales. Que los desarrollos de la Ciencia, después de Hiroshima, eran ambivalentes y sus efectos podían ser destructivos y manipuladores. Es aquí cuando los fundamentos de la religión cato-laica empiezan a corroerse.

Morín continua diciendo que lo absurdo y atroz de las hecatombes de la Primera Guerra Mundial tenían una naturaleza tal que pusieron en crisis la idea de progreso. La respuesta a esta crisis fue la revolución. La única manera, dice Morín, de interpretar de manera progresista el sentido de estos horrores y barbaries era concebirlos de acuerdo con la lógica apocalíptica, como el anuncio de los Tiempos Nuevos del Parto. Desde esta perspectiva el denominado “marxismo-leninismo” fue considerado no como el dogma de una nueva religión terrestre sino como uno de los componentes radicales de la laicidad. Y así paradójicamente dice Morín, las enormes regresiones de las dos guerras mundiales y del totalitarismo, vinieron a exaltar la esperanza en el futuro y darle nuevo vigor a la idea de progreso y esto hasta llegar al agotamiento y luego a la descomposición de la religión comunista de salvación terrestre.

Morín dice que aunque la cato-laicidad non participó de la mitología apocalíptica, se benefició de ella. Continuando a recitar la letanía del progreso, pero cada vez con menos aliento y fe. La vieja laicidad creyó renacer en 1984 con el affaire de la escuela privada, arremetiendo contra su viejo enemigo confesional. Pero este ya no era tal, porque las escuelas privadas ahora se habían vuelto uno de los elementos de una diversidad sana y no eran una amenaza para el pensamiento libre. Y nuevamente en 1989, con el affaire de las niñas que llevaban velo a la escuela. Pero el Islam, a diferencia de la iglesia católica no ocupa ningún lugar en la enseñanza, no es de ningún modo ofensivo, no es él el que impone el velo sino una de sus expresiones minoritarias. Este asunto de la coexistencia cultural, de la integración de los inmigrantes que plantea tantos problemas respecto de la identidad francesa, nos revela como en un negativo, el agujero negro de la laicidad. De hecho en 1989, nueva primavera de las libertades del mundo, que es, correlativamente, el año de la descomposición pseudo marxista-leninista, de la crisis del modelo leninista-stalinista, del endurecimiento de la social-democracia occidental, todo esto fosilizó la laicidad de la Tercera Republica y esta fosilización oculta el agujero negro que se produjo dentro de ella.

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