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El Callejon Del Beso


Enviado por   •  29 de Agosto de 2012  •  651 Palabras (3 Páginas)  •  1.839 Visitas

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EL CALLEJÓN DEL BESO

Famosa historia de un amor trágico, sucedida en un Callejón estrecho

de la bellísima ciudad colonial de Guanajuato.

Doña Ana era una joven bella, de cabello rizado y negro como la noche y ojos castaños de mirada seductora; se encontraba al cuidado de su nana Doña Matilde, mujer de facciones duras, pero de enorme corazón, que se hizo cargo de la pequeña Ana cuando, en un viaje a Galicia, su madre murió.

El padre de Ana era un aristócrata de la sociedad colonial de Guanajuato. Dedicado tanto a sus negocios, nunca tenía tiempo para la niña, que mendigaba su cariño. A causa de esto, no se dio cuenta de en qué momento su hija se hizo una señorita.

Ana y Doña Matilde iban a misa diariamente, como buenas cristianas, la catedral de esta ciudad lucia siempre majestuosa con sus diseños barrocos tardíos y sus melodiosas campanas.

Un mañana primaveral, a mitad del sermón, Ana comenzó a percibir una mirada insistente, pero por más que buscaba no lograba vislumbrar a nadie. Ambas mujeres se dirigían a la puerta de la iglesia cuando un apuesto joven se coloco cerca de la pila de agua donde Ana iba a tomar la bendición y, con el mayor de los atrevimientos, le ofreció con su mano el agua bendita, por lo cual la muchacha, sonrojada tímidamente, le sonrió.

Varios días sucedió lo mismo. Doña Matilde se hacia la desentendida y los jóvenes intercambiaban miradas amorosas, el joven enamorado era don Carlos Romeiro, hijo de una de las familias más prominentes de Guanajuato. Por varios meses los dos asistieron a la misa de ocho de la mañana. Así nació el romance de Carlos y Ana, bajo la vigilancia de doña Matilde, que aprobó este puro amor entre los jóvenes.

Pronto corrieron los rumores sobre la nueva pareja y estos llegaron a oídos del padre de Ana, quien, al enterarse de lo que se decía de su hija, decidió encerrarla en su casa para después mandarla a un convento, lejos de Guanajuato, para que se olvidara de aquel hombre.

Los días pasaron. Carlos esperaba pacientemente todos los días en la iglesia a su amada, pero todo era en vano.

Finalmente, la muchacha, desesperada, le envió una carta al joven caballero explicándole la situación. Doña Matilde fue la encargada de tan importante misión; tan ataviada con su viejo mantón, corrió presurosamente a la iglesia, donde encontró a Carlos en un estado tremendo de melancolía. Este no sabía cómo reaccionar ante tal afrenta. Por fin, tuvo una idea y se dispuso a ponerla en práctica. Una ventana de la casa de Ana daba a un callejón muy estrecho, tanto que se podía tocar la pared de enfrente sacando solamente la mano.

La casa frontal, precisamente a la altura de la recamara de Ana, tenía una ventana, por la cual, pensó Carlos, si lograba introducirse

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