ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

El Nacimiento De La Etica Moral


Enviado por   •  6 de Noviembre de 2013  •  4.274 Palabras (18 Páginas)  •  768 Visitas

Página 1 de 18

El NACIMIENTO DE LA CONCIENCIA MORAL

William González Montoya

1. Naturaleza y condición humana

En el estudio de la naturaleza humana y su condición, se centra el fundamento esencial de toda investigación antropológica. Entre las disciplinas que hoy estudian al ser humano, se distingue la etología o antropobiología del comportamiento, campo de investigación que establece un diálogo entre la biología y las ciencias humanas y sociales, y que se encarga de analizar el ser humano en su ambiente natural, concibiéndolo dentro de la escala zoológica, como animal biocultural. Esto parte de considerar que el ser humano para poder sobrevivir, frente a las inclemencias del clima, la obtención de alimento, la necesidad de refugio, descanso y posibilitarse un mundo para vivir, necesita obligatoriamente de la cultura.

Desde esta perspectiva el concepto de cultura se hace esencial para comprender nuestra existencia, puesto que en ello se encierra la clave de la sobrevivencia en la que lo humano se hace posible. En este sentido, la etología en su presupuesto teórico, nos muestra al hombre como un animal que biológicamente es carente e inespecializado, que en el contexto natural requiere de muchos cuidados de sus semejantes y que depende de que lo sumerjan en el ropaje “artificial” que denominamos cultura para sobrevivir.

En cada uno de nosotros es fácil observar ese ropaje que no es otra cosa que la extensión o puente que se estable entre la biología propia y la naturaleza, y que deja ver que aunque animales, tenemos amplios grados de particularidad, puesto que, aunque como en los otros mamíferos que requieren de alimentación, socialización, reproducción e impronta para sobrevivir, es en el mamífero humano, la impronta la marca de manera fundamental, desde el inicio de la vida, la fuerza con la que se tejen los lazos afectivos (simbólicos) que determina, en cierta medida, su desarrollo lo largo de toda la vida.

Es indudablemente desde esta base plenamente biológica, pero con la particularidad humana, que se hace posible la edificación de un plano intrapsíquico con el que podemos dar cuenta de la realidad compartida consigo mismo y con otros.

Planos de realidad individual y compartida en los que por ejemplo, sacralizamos un lugar, un objeto o en los que intentamos resolver la pregunta por el origen, elaborando un relato bien sea mitológico, concebidos como criaturas nacidas por el soplo divino, puestos en el maíz, en el barro, o creados a imagen y semejanza de la fuente creadora; o explicados racionalmente como el producto de un proceso fisicoquímico de transformación evolutiva, desde la bacteria hasta la consolidación del mamífero dominante.

En cualquier sentido, si hay algo que es clave en la naturaleza de lo humano, es justamente lo simbólico, puesto que es, a través del cual damos cuenta de que en nosotros se desencadena un proceso biológico y cultural, que denominamos la conciencia de sí, y con lo cual damos respuesta y colmamos de sentido a esa segunda naturaleza que llamamos cultura. De esta manera el animal humano, que en principio es un mono desnudo de posibilidades para sobrevivir naturalmente, se provee de un mundo “naturalmente humano” del que brota un tipo muy particular de conciencia. Así, sus creaciones desde las más primitivas como el arte rupestre, los ropajes con pieles de animales, las armas para cazar, herramientas y en general todas sus elaboraciones hasta las más “civilizadas”, ya no son solamente el producto de una gran necesidad nacida de su inespecialización natural para sobrevivir, sino que se convierten en un conjunto de posibilidades materiales cargadas de significado, que le permiten la orientación en un mundo creado y recreado a su imagen y necesidad.

En la perspectiva planteada vemos entonces, que no discutiremos el origen de la conciencia moral, como el producto de un fin trascendental, causal y por lo tanto de la injerencia divina, que es más bien la discusión ontológica o teológica, sino más bien, como un fenómeno que brota en una condición biológica y social, muy específica de la especie. Así encontramos que el comportamiento humano en su ambiente natural deja suficiente evidencia de que la conciencia de sí es un elemento esencial para orientarse en el mundo, sin la cual, lo que hay de animal en nuestra especie no dejaría sobrevivir lo humano.

En este orden de ideas, lo que podríamos señalar como natural en lo humano, está indudablemente determinado por su condición poco ventajosa en el entorno natural, y es esa carencia, la que justamente lo lanza a la elaboración de mundos posibles de una manera tan extraordinaria y diversa. Frente a esta discusión, el filósofo alemán Arnold Gehlen, intentó fundamentar una teoría sobre la condición humana lejos de la mera especulación filosófica. De modo semejante a Max Scheler, Gehlen estaba preocupado más por lo que nos diferencia de los demás animales superiores que de lo que tenemos en común. Gehlen postula como tesis fundamental que lo que caracteriza a lo humano, es ser un animal biológicamente indigente, deficiente, carencial. La especie humana (en contraposición a los mamíferos superiores) está caracterizada por sus carencias y deficiencias que le hacen ser necesitado de ayuda, es decir, indigente.

¿En qué consiste tal indigencia? Ésta se expresa en la inadaptación de los individuos de la especie humana, a un hábitat exigente y en su casi nula especialización. Es evidente que los humanos no somos grandes corredores ni grandes nadadores. Y ello nos hace más “plásticos” en el comportamiento para desarrollar estrategias más flexibles. Gehlen nos habla entonces, de un primitivismo y de un subdesarrollo biológico. Gran parte de su libro El hombre, está dedicado a mostrar que la grandeza y la miseria de la condición humana consiste en ser carencial. Nos muestra que la radical indigencia humana, lo obliga sobrevivir elaborando estrategias de supervivencia conscientes. Gehlen desarrolla toda una descripción fenomenológica del acontecer humano desde una triple dimensión: biológica, psicológica y sociológica.

Para este autor la indigencia del ser humano se resume en tres aspectos: en primer lugar, los seres humanos carecen de los mecanismos de defensa instintivos propios de los seres vivos. Gehlen afirma que, no solo no hay relación entre el comportamiento instintivo y el inteligente, sino que hay una tendencia a excluirse mutuamente.

En segundo lugar, los humanos no presentan desarrollados unos órganos de percepción y actuación apropiados. Los humanos carecemos de aquella agudeza de sentidos corporales de la que gozan los animales superiores. El humano no posee sentidos adaptados a sus necesidades

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (26.3 Kb)  
Leer 17 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com