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El Ocaso De La Era Liberal


Enviado por   •  5 de Septiembre de 2013  •  2.081 Palabras (9 Páginas)  •  1.893 Visitas

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Trabajo Práctico Nº 5: El ocaso de la era liberal

1- La gran transformación que tuvo América Latina durante la época liberal plantea, a inicios del siglo XX, los clásicos problemas de los procesos de modernización.

Por lo tanto, las situaciones internas como externas que causaron la crisis de la Oligarquía y la Era Liberal, se evidenciaron en las diversas dimensiones de la sociedad. En el plano político, el crecimiento de la escolarización y la ampliación de la ciudadanía sometieron a una dura prueba al elitismo de los regimenes liberales y se expresaron en el crecimiento de nuevos movimientos políticos decididos a combatirlos. En el plano social, volvieron más evidente la urgencia del conflicto moderno entre el capital y el trabajo, y la importancia del rol del estado para hacerle frente. En el plano económico, el extraordinario crecimiento de las décadas precedentes hizo emerger su lado oscuro: la vulnerabilidad y el desequilibrio de un modelo basado en el desarrollo del comercio exterior. Por último, en el plano ideológico, el mito del progreso tendió a sustentar una vasta reacción nacionalista, que contribuyó a alimentar tanto el intervencionismo como a la declinación de la civilización europea.

Dichos procesos causantes de la crisis eran a largo plazo e impregnaron la historia de la región durante varias décadas. Por ello, fijarla en los años comprendidos entre la Gran Guerra y la caída de la Bolsa de Wall Street es ante todo una convención. Más aún que la Primera Guerra Mundial no tuvo para América Latina el efecto devastador que tuvo para la historia europea. Sin embargo, ambas fechas permiten delimitar una peculiar fase de la historia latinoamericana.

Cabe anticipar, por un lado, que la guerra hizo sonar los primeros toques de alarma para el sostenimiento tanto de los regímenes oligárquicos como del propio modelo económico. Por otro lado, que la Gran Depresión se inició en América Latina no sólo con el colapso del modelo económico imperante. Sino también con una ráfaga de golpes de estados en los principales países. Entonces resulta necesario establecer algunas premisas. La primera es que todos (América Latina, naciones europeas, países latinos de Europa), comenzaron a recorrer el pasaje de la sociedad de elite a la sociedad de masas, del universo religioso al político, del liberalismo a la democracia del pueblo, del espejismo del progreso a la realidad de los conflictos.

La segunda premisa es que al creciente dificultad de los regímenes oligárquicos para gobernar la cada vez más compleja sociedad surgida tras décadas de modernización reveló su incapacidad de ampliar las base sociales, es decir, de construir consenso.

2- Uruguay fue el país que desde el comienzo del siglo tomó un camino peculiar que lo distinguió de la mayoría de los de la región de un modo que le permitió atravesar de forma rápida como indolora la crisis de los años que van de la Primera Guerra Mundial a la Gran Depresión.

Este modelo fue posible gracias al boom de la exportación de carnes y granos, en gran parte urbano y poblado por inmigrantes europeos, pasó de forma más virtuosa del liberalismo a la democracia, sentando los fundamentos de un sólido sistema democrático que perduró hasta la violenta crisis de los años setenta, para luego renacer renovado. Dicha democracia se basaba en el alto grado de laicismo de la vida pública y en el buen nivel de vida de la mayor parte de la población, en la elevada escolarización y en servicios sociales más extendidos y eficientes que en otros lados.

El hombre que encarnó el nacimiento y la institucionalización de ese sistema fue José Batlle y Ordóñez, quién fue el primero en ampliar la base social de los dos partidos tradicionales al conceder el sufragio universal, luego extendido a las mujeres por sus sucesores.

Por lo tanto, para que fueran eficaces sus reformas políticas y duradero el sistema creó numerosas reformas, comenzando por las sociales: el derecho a la huelga y sindicalización a los trabajadores urbanos; la reducción ocho horas de la jornada laboral y por una moderna legislación social; creación de un vasto frente social que abarcaba desde las clases medias urbanas hasta el proletariado.

La política reformista del gobierno, su firme adhesión a los preceptos constitucionales y el rol de árbitro asignado al estado en los conflictos sociales condujeron ese frente por una vía moderada y gradualista.

3- En términos políticos, lo que más erosionó la estabilidad y legitimidad de esos regímenes fue el incremento de la demanda de “democracia”, a pesar de que en muchos casos se aludía a soluciones que nada tenían que ver con ella.

Las expresiones de nuevas clases sociales, en su mayoría de sectores intermedios, aunque a menudo también de la elite insatisfecha de la oligárquica imperante, produjeron el nacimiento de profundas raíces en los nuevos partidos, como la Unión Cívica Radical en la Argentina (1920) o el APRA en Perú; también el Partido Constitucional Progresista (1910). Se trataba de partidos cuyos programas solían presentar como primer punto, el reclamo de elecciones libres y transparentes, con lo que intentaban arrinconar a la oligarquía.

Otro de los partidos era la Reforma Universitaria, surgido en Córdoba (Argentina-1918) que demandaba participación y cambio, cuyo programa planteaba la democratización del acceso al gobierno de la universidad. La misma contribuyó también a la emergencia de otros partidos, surgidos en el seno de la moderna cuestión social (el conflicto entre el capital y el trabajo).

Tales partidos encarnaron las vastas expectativas de una incipiente democratización y del nacimiento de un sistema político nuevo e institucionalizado, capaz de brindar una representación articulada de la pluralidad social.

La Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), partido fundado por el líder peruano Víctor Raúl Haya de las Torre en 1924, en México, país donde se hallaba exiliado. Buscaban conciliar democracia, reforma social y nacionalismo. El APRA cuya base social comprendía principalmente a los sectores medios, aunque incluía también ciertas franjas del proletariado, incitaba a la lucha contra el imperialismo de los Estados Unidos, lo que comenzaba a ser común en una época de asiduo intervencionismo norteamericano, en especial en Perú por intereses mineros.

Además, el programa originario del APRA preveía la unión de lo que su líder definía como Indoamérica, aludiendo al rescate de las raíces indígenas de la región, la nacionalización de las tierras y la minería, y un genérico frente antiimperialista universal. La ideología de este partido

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