Pensamiento Liberal
franxioli16 de Octubre de 2011
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Antecedentes: Liberales y conservadores en América Latina
En el siglo XIX y parte del XX, el ámbito político estuvo dominado por liberales y conservadores. La participación en las decisiones estaba limitada a sectores minoritarios del país, que alternaban en los salones, los clubes sociales y en las tertulias de familiares y amigos. Las relaciones familiares y de amistad que conformaban lazos informales estaban, con frecuencia, por encima de las diferencias ideológicas.
Si bien existían diferencias ideológicas, que variaban según las características sociales de cada país, las lealtades personales eran más importantes que la pertenencia a uno u otro partido.
Los partidos pronto se convierten en maquinarias para ganar elecciones. En el siglo XIX predominó el liberalismo manchesteriano; aunque algunos librecambistas se tornaron proteccionistas cuando la defensa de sus intereses así lo exigía.
En líneas generales, el conservadurismo defendía la tradición hispánica, la religión y el militarismo. Los liberales eran partidarios de la secularización de la sociedad y de limitar el poder del gobierno a través de la defensa de las libertades individuales. Hasta los años cuarenta, el conservadurismo actuó sin una doctrina demasiado elaborada porque, al basar su práctica política en el ejercicio del poder, tampoco la necesitaba demasiado. Ambos partidos tuvieron una amplia gama de matices, hasta el punto de confluir en algunos casos en un liberalismo conservador basado en el positivismo.
Algunas corrientes del conservadurismo se fueron acercando a posiciones de tipo nacionalista, inspirándose principalmente en autores como Barrès y Maurras.
EL PENSAMIENTO CONSERVADOR EN LATINOAMERICA.
La lucha por la primacía de la iglesia católica se da contra el telón de fondo de las tentativas liberales de remover esa institución del papel central que había tenido durante la colonia como fuente única de regulación y legitimación social. Así, por ejemplo, durante la época colonial, para acceder a la educación superior, se necesitaba pasar un examen de “pureza de sangre”, es decir, demostrar que se proveía de familias hispanas puras. La iglesia, controlando el sistema de matrimonio, bautizo, entre otros, controlaba, de hecho, quién tenía acceso a tales beneficios. Durante el periodo posterior a esas guerras, la iglesia católica fue percibida por el sector conservador no solo como fuente de estabilidad social, sino también como proveyendo una fundación estable para «las tradiciones populares» de las nuevas naciones, en reemplazo de las tradiciones de pueblos indígenas conquistados.
El cuerpo legal del tiempo colonial (y, consecuentemente, sus integrantes) estaban fuertemente influidos por conceptos del Derecho Romano tardío, específicamente, el código de Justiniano I y la compilación del Derecho Romano del teólogo medieval Heineccius. Estos textos legales, junto a las Siete Partidas, constituían las bases del sistema legal que se continuó implementando después de la independencia y daban una visión particularmente «absolutista», propia de un Imperio de la época, de los principios e interpretaciones legales. Consecuentemente, la proposición de restaurar el orden legal hispánico se transformó, en los hechos, en una proposición eminentemente conservadora.
Comenzó a hacerse presente un tipo diferente de conservadurismo, uno que buscaba fortalecer los nacientes estados-naciones (con características que en esa época fueron llamadas “capitalistas”, es decir, la centralización de los sistemas económicos y políticos bajo el control de elites en las ciudades capitales de cada país). Este fenómeno se dio especialmente en el sur de continente. El origen de estos nacionalismos, el cual se expresó, influido por concepciones románticas, en el «amor a la tierra» o «amor a la patria» a diferencia de sentido patriótico burkeano, basado en el amor por los derechos y libertades comunes o el bismarkiano, de unidad basado sobre una lengua y cultura común, han sido objeto de mucha discusión. La causa por la que el patriotismo latinoamericano no se expresó en las tentativas bolivarianas o de otros en el sentido de una Patria Grande ha sido, hasta el presente, objeto de debate.
Así, el conservadurismo llegó a tener diferentes expresiones en diferentes países. Mientras la gran mayoría eran republicanos, en México Agustín de Iturbide buscaba una monarquía constitucional y exclusivamente católica. Entre los partidarios de una república algunos, como Juan Manuel de Rosas en Argentina abogaba por un sistema federal, mientras en Chile Diego Portales buscaba un estado unitario. A pesar que algunos conservadores (como Manuel Oribe en Uruguay) y el mismo Portales fueron modernizadores, otros, por ejemplo en Venezuela (bajo la dirección de José Antonio Páez) buscaban mantener incluso la esclavitud, Tanto Rosas como Portales proponían orden y defensa de la legalidad, pero estaban claramente dispuestos a violarla cuando así les convenía, mientras que en Colombia José Eusebio Caro afirmaba: «El conservador condena todo acto contra el orden constitucional, la legalidad, la moral, la libertad, la igualdad, la tolerancia, la propiedad, la seguridad y la civilización».
Con posterioridad a este periodo inicial el conservadurismo adquirió un contenido propiamente ideológico con el positivismo, especialmente las ideas de Auguste Comte : «la teoría del orden y del progreso comtiano establece en el positivismo latinoamericano una clara adopción del principio de subordinación y segregación, donde las razas y las clases sociales así como por la predominancia política basada en la posesión del saber intelectual y moral podían establecer el poder». Esas ideas positivas son modificadas, por personajes tales como José Victorino Lastarria, hacia una versión en la cual el progreso (en el sentido que Comte usa, de mejora de la condición humana) deja de ser el elemento que la sociedad debe promover a fin de mantener o lograr orden ( »... y el progreso, el adelanto, la mejora de la sociedad, no son ni pueden ser fines políticos del estado») en una en la cual el orden emana de las instituciones establecidas a fin de mantener “libertad”, creando así una base para la síntesis de los pensamientos liberales y conservadores que se observo hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX en el pensamiento político de algunos países latinoamericanos.
El mismo Lastarria, alegando que bajo el concepto de «libertad» se han producido todos los despotismos, separa el método (el positivismo), de sus principios (la libertad), de manera que la construcción de lo social queda fundada en la observación por el individuo de la legalidad, o más precisamente, en una propuesta básicamente liberal que percibe al ciudadano como componente básico de una sociedad civil, «como una soberanía propia», interesado en mantener su libertad y no un individuo como último resultado de la pertenencia a una sociedad basada en normas morales: «... el orden es una dependencia de las instituciones, a merced de la obediencia y amor a la sociedad,..». Sin embargo, y pese a esa modificación «Lastarria piensa que en América Latina y, específicamente en Chile, el positivismo es un nuevo conservadurismo porque instituye una ideología constructivista por sobre los estados naturales y espontáneos, de la cual la realidad histórica del continente demuestra una rica proliferación, estas formas de organización social reproducida de modelos europeos son, todos ellos, productos de la etapa última del estadio metafísico de la historia.». Lo anterior se puede entender como significando que tanto liberales como conservadores se pueden unir alrededor de la aceptación del rol «positivista» de la religión y una concepción del estado no como promoviendo progreso pero envuelto en la mantención del orden y la construcción nacional a fin de defender o promover tanto lo que se percibe como el interés nacional como la libertad (entendida como la aplicación del derecho existente) y la estabilidad político-social.
En los países en los cuales esa síntesis no se logró (por ejemplo, Colombia) los conflictos entre liberales y conservadores continuaron durante el siglo XX (donde alcanzaron su auge en el periodo conocido como La Violencia) e incluso, se ha sugerido, hacen sentir sus efectos en el presente en ese país. Laureano Gómez (presidente de Colombia en la década de 1950) es considerado como ejemplar de este tipo de conservadurismo en ese periodo.
La otra influencia notable en el conservadurismo latinoamericano de esa época fue la de Herbert Spencer, creador del darwinismo social, y cuyas ideas bordeaban en el racismo. Para Spencer nada, incluidas las tendencias humanitarias, debe interferir con las «leyes naturales», que implican que el «más apto» es quien sobrevive y los demás perecen. Sin embargo, y a pesar del nombre de sus ideas, Spencer no aceptaba la teoría de Darwin, proponiendo una versión del lamarquismo, de acuerdo a la cual los «órganos» se desarrollan por su uso (o degeneran dado la falta de uso) y esos cambios se transmiten de una generación a otra. Para Spencer, la sociedad es también un organismo, envolviendo hacia formas más complejas de acuerdo a la «ley de la vida», es decir, de acuerdo al principio de la sobrevivencia del más fuerte, tanto a nivel individual como de sociedades (lo que fue interpretado por muchos en Latinoamérica como sancionando la marginación de los «indios», que, incluso en estos días, algunos consideran como inferiores). Consecuentemente, Spencer se oponía a todas las manifestaciones de «socialismo», tales como la educación pública generalizada u obligatoria,
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