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El Teorema Del Loro


Enviado por   •  25 de Julio de 2013  •  1.894 Palabras (8 Páginas)  •  419 Visitas

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l teorema del loro

A Bertrand Marchadier

Gracias a Brigitte, Jacques Binsztok, Jean Brette, Christian

Houzel, Jean-Marc Lévy-Leblond e Isabelle Stengers.

El teorema del Loro

1. SINFUTURO

Como todos los sábados, Max se había dado un garbeo por las Pulgas

de Clignancourt; había ido a pie por el norte de la colina de Montmartre.

Después de revolver en el tenderete del vendedor a quien Léa había

cambiado las Nike manchadas que Perrette le había regalado la semana

anterior, entró en el gran almacén de excedentes coloniales y se puso a

escarbar en un montón de objetos heterogéneos cuando divisó, hacia el

fondo del local, a dos tipos elegantones muy excitados. Pensó que se

pegaban. No era asunto suyo. Entonces vio al loro; los dos tipos

intentaban capturarlo.

Eso sí lo convertía en asunto suyo.

El loro se defendía a picotazo limpio. El más bajo de los dos hombres

le agarró un extremo del ala. Rápido como el rayo, el loro se dio la vuelta

y le picó el dedo hasta hacerle sangre. Max vio que el individuo abría la

boca gritando de dolor. El otro, el más alto, furioso, asestó un puñetazo a

la cabeza del loro. Max se aproximó, creyó oír al loro aturdido que

chillaba: «Asesi... Asesi...» Uno de los dos individuos sacó un bozal.

¡Poner un bozal a un loro! Max arremetió contra ellos.

En ese mismo instante, en la calle Ravignan, Perrette, que contenía la

respiración a causa del fuerte olor a aceite de motor, entró en el garaje habitación. Separó las cortinas de la cama con baldaquín y alargó una

carta a Ruche. Un sello del tamaño de un boniato coloreaba el sobre. ¡Un

sello de Brasil! Perrette observó que la carta había sido echada al correo

hacía bastantes semanas. El matasellos informaba que venía de Manaos.

Pero Ruche no conocía a nadie en Brasil y mucho menos en Manaos.

Monsieur Pierre Ruche 1001 Hojas Calle Ravignan París XVIII

Francia

Las señas de la carta eran correctas, aunque faltaba el número de la

calle y la razón comercial estaba escrita de forma curiosa: «1001» en

lugar de «Mil y Una».

2

El teorema del Loro

Manaos, agosto de 1992

Querido πR:

La manera de escribir tu nombre te revelará quién soy.

No te desmayes, soy yo, tu viejo amigo Elgar a quien no ves

desde hace... medio siglo, sí, sí, lo tengo contado. Nos

separamos después de habernos escapado, ¿recuerdas?,

era en 1941. Querías marcharte, me decías, para seguir

luchando en una guerra que tú aún no habías empezado.

Yo quería abandonar Europa para dejar atrás la que, en mi

opinión, había durado demasiado. Y eso es lo que hice.

Cuando nos separamos embarqué hacia la Amazonia,

donde resido desde entonces. Vivo cerca de la ciudad de

Manaos. Habrás oído hablar seguramente de ella, la famosa

capital del caucho, ahora venida a menos.

Te preguntarás por qué te escribo después de tantos

años. Pues para avisarte de que vas a recibir un

cargamento de libros. ¿Por qué tú? Porque éramos los

mejores amigos del mundo y tú eres el único librero que

conozco. Voy a mandarte mi biblioteca. Todos mis libros:

varios cientos de kilos de libros de matemáticas.

Ahí están todas las joyas de ese tipo de literat ura.

Seguramente te extrañará que al referirme a matemáticas

hable de literatura. Te garantizo que hay en estas obras

historias que valen tanto como las de nuestros mejores

novelistas. Historias de matemáticos como, por ejemplo, y

cito a voleo, las de los persas Ornar al-Jayyam o al-Tusi, el

italiano Niccolò Fontana Tartaglia, el francés Pierre Fermat o

el suizo Léonhard Euler. Y muchos otros. Historias de

matemáticos, pero también de matemáticas. No tienes por

qué compartir mi punto de vista. En eso serías como tantos,

infinitos, que no ven en ese saber más que un montón de

verdades tristemente aburridas. Si algún día se te ocurriera

abrir uno de esos libros, hazme el favor, amigo mío, de

hacerte esta pregunta: « ¿Qué me cuentan estas páginas?»

Estoy seguro de que entonces verás esas matemáticas

tristes y opacas bajo otra luz, que te satisfará, insaciable

lector de las mejores novelas. Dejémoslo aquí.

En los paquetes que no tardarás en recibir está lo que, a

...

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