El capitalismo. Desde tiempos inmemorables, el ser humano ha adoptado la necesidad de cambiar, permutar y negociar una cosa por otra.

El capitalismo

Desde tiempos inmemorables, el ser humano ha adoptado la necesidad de cambiar, permutar y negociar una cosa por otra. Empezamos a diferenciarnos desde temprana edad por el nivel de educación y las preferencias personales, y a través de ella, creamos destrezas que nos llevan a tener la facultad de persuadir para obtener lo que se desea.

Pero pasa que esa facultad se ve con la exigencia de generar un mayor impacto de persuasión al público y tener una mayor facilidad de producción de bienes y servicios. Gracias al capitalismo y la revolución industrial, esto se convierte en un círculo vicioso del que no podemos salir. Nacemos y, automáticamente, nos hacemos partícipes de esa bola de nieve en donde los que tienen el poder y la libertad de crear grandes masas de mercancías, direccionan el tiempo y el éxito de vida de los demás. Así es; hay quienes ahorran y acumulan riquezas, y hay quienes gastan todo de una vez cuando les llega a la mano.

Nos vamos entonces con el uso de la razón. Ser capitalista significa acaudalar ciencia, y para esto se debe proyectar mucho y tener mucha educación. Desde las edades primitivas, los que poseían mayores conocimientos tenían mayor probabilidad de conservar grandes riquezas gracias a sus hallazgos. Esto se vio reflejado utilizando el oro, la plata y el bronce como instrumento universal de comercio de todas las culturas existentes.

El punto está que, dentro del capitalismo, encontramos que la visión de mercancía se ha visto distorsionada por el valor del tiempo y la necesidad humana. Esto se ve dentro de la cantidad de trabajo como la única norma de valor, y el tiempo es indiscriminadamente invalorado por la corrupción de los líderes dentro de la economía de un estado. No es un secreto que en nuestro país se ve una clara muestra del atropello social en el que estamos debido a la alta falta de educación, la cultura del derroche económico aun cuando no se tiene nada y la precipitada necesidad de cubrir nuestros gastos básicos por todo el tiempo que tenemos a la mano.

Se supone que, como el hombre vive de su trabajo y de las ganancias que obtenga a través de este, el cambio que recoja debe ser, por lo menos, suficiente para que pueda, en cualquier momento, cubrir sus gastos y que le sobren de ellos.

Miremos el panorama colombiano. El salario mínimo vigente en Colombia es de $689.454. Aproximadamente el valor de este se ve despejado en dos compras de alimentos e higiene de $300.000 pesos. A esto se le adhiere el impuesto predial, más los servicios prestados (agua, luz, gas) sin contar con el lujo de tener una cuenta telefónica, más internet y televisión, lo cual nos lleva a reflexionar seriamente en si el salario de Colombia puede tan siquiera cubrir los gastos básicos de una familia y que esta tenga una calidad de vida buena.

Puedo afirmar que este país no se caracteriza por ser

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