El pensamiento pedagógico en la edad moderna: Humanismo, realismo e ilustración
guachoflu18 de Diciembre de 2012
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4.- EL PENSAMIENTO PEDAGÓGICO EN LA EDAD MODERNA: HUMANISMO, REALISMO E ILUSTRACIÓN.
4.1.- Contexto Histórico.
4.1.1.- Origen y evolución del Humanismo pedagógico:
El Humanismo histórico es el movimiento cultural que marca la transición entre la Edad Media y la Edad Moderna, alcanza su plenitud en los siglos XV y XVI y comienza a declinar en el siglo XVII. Se manifiesta en un anhelo de reforma y de renovación que tiene como modelo la síntesis de la sabiduría cristiana y de la cultura grecolatina. Se fragua en Italia, en la figura de Petrarca.
Abre una nueva época de esplendor cultural en la que existe una clara conciencia de ruptura con los siglos medievales y de restauración de la vida intelectual. Su aspiración es que el saber se convierta en sabiduría, que la cultura se ordene a la virtud. Esta dimensión ética es la verdadera clave del Humanismo y la que le confiere un neto carácter pedagógico. Lo que se traza en estos siglos es un proyecto educativo.
También en los orígenes en Italia, en la primera mitad del siglo XV, se encuentra un núcleo de humanistas, iniciadores de una corriente pedagógica, que escriben obras en las que se encuentran las ideas maestras que configuran la educación moderna. Aparecen también las primeras escuelas de carácter humanístico. En estos centros llamados contubernios, maestros y discípulos colaboran y comparten un proyecto pedagógico trazado en torno a la instrucción literaria y a la formación religiosa y moral. Otros países europeos se abren al nuevo movimiento. En España, a mediados del siglo XV, Elio Antonio de Nebrija se constituye en el máximo representante del Humanismo en la península, escribiendo el primer tratado humanístico de educación. No se trata de copiar o imitar sino de profundizar en los valores que, magistralmente expresados por ellos, se podían asimilar a la educación moderna, a la educación cristiana. Sobre estos cimientos se levanta todo el edificio del Humanismo pedagógico que, en su evolución, va desarrollando un carácter propio y original que se plasma en las obras del siglo XVI.
En el siglo XVII, el Humanismo comienza a manifestar síntomas de decadencia. Las humanidades se revelan ya incapaces de dar respuesta a las necesidades educativas de un mundo cada vez más complejo. Nuevas corrientes filosóficas y científicas estaban abriendo un nuevo periodo en la vida intelectual europea.
4.1.2.- La integración de los clásicos en la educación cristiana:
Si algo caracteriza al Humanismo, desde sus orígenes, es el deseo de volver a las fuentes de la cultura occidental en busca de la verdadera filosofía y de una piedad más sencilla y auténtica. Supone revisar las Escrituras y la Patrística y resucitar las obras de los clásicos paganos. Asume la responsabilidad de invocar el espíritu de una cultura precristiana o no, en todo caso, pagana.
El Humanismo moderno es un largo debate que se remonta a los primeros siglos de la Iglesia, cuando se plantea si es conveniente o no unir las letras profanas y las letras sagradas, la revelación divina y la cultura humana. Según una corriente del pensamiento cristiano, la asimilación de los clásicos gentiles encerraba el peligro de desvirtuar el mensaje bíblico y evangélico. Para otra corriente, la cultura grecolatina ofrecía una base formativa que podía conciliarse con la educación cristiana. Este es el punto de vista que permite la aparición, en el seno de la Europa cristiana, del humanismo carolingio del siglo IX, dominado por la figura de Alcuino de York (Escuela de Chartres).
Los clásico son, sin duda alguna, la bese de la nueva cultura, pero siempre que se supediten a la fe y a la salvación eterna.
El pensamiento pedagógico del Humanismo desarrolla así unos criterios que siguen el siguiente esquema: los clásicos son la base de la formación; pero algunos no son seguros para la fe o la moral; en caso de tener que elegir, hay que optar por los mejores, aunque ello suponga sacrificar la elegancia formal y, finalmente, ésta se puede encontrar también en los clásicos cristianos.
4.2.- Concepción antropológica:
4.2.1.- El discurso retórico sobre la dignidad humana:
Desde sus orígenes, el Humanismo preconiza una ruptura con la Edad Media y con la Escolástica. Es un juicio a la corrupción del método dialéctico. Cambia el enfoque que se da ahora al pensamiento antropológico. La lógica, en la búsqueda de la verdad, cede del paso a la retórica. Este nuevo enfoque suele carecer de sistematicidad y solidez filosóficas.
El hombre es un ser privilegiado ya que es capaz de comprender la sabiduría divina. El primer don que Dios le ha otorgado es, por tanto, la razón, pero ésta es inseparable de la palabra. Saber es, en definitiva, saber hablar.
Lo que subraya este enfoque antropológico del Humanismo, es la responsabilidad de cada persona ante su propio destino. Este es en definitiva el gran reto: ir respondiendo a una naturaleza sabiamente prevista, en un proceso ascendente, en el que cada vez van apareciendo con más nitidez los rasgos divinos.
4.2.2.- La naturaleza caída y redimida:
Pero esta visión del hombre no deja de ser un arma de doble filo. El pequeño dios puede llegar a ser la más miserable de las criaturas, si en vez de guiarse por la razón, se deja llevar por los instintos y las bajas inclinaciones que nacen de un cuerpo que sigue viéndose como lastre y cárcel del alma, a causa del pecado original. El pensamiento cristiano recuerda con insistencia la historia de la salvación y la ayuda sobrenatural de la gracia. (Diálogos de Fernán Pérez de la Oliva). La grandeza del hombre reside en definitiva en el amor que Dios le tiene.
4.2.3.- El nuevo enfoque del tema del hombre:
Comienzan a desarrollarse líneas de investigación que tienen como objeto estudiar más la constitución, el temperamento, las pasiones, los afectos. La influencia de las fuerzas irracionales sobre la voluntad o las causas de las limitaciones sensoriales y sus posibilidades educativas. El Humanismo moderno vuelca su afán de novedad, de apertura de nuevos cauces al conocimiento del hombre.
4.3.- El concepto de Educación:
4.3.1.- Factores del perfeccionamiento humano:
El Humanismo concibe la educación como formación en el sentido exacto del término. Es un proceso lento guiado por la razón, que puede adecuarse a la verdad y al bien por medio de la sindéresis, luz o criterio que lleva al hombre a actuar dentro de unos criterios de rectitud y encaminarse hacia lo bueno y lo verdadero. Educarse es formarse de acuerdo con la cultura que ha producido la razón humana.
El hombre puede, por tanto, educarse porque posee la razón, pero también porque es un ser social capaz de comunicarse con otros hombres y compartir sus conocimientos. La cultura le hace más apto para guiar a la voluntad al ejercicio de la virtud. La clave de la educación está, por tanto, en la libertad y en el uso que de ella se haga. El Humanismo concibe grandes esperanzas en el poder de la educación intelectual como base y fermento de la educación moral.
La educación se concibe en definitiva como un proceso de perfeccionamiento, en el que cada ser va desplegando todos los recursos de su naturaleza.
4.3.2.- Las diferencias individuales:
La naturaleza, esencialmente bien dispuesta, varía de un individuo a otro.
La educación debe pues adaptarse a las capacidades y tendencias individuales, lo que exige un buen conocimiento y seguimiento personal. La obra más significativa es el Examen de ingenios para las ciencias (1575) del doctor navarro Juan Huarte de San Juan. En ella se establecen las relaciones existentes entre la constitución física y las capacidades intelectuales, es decir, el entendimiento, la memoria y la imaginación. Según su teoría a cada persona corresponde un temperamento, a cada temperamento una capacidad y ésta es la que debe guiar sus estudios.
4.3.3.- Las etapas del proceso formativo:
a) La eugenesia y los cuidados perinatales
Antes del nacimiento los padres ya deben de tomar las precauciones necesarias para que la generación del hijo se realice en las mejores condiciones posibles. Este es el gran tema de los consejos eugenésicos, que tiene como base la evidencia de que una buena constitución física va a ayudar al mejor desarrollo de la persona. Estos consejos se resumen en la elección de esposa y en una serie de cuidados perinatales entre los que sobresale por el énfasis y la reiteración con que es tratado el tema de la lactancia.
Por un error antropológico, se piensa que las cualidades morales se transmiten físicamente.
b) la educación o crianza
La verdadera educación comienza en la infancia. Se concibe como un periodo difícil porque el niño, cuya razón es aún muy rudimentaria, puede ser presa de sus malas inclinaciones. Es la etapa más decisiva para la educación. Es pues la educatio o crianza, la formación que el niño recibe en el ámbito doméstico de mano de sus padres o de sus representantes, los pedagogos o ayos. Es la acción destinada a evitar que arraiguen los vicios en el alma infantil y que, por el contrario vaya desarrollando las virtudes.
Lo que aporta el Humanismo es una mayor perspectiva de la naturaleza infantil a la que se considera ahora capaz también de una educación intelectual y de una formación cristiana mucho más sólida. Se empieza a tratar de una manera más sistemática el tema de la instrucción.
Con el Humanismo se abre, pues, una revalorización de la infancia en todos los aspectos, pero sobre todo en el intelectual ya que se piensa que en el niño se encuentran todos los principios activos de su propia formación.
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