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Ensayo Don Juan Tenorio


Enviado por   •  8 de Mayo de 2013  •  2.513 Palabras (11 Páginas)  •  823 Visitas

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El personaje de Don Juan no tiene realidad histórica, aunque se haya inspirado en seres con existencia real. A diferencia de Giovanni Jacopo Casanova (que es otro paradigma del eterno seductor ), un veneciano que escribió sus memorias describiendo hazañas eróticas de todo tipo -casi gimnásticas-, el Don Juan es una creación literaria.

Muchos escritores se dedicaron a él, entre los que se cuentan genios de la talla de Corneille, Molière y Rostand en la lengua francesa; lord Byron -que con este tema escribió un poema épico- y Bernard Shaw en la inglesa. Pero la versión más conocida por nosotros, quizás la primera, es la del escritor y monje español Tirso de Molina, quien nació en el siglo XVI. Se la conoce como “El burlador de Sevilla” y en ella, entre otras andanzas, se nos cuenta que Don Juan mata al comendador de esa ciudad cuando éste quiere vengar el honor mancillado de su hija. Luego, en el curso de una cena, en una de sus tantas bravuconadas, invita al espíritu del asesinado a que se presente, ya que él no teme su venganza. En realidad, la que se presenta a la fiesta es la estatua erigida en homenaje al comendador de Sevilla: es el famoso “convidado de piedra” que termina enviando al infatuado personaje a los infiernos. Dentro de la lengua española hay otro autor, José Zorrilla, quien retoma esta obra, pero termina redimiendo a Don Juan Tenorio al esposarlo con su verdadero amor, Doña Inés.

Los músicos no estuvieron exentos de la fascinación que produce esta figura; grandes compositores como Gluck y Richard Strauss le rindieron culto con sus obras. Sin lugar a dudas el caso más famoso es la ópera Don Giovanni de Wolfgang Amadeus Mozart quien, con libreto de Lorenzo Da Ponte -quizás influenciado por Tirso de Molina-, compuso esa obra inmortal donde el protagonista también es enfrentado por la estatua de piedra y condenado al fuego eterno. La ópera introduce al joven Leporello, que siempre acompaña a Don Giovanni, y en quien algunos han querido ver, cual alter ego, una vertiente homosexual del eterno seductor. Leporello es quien nos dice:

“Un catálogo tiene que yo he hecho;

observad, leed conmigo.

En Italia seiscientas cuarenta;

en Alemania, doscientos treinta y una,

cien en Francia, en Turquía noventa y una

¡ pero, en España, pero en España

ya van mil tres, mil tres, mil tres!”

Algunas interpretaciones sobre el donjuanismo

Los donjuanes cotidianos se asemejan mucho al de la ficción; son individuos que necesitan seducir todo el tiempo, que aparentemente se enamoran del sujeto amado, pero una vez que lo han conseguido lo abandonan. No pueden quedar fijados en una persona determinada. Al igual que el personaje mítico son anarquistas del amor (1). Ignoran la felicidad, la virtud y la decencia. Consideran válida cualquier arma para conquistar, son los que dicen: en la guerra y en el amor todo vale, ya que los sentimientos hacia la otra persona no son tenidos en cuenta. Sólo les interesa el instante de placer, y el triunfo permanente sobre la mujer que someten y el marido o novio que logran burlar. El escritor mexicano Carlos Fuentes, en su libro “Terra Nostra”, pone en boca de Don Juan esta frase: “porque ninguna mujer me interesa si no tiene un amante, marido, confesor o Dios al cual pertenezca y si al amarla no mancillo el honor de otro hombre”.

El varón con conductas donjuanísticas percibe al amor como algo deportivo, como una competencia permanente y esto lo vemos en el personaje literario que juega apuestas con otros varones desafiándolos a que traten de conquistar mayor cantidad de mujeres que él. En la ópera de Mozart, Don Giovanni lleva una larga lista -como narraba antes el joven Leporello- donde anota los nombres de sus seducidas.

Una teoría interesante, se refiere a los sentimientos homosexuales latentes del Don Juan (2) quien, al llevarse a la cama a la mujer de otro, también estaría acostándose con el esposo o novio ultrajado. En Casanova, Caballero de Seingalt (como gustaba de llamarse a sí mismo), también aparecen rasgos sexuales equívocos en sus amores con mujeres trasvestidas como varones o muchachos jóvenes (3). Su narcisismo extremo lo lleva a revelar su esencia: “Pensé en casarme con ella cuando la amaba más que a mí mismo, pero cuando me alejé de su lado descubrí que el amor que sentía por mí mismo era más fuerte que el afecto que ella me había inspirado”. De esa manera , nos dice el psicólogo y sexólogo Roberto Rosenzvaig, “su aparente hedonismo de carácter absoluto oculta el desprecio por el placer compartido, porque su acción se convierte en un monólogo narcisista. Según Foucault los dos grandes sistemas de reglas que Occidente ha concebido para regir el sexo - la ley de la alianza y el orden de los deseos- son destruidos por la existencia de Don Juan”. (4)

Otra hipótesis más conocida atribuye al seductor crónico la búsqueda desesperada del personaje materno y el intento de recuperar a la madre en cada mujer. Pero, si esto se concretara en sus fantasías edípicas, inmediatamente tendrían que abandonarla porque de lo contrario significaría mantener relaciones con la mujer que lo ha traído al mundo, lo que los lleva a su eterna dificultad de amar a quien desean: son los que, acuciados por el fantasma del incesto, “cuando aman no pueden anhelar, y cuando anhelan no pueden amar”, en las palabras de Freud (5).

El estilo seductor puede tomar los rasgos de una verdadera compulsión; en este sentido es que el psicólogo Stanton Peele los define como adictos, en el sentido de que la adicción “es una experiencia nacida de la respuesta subjetiva y rutinizada de un individuo a algo que para él tiene un significado especial, algo que le da tanta seguridad y confianza que sin ello no puede vivir” (3). El mito descubre así “una característica del imaginario erótico masculino, corporizado en la posesión, la dominación y el libertinaje, que habría de campear hasta nuestro propio siglo y sobre la que se fundamenta la conquista compulsiva” (4).

A pesar de que el escritor Albert Camus decía que Don Juan se enamoraba de todas las mujeres, quizás intuimos que él cree estar enamorado; pero ese sentimiento es algo tan fugaz, que podríamos sospechar que nunca lo está. En todo caso constituye un deseo de tipo platónico: como verdadero amor nunca llega a concretarse. Platón decía que uno desea lo que no tiene; es lo que pasa con el Don Juan: una vez que posee lo que deseaba ya no le interesa más.

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