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Ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada: El hombre unidimensional


Enviado por   •  10 de Noviembre de 2013  •  Tutoriales  •  5.655 Palabras (23 Páginas)  •  1.570 Visitas

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EL HOMBRE UNIDIMENSIONAL

Ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada

Herbert Marcuse

HYSPAMERICA EDICIONES

Buenos Aires, 1984

Este material se utiliza con fines exclusivamente didácticos

ÍNDICE

Prefacio a la edición francesa 9

Reconocimientos 17

Introducción 19

LA SOCIEDAD UNIDIMENSIONAL

1 .Las nuevas formas de control 29

2. El cierre del universo político 43

3. La conquista de la conciencia desgraciada: Una desublimación represiva 71

4.El cierre del universo del discurso. 92

5.El pensamiento negativo: La lógica de protesta derrotada . 120

6.Del pensamiento negativo al positivo: La racionalidad tecnológica y la lógica de la dominación 136

7. El triunfo del pensamiento positivo: La filosofía unidimensional 156

LA POSIBILIDAD DE LAS ALTERNATIVA

8.El compromiso histórico de la filosofía 181

9. La catástrofe de la liberación . 198

10. Conclusión 215

CAPÍTULO 1.

LAS NUEVAS FORMAS DE CONTROL

Una ausencia de libertad cómoda, suave, razonable y democrática, señal del progreso técnico prevalece en la civilización industrial avanzada. ¿Qué podría ser realmente más racional que la supresión de la individualidad en el proceso de mecanización de actuaciones socialmente necesarias aunque dolorosas; que la concentración de empresas individuales en corporaciones más eficaces y productivas; que la regulación de la libre competencia entre sujetos económicos desigualmente provistos; que la reducción de prerrogativas y soberanías nacionales que impiden la organización internacional de los recursos? Que este orden tecnológico implique también una coordinación política e intelectual puede ser una evolución lamentable y, sin embargo, prometedora.

Los derechos y libertades que fueron factores vitales en los orígenes y etapas tempranas de la sociedad industrial se debilitan en una etapa más alta de esta sociedad: están perdiendo su racionalidad y contenido tradicionales. La libertad de pensamiento, de palabra y de conciencia eran -tanto como la libre empresa, a la que servían para promover y proteger- esencialmente ideas críticas, destinadas a reemplazar una cultura material e intelectual anticuada por otra más productiva y racional. Una vez institucionalizados, estos derechos y libertades compartieron el destino de la sociedad de la que se habían convertido en parte integrante. La realización anula las premisas.

En la medida en que la independencia de la necesidad, sustancia concreta de toda libertad, se convierte en una posibilidad real, las libertades propias de un estado de productividad más baja pierden su contenido previo. Una sociedad que parece cada día más capaz de satisfacer las necesidades de los individuos por medio de la forma en que está organizada, priva a la independencia de pensamiento, a la autonomía y al derecho de oposición política de su función crítica básica. Tal sociedad puede exigir justamente la aceptación de sus principios e instituciones, y reducir la oposición a la mera promoción y debate de políticas alternativas dentro del statu quo. En ese respecto, parece de poca importancia que la creciente satisfacción de las necesidades se efectúe por un sistema autoritario o no autoritario.

Bajo las condiciones de un creciente nivel de vida, la disconformidad con el sistema aparece como socialmente inútil, y aún más cuando implica tangibles desventajas económicas y políticas y pone en peligro el buen funcionamiento del conjunto. Es cierto que, por lo menos en lo que concierne a las necesidades de la vida, no parece haber ninguna razón para que la producción y la distribución de bienes y servicios deba proceder a través de la concurrencia competitiva de las libertades individuales.

Desde el primer momento, la libertad de empresa no fue precisamente una bendición. En tanto que libertad para trabajar o para morir de hambre, significaba fatiga, inseguridad y temor para la gran mayoría de la población. Si el individuo no estuviera aún obligado a probarse a sí mismo en el mercado, como sujeto económico libre, la desaparición de esta clase de libertad sería uno de los mayores logros de la civilización. El proceso tecnológico de mecanización y normalización podría canalizar la energía individual hacia un reino virgen de libertad más allá de la necesidad. La misma estructura de la existencia humana se alteraría; el individuo se liberaría de las necesidades y posibilidades extrañas que le impone el mundo del trabajo. El individuo se liberaría de las necesidades y posibilidades extrañas que le impone el mundo del trabajo. El individuo tendría libertad para ejercer la autonomía sobre una vida que sería la suya propia. Si el aparato productivo se pudiera organizar y dirigir hacia la satisfacción de las necesidades vitales, su control bien podría ser centralizado; tal control no impediría la autonomía individual, sino que la haría posible.

Éste es un objetivo que está dentro de las capacidades de la civilización industrial avanzada, el “fin” de la racionalidad tecnológica. Sin embargo, el que opera en realidad es el rumbo contrario; el aparato impone sus exigencias económicas y políticas para expansión y defensa sobre el tiempo de trabajo y el tiempo libre sobre la cultura material e intelectual. En virtud de la manera en que ha organizado su base tecnológica, la sociedad industrial contemporánea tiende a ser totalitaria. Porque no es sólo “totalitaria” una coordinación política terrorista de la sociedad, sino también una coordinación

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