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Gobierno De Salinas De Gortari


Enviado por   •  18 de Mayo de 2014  •  3.742 Palabras (15 Páginas)  •  217 Visitas

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© Derechos exclusivos de autoría y edición reservados para la Universidad del Valle de México. Queda rigurosamente prohibida la

reproducción total o parcial del contenido de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, así como su distribución, para otros

fines ajenos al uso exclusivo dentro de los programas de formación profesional que ofrece la UVM.

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Salinas, el heredero incómodo

Elena Gallegos

La Jornada

Enero, 2000

http://www.jornada.unam.mx/2000/ene00/000104/heredero.html

Fecha de consulta: 08/05/05

En febrero de 1988 los mexicanos padecían los costos del "ultraortodoxo" plan de choque

impuesto en diciembre por el gobierno de Miguel de la Madrid y al que eufemísticamente se

le llamó Pacto de Solidaridad Económica, aunque en realidad contemplaba alzas en los

precios de todos los bienes y servicios públicos.

La campaña de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano sumaba adeptos, a pesar de los vituperios

y chantajes de sus ex compañeros de partido, y los priístas observaban intranquilos a su

candidato, Carlos Salinas de Gortari, cuya figura, no obstante la enorme maquinaria puesta a

su disposición, no terminaba de convencer.

Pesaban en el ánimo de los potenciales electores las duras medidas económicas que

implementaba el gabinete delamadridista, a cuyos miembros el ingenio popular no tardó en

bautizar como los Chicago boys. A lo mejor por eso, en Huamantla, Tlaxcala, en uno de sus

recorridos, Salinas de Gortari hizo una declaración que propició las más aventuradas

conclusiones:

"No tengo ningún compromiso con ninguna continuidad -sostuvo frente al azoro de quienes

le escuchaban- ni en materia económica ni en ningún otro ámbito estoy atado a dogma o

fórmula alguna".

Ávidos de escenarios políticos tormentosos, los analistas juraban que se estaba dando la

sexenal ruptura. Folclórico y hablador, Tulio Hernández se burló de quienes interpretaron de

ese modo las frases del candidato: "¡Están pendejos; ni leer saben, chingao!" El tiempo le

daría la razón.

Sin embargo, había una profunda preocupación entre los estrategas del PRI sobre el rumbo

de la campaña. Salinas era un hombre impopular se le atribuía ser autor de la política

económica que tanto golpeaba y poco carismático. Los duchos en el rumor percibían la

inquietud y esparcían la especie de que pronto, muy pronto, se "enfermaría" y vendría el

relevo. Paradojas del destino: le tocó a Luis Donaldo Colosio salir al paso de las versiones y

aclarar paradas.

El mismo día en el que Salinas pareció desmarcarse de las políticas de su antecesor, en su

calidad de oficial mayor del PRI Colosio ofreció una conferencia de prensa.

Escoltado por Otto Granados y Miguel López Azuara, dijo a los periodistas: "El PRI ya tiene

candidato y se llama Carlos Salinas de Gortari". Nadie imaginó entonces que seis años

después su amigo Salinas haría lo mismo por él. Era, pues, la primera versión del "no se

hagan bolas" de 1994.

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Pero aquella tarde en Tlaxcala, Colosio fue más allá y cortó de tajo los comentarios que tanto

daño les hacían: "Los rumores son sólo eso repitió a los reporteros. Ustedes son testigos de

la vitalidad de nuestro candidato presidencial. La intensa actividad que hasta ahora ha

desarrollado por todo el país demuestra su fortaleza física".

Era incuestionable que las secuelas económicas complicaban el panorama político. Los

mítines que encabezaba el candidato del recién formado Frente Democrático Nacional eran

cada vez más nutridos y el panista Manuel J. Clouthier y sus iniciativas de desobediencia civil

crispaban los nervios de los priístas acostumbrados, hasta entonces, a ser los únicos en las

contiendas.

El mismo presidente se propuso defender con todo a su cachorro. Con su desangelado tono

de siempre gris, lo adjetivaba la gente y a propósito de nada, De la Madrid declaró que las

críticas por el plan de austeridad y la recesión que éste generó no debían vertirse contra el

candidato: "¡Asumo toda la responsabilidad!".

Si a lo largo del sexenio de De la Madrid las cosas iban de mal en peor "tiene mal fario", se

apenaban algunos, el tramo final de su administración no pudo ser más desacertado.

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