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HIDALGO Y LOS NOMBRES


Enviado por   •  27 de Febrero de 2015  •  938 Palabras (4 Páginas)  •  179 Visitas

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HIDALGO ¿lo conocemos realmente?

… Hace algunos años, por ejemplo, una obra de divulgación científica, de gran éxito de librería, titulada Distant Neighbors. A Portrait of the Mexicans, sintetiza así el inicio de la insurrección armada de 1810:

Miguel Hidalgo y Costilla, que tenía cincuenta y siete años, era el párroco de Dolores, una población pobre [sic], en su mayor parte indígena [sic] […] Poco después del amanecer del 15 de septiembre [sic] tañendo la campana de la iglesia, Hidalgo subió al púlpito. “Hijos míos –les dijo a los indígenas y mestizos [sic] allí reunidos- una nueva dispensión [sic] nos llega este día. ¿Estáis listos a recibirla? Haréis el esfuerzo de recuperar de los odiados españoles las tierras robadas a vuestros antepasados hace 300 años? [sic] Y a continuación proclamó: “Mexicanos, ¡Viva México! ¡Muerte a los gachupines!

Este breve relato nos muestra cuan distante y nada vecina a la realidad resulta este tipo de síntesis “histórica” –aunque desgraciadamente hay que reconocer que el autor no inventa tal ficción sino que recoge una serie de distorsiones comunes a las celebraciones del ´grito´ la noche del 15 de septiembre-. En pocas palabras, ni Dolores era una población pobre, ni sus feligreses eran mayoritariamente indígenas, ni la insurrección se inició el día 15 sino en las primeras horas el día 16 de septiembre. Menos les pudo decir semejante arenga, particularmente llamarles “mexicanos” y gritar ¡Viva México” Si así hubiese sido, Hidalgo hubiera visto con asombro reflejada en su feligresía: ella ¿integrada por mexicanos, que gritaban vivas a México, la ciudad? Como se verá más adelante, cuando se habla de México en 1808-1821 casi siempre se hace referencia a la ciudad capital.

Muchos errores, hay que subrayarlo, se han originado en el desconocimiento del lenguaje utilizado por los rebeldes y en lo particular de su uso de los sustantivos: distorsión que se esfuerza por el desconocimiento de las fuentes primarias. […]

Volvamos pues con el pensamiento al año de 1810. En vez de un apacible cura párroco, de un anciano venerable, vestido de traje talar negro, un contemporáneo que lo conoció lo describe así:

Hidalgo vestía media bota, pantalón morado, banda azul, chaleco encarnado, casaca verde, vuelta y collarín negro, pañuelo pajizo al cuello, turbante con insignia al pecho del Águila Rapante [sic por rampante] que quiere destrozar al León. Un alfanje moruno al cinto, y en la derecha una garrocha de cuatro varas.

Dicho jefe, al hablarles a su feligreses en Dolores, quizá entre las 5 y 6 de la mañana, hora de la misa dominical del alba, no les habló de México sino de los “americanos”, de “la América” que podía ser entregada a los extranjeros, fuesen franceses o ingleses. Cuenta Juan Aldama que Hidalgo exhortó

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