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Hijo De Ladron


Enviado por   •  28 de Mayo de 2014  •  1.393 Palabras (6 Páginas)  •  226 Visitas

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La lectura de Hijo de ladrón, novela del escritor chileno Manuel Rojas publicada en1951, me transformó en Aniceto Hevia, el inolvidable protagonista. Desde entonces tomé conciencia de mi propia individualidad, del ser único e irrepetible que llevamos dentro, y con quien debemos entablar amistad cuanto antes mejor para asumir la existencia. La leí por primera vez en plena adolescencia, en la etapa del salto desde la plataforma segura de la niñez, al precipicio del encuentro con ese yo múltiple, capaz de confundir el tiempo, de sentir a veces que la vida es sueño, y el sueño vida, tal como le ocurre al protagonista de la novela. Aniceto Hevia no sabe al principio quién es, ni cómo ni cuándo llegó al lugar donde se encuentra, preso en un cárcel de Valparaíso, acusado además del robo a una joyería que no recuerda. Desde allí comienza el raconto de su vida entera, hasta su liberación y peregrinaje por la costa de Valparaíso, buscando el modo de ganarse la vida, en medio de un país donde asola la pobreza, donde no hay trabajo, donde las puertas se cierran a los individuos de su especie, menos el cielo azul del Océano Pacífico, que inunda de esperanza el porvenir.

Ninguna novela chilena se había metido hasta entonces tan adentro del yo, de los diferentes planos de la conciencia, con la excepción de La última Niebla (1935)de María Luisa Bombal, por cierto, quien no tuvo el reconocimiento en su época, ni tampoco después de la publicación de su impresionante novela. La ceguera de los críticos, o la censura social de su tiempo, no quiso reconocer el valor de su obra, el que si consigue Manuel Rojas 16 años más tarde. Una novela de estructura narrativa que dice relación con la literatura desarrollada por Faulkner, en cuanto al manejo del narrador y a la yuxtaposición de hechos y circunstancias que va acotando la historia. Después vendrá Coronación (1957), de José Donoso, otra obra que escarba los reticulados más íntimos del yo, hasta avanzar hacia los túneles negros del inconsciente. Estas tres novelas trabajan también minuciosamente la sociedad donde se mueven sus personajes, haciendo la crítica social correspondiente con la maestría de los grandes narradores, sin caer en aquel error de creación de traicionarse a sí mismos, en el sentido de introducir su propia ideología, sino dejando siempre en plena libertad a sus personajes.

En el plano más lineal, Hijo de ladrón es un viaje triste en la anécdota, pero profundo en su tema: un adolescente huye de un hogar desintegrado tras la muerte de la madre y el abandono del padre, porque no tiene otra alternativa en el mundo. Pero huye también de esa realidad para ir al encuentro consigo mismo, que es la experiencia universal de todos los individuos. Viaje que a muchos los lleva a la gloria y a otros tantos al fracaso permanente. Aniceto representa al prototipo de hombre perteneciente a la clase baja, azotada por la miseria y los infortunios, pero no exenta de alegría y esperanza, del amparo de una madre noble que mantiene limpios a sus hijos, y de un padre que si bien ladrón, ocupa el lugar de protector en el imaginario infantil.

Cabe aquí señalar que El gallego, padre de Aniceto, no es un delincuente cualquiera, sino aquel estereotipo de héroe novelesco que le otorga cierto misterio policial al relato, tensando la cuerda de la intriga para atrapar en los primeros capítulos al lector, en un relato que prescinde de la clásica cuestión amorosa para entusiasmar al lector. Desde luego, el personaje también interpreta la denuncia del autor al sistema, al orden secular del mundo, injusto al punto de llevar a ciertos individuos al fracaso, especialmente, como diría Dostoievski, a los humillados y ofendidos de esta tierra. Es indudable la conexión de esta obra con la literatura rusa, ya por sus personajes pertenecientes a la clase baja, o por el intento de abordar sus almas.

Sin embargo, al decir del propio Manuel Rojas en sus ensayos y en la misma novela: puede el que cree que puede Y he ahí un aforismo a tomar muy en cuenta, porque subvierte todo pesimismo en un profundo optimismo. Un aforismo impresionante acuñado por Rojas para usar todavía en estos tiempos, como escudo y también de arma de ataque para ir contra los infortunios cual Quijote. Dicho aforismo, es acaso el arma empuñada por Manuel Rojas para enfrentar las vicisitudes de su propia vida, las cuales en su caso –sabemos por sus memorias- en más de algún momento no fueron mejores a los infortunios padecidos por Aniceto Hevia.

Desde luego, en Hijo de ladrón, no estamos frente a una obra

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