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Historia Verdadera De La Conquista De La Nueva España

andy08621 de Agosto de 2014

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Mandó Cortés que ningún soldados les hiciese enojo ni se apartase de aquella plaza; y desde que

el cacique gordo supo que habíamos comido le envió a decir a Cortés que le quería ir a ver; y

vino con buena copia de indios principales, y todos traían grandes bezotes de oro y ricas mantas.

Cortés también le salió al encuentro del aposento, y con grandes caricias y abrazos le tornó a

abrazar. Luego mandó el cacique gordo que trajesen un presente que tenía aparejado de cosas de

joyas de oro y mantas, aunque no fue mucho, sino de poco valor, y le dijo a Cortés: Lope luzio,

Lope luzio, recibe esto de buena voluntad; y que si mañas tuviera que se lo diera.

Otro día e mañana salimos de Cempoal, y tenían aparejados sobre cuatrocientos indios de carga,

que en aquellas partes llaman tememes, que llevan dos arrobas de peso a cuestas y caminan con

ellas cinco leguas. Y cuando vimos tanto indio para carga nos holgamos porque de antes siempre

traíamos a cuestas nuestras mochilas.

CÓMO ENTRAMOS EN QUIAHUIZTLÁN Otro día, a hora de las diez, llegamos al pueblo

fuerte que se dice Quiahuiztlán, que está entre grandes peñacos y muy altas cuestas, y si hubiera

resistencia era malo de tomar. Yendo con buen concierto y ordenanza, creyendo que estuviese de

guerra, iba la artillería delante y todos subíamos a aquella fortaleza de manera que si algo

aconteciera, hacer lo que éramos obligados.

Hasta la mitad del pueblo no hallamos indio ninguno con quien hablar, de lo cual nos

maravillamos, que se habían ido huyendo de miedo aquel propio día desde que nos vieron subir a

sus casas. Estando en lo más alto de la fortaleza, en una plaza junto a donde tenían los cúes y

casas grandesde sus ídolos, vimos estar quince indios con buenas mantas, y cada uno un brasero

de barro y en ellos de su incienso.

Vinieron donde Cortés estaba, y le sahumaron ya los soldados que cerca de ellos estábamos, y

con grandes reverencias le dicen que les perdones que no han salido a recibirnos, que fuésemos

bien venidos y que reposásemos.

Estando en estas pláticas vinieron luego a decir a Cortés que venía el cacique gordo de Cempoal

en andas y a cuestas de muchos indios principales. Y desde que llegó el cacique estuvo hablando

con Cortés juntamente con el cacique y otros principales de aquel pueblo, dando tantas quejas de

Montezuma, y contaba de sus grandes poderes, y decíalo con lágrimas y suspiros, que Cortés y

los que estábamos presentes tuvimos lástima. Además de contar por qué vía les había sujetado,

que cada año les demandaban muchos hijos e hijas para sacrificar, y otros para servir en sus casas

y sementeras y otras muchas quejas que fueron tantas, que ya no se me acuerda; y que los

recaudadores de Montezuma les tomaban sus mujeres e hijas, si eran hermosas, y las forzaban; y

que otro tanto hacían en toda aquella tierra de la lengua totonaque, que eran más de

treinta pueblos.

Estando en estas pláticas vinieron unos indios del mismo pueblo muy de prisa a decir a todos los

caciques que allí estaban hablando con Cortés cómo venían cinco mejicanos que eran los

recaudadores de Montezuma; y desde que lo oyeron se les perdió la color y temblaban de miedo.

Dejan solo a Cortés y los salen a recibir; y de presto les enraman una sala y les guisan de comer y

les hacen mucho cacao que es la mejor cosa que entre ellos beben.

Estando en esto, Cortés preguntó a doña Marina y a Jerónimo de Aguilar, nuestras lenguas, que

de qué estaban alborotados los caciques desde que vinieron aquellos indios, y quién eran. Y doña

Marina, que muy bien lo entendió, se lo contó

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