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Humanización De La Política Exterior Canadiense


Enviado por   •  23 de Noviembre de 2012  •  5.370 Palabras (22 Páginas)  •  276 Visitas

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La humanización de la política exterior canadiense

Vilma Petrásh

Un rasgo idiosincrásico de la política exterior de Canadá desde su activa inserción, a mediados del siglo pasado, como actor internacional de moderado pero influyente peso, ha sido su condición de Estado promotor de valores liberal-democráticos. Valores, por demás, que emanan de los cimientos de "paz, orden y buen gobierno" sobre los cuales se ha fundado ese país norteamericano y que han sido avanzados por sus gobiernos mediante una sólida y evolutiva orientación multilateralista. Como potencia media, Canadá parece haber entendido que la concepción valorativa liberal que le ha caracterizado en lo doméstico e internacional requiere de la expansión multilateral de arreglos institucionales basados en normas, los cuales pueden erigirse en efectivos contrapesos a los desmanes unilateralistas y a la arrogancia conductual de las grandes potencias. Cabe destacar que en su dimensión valorativa -e.g. respeto por la democracia y los derechos humanos-, la promoción de un orden liberal internacional ha sido abiertamente reconocida por el actual gobierno liberal de Canadá como el "tercer pilar" sobre el que ha de sustentarse la política exterior de Canadá en el cambiante sistema mundial contemporáneo. A su vez, la conjunción de dicho pilar con otros dos pilares -la promoción de prosperidad y el empleo y la protección de la paz global como clave para resguardar la seguridad canadiense-, ha devenido en piedra angular de la política exterior canadiense desde mediados de la década pasada. En tales circunstancias, resulta comprensible que en el mundo post bipolar el liberalismo internacional de Canadá y su compromiso con la creación de un "Estado de derecho internacional" haya desembocado en la adopción, desde finales de los 90, de la noción de "seguridad humana" como principio rector de su política exterior. Grosso modo, se trata de un principio emergido en 1994 dentro del PNUD, cuya acogida ha implicado un viraje perspectival, orientacional e instrumental en el quehacer externo de Canadá. Aunque su punto de referencia es la seguridad de la "gente" y no la seguridad del territorio o del gobierno, con la noción de "seguridad humana" el gobierno canadiense no pretende reemplazar a la seguridad nacional. No obstante, la misma pareciera estar convirtiéndose en un modelo para evaluar políticas y probar sus efectos sobre la seguridad de los pueblos, así como en una referencia más amplia para propiciar la inclusión en la agenda mundial de temas claves no tratados adecuadamente por la comunidad internacional.

Para acometer efectivamente la tarea de promover un mundo "humanamente seguro", Canadá dispone de un amplio capital diplomático, acumulado desde mediados del siglo XX gracias a su imagen internacional de mediador honesto y confiable a favor de causas humanitarias y pacifistas, y a su reconocida vocación institucionalista. Una imagen y una vocación, vale destacar, en gran medida vinculables a dos factores: a haber constituido una sociedad moderna y liberal con "rostro humano" en Norteamérica distinta a, aunque en armonía con, la de su poderoso vecino del Sur; y a su capacidad cultural y política, en razón de su compleja y multifacética interdependencia con EEUU, de tener acceso privilegiado, influir e incluso oponerse exitosamente a los sectores de poder e influencia de ese país.

Ambos factores, junto a los cambios "humanizantes" que ha experimentado la política exterior canadiense, podrían ser aprovechados por los gobiernos y sociedades de América Latina para relanzar sobre bases más firmes y sostenibles el proyecto regional interamericano... La próxima Cumbre de Quebec bien pudiera ofrecernos esa oportunidad...

Revista Electrónica Nº 18 Agosto 1997

La cultura y los valores canadienses y su papel en la proyección del "poder blando" de canadá: Una reflexión necesaria(*)

Vilma E. Petrásh**

Hablar de Canadá como promotor de valores liberal-democráticos es, en verdad, referirse a ese país americano del Norte del hemisferio como abanderado de un paradigma basada en el concepto más amplio e incluyente de "sociedad abierta", es decir, en una meta-concepción organizativa de lo estado-societal cimentada en normas y principios cónsonos con el ejercicio pleno de la libertad económica y de la "paz, el orden, y el buen gobierno" democráticos propios de un marco político-jurídico basado en el respeto a la dignidad humana, a los derechos de ella derivados y al Estado de derecho o imperio de la ley. De hecho, y como bien lo señaló hace algún tiempo Barbara McDougall, ex-Ministro de Asuntos Externos de Canadá durante el gobierno de Brian Mulroney (McDougall, 1992: IX), la política exterior de Canadá como la de otros países del mundo, está en buena medida determinada por la necesidad de promover y proteger sus valores e intereses. Valores éstos que en el caso específico de este país norteamericano se ven sintetizados en la creencia de que un mundo estable, pacífico y asentado en valores humanos fundamentales es condición sine qua non para el avance y preservación de sus intereses.

Es decir que lo que parece haber guiado la actuación externa de Canadá ha sido, grosso modo, la búsqueda de un entorno liberalista internacional, o dicho de otra manera, de un orden internacional caracterizado por el desarrollo y la preservación de instituciones y prácticas propiciatorias de la paz, la tranquilidad y el ajuste ordenado de la política mundial. Se trata, sin embargo, de una búsqueda que más que altruista está basada, en parte, en el reconocimiento histórico de Canadá como "potencia media" del orden internacional o "estado-céntrico" que, como tal, no está en capacidad de proteger ni a su población ni sus intereses sin la estrecha colaboración de otros. No debe olvidarse que a diferencia de otros países industrializados, la prosperidad económica interna de Canadá es altamente dependiente del comercio internacional, es decir de los vínculos económicos de Canadá con el resto del mundo. De hecho esa dependencia canadiense se ha venido profundizando en las últimas décadas: mientras en 1960 las exportaciones representaban 17 por ciento del ingreso nacional de ese país, esa proporción se elevó a 37 por ciento en 1995 (Potter, 1996-97: 27).

Pero también esa búsqueda de un orden liberal internacional

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